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Por
Edith Mendoza
Publicado el domingo, 26 de julio del 2009 a las 14:10
Saltillo, Coah.- Este sitio es mayormente reconocido como la Zona del Silencio, pero ésta forma sólo una pequeña parte de la Reserva de la Biósfera de Mapimí.
El turismo y el cuidado del medio ambiente no siempre se llevan. Habitantes de los diferentes ejidos y comunidades de Mapimí recuerdan con indignación el saqueo del que ha sido objeto la zona y el peligro en el que se han puesto las especies que lo habitan.
La fascinación que produce este sitio surge de la aparente imposibilidad de supervivencia, en contraste con todo el mundo de especies que lo habitan. Además de los recursos históricos, culturales y paleontológicos, esta región es el hogar de varias especies en peligro de extinción y otras endémicas que han tenido un largo proceso evolutivo para adaptarse a la vida en el desierto, ya que hace por lo menos 70 millones de años estaba repleto de agua, por el mar de Tetis.
Actualmente hay unas 553 reservas de la biósfera en 107 países diferentes, y la Reserva de Mapimí fue la primera en México. La variedad de flora y fauna es sorprendente con 313 especies vegetales, 26 especies de mamíferos, 124 especies de aves y 37 especies de reptiles.
Turístico por excelencia
La Zona del Silencio ofrece una poderosa atracción sobre el turismo nacional y extranjero debido a su fama de ser un área en la que suceden diversos eventos sobrenaturales que al parecer aún no tienen explicación, como la pérdida de las ondas de radiocomunicación, la intensa radiación del sol que en el área, dicen los científicos, es un 35% mayor que en otros lugares del planeta, la extraña coloración y estructura de muchas plantas, la existencia de tortugas con extraños caparazones y la frecuente caída de meteoritos.
Lo cierto es que las especies han tenido que adaptarse al ambiente al que hoy en día se desarrollan. Dicho ecosistema heredó una amplia biodiversidad, por lo que en 1978, más allá de sus límites, fue decretado como reserva de la biósfera de Mapimí, donde se guardan una buena cantidad de secretos e historias.
Ahí convergen especies de fauna como lechugilla, cactus, maguey, nopal y mezquites, candelilla, entre muchas otras; y fauna como escorpiones, víboras, correcaminos, ratas y tortuga desértica.
Existe gran variedad de animales que pueden ser de actividad diurna o nocturna, muchos insectos, aves como búhos, chotacabras, águilas, halcones, etc. Serpientes, sapos, pequeños mamíferos como las ratas canguro, ratones y zorras, lagartijas, tortugas terrestres, chicharras, venados, ardillas, liebres y conejos (…)
Se hace referencia a la fauna local que ha tenido que evolucionar para sobrevivir en el desierto, que presuntamente han sufrido curiosas mutaciones por la radioactividad imperante en el área, que va desde imponentes tarántulas gigantes hasta peligrosas serpientes de dimensiones descomunales.
El desierto chihuahuense es una depresión sobre la altiplanicie mexicana de notable uniformidad, que se extiende desde la Comarca Lagunera hasta Texas, enmarcado por los grandes colosos de roca que forman la Sierra Madre Oriental y la Occidental. Los arroyos con los que cuenta son aquéllos que se forman durante las lluvias que son muy poco
frecuentes.
Personal de la Comisión Nacional de Áreas Protegidas (Conanp), quienes con la colaboración de los habitantes de unos 11 ejidos y resguardan el área, comentó que por lo menos hacía un mes que cayó lluvia, pero en este sitio apenas alcanza los 160 mm de precipitación promedio anual.
Riqueza acuífera en medio del desierto
En el rancho San Ignacio, pasando el ejido La Flor, se forma un pequeño bolsón de agua donde, incluso, habitan patos silvestres, serpientes y liebres.
Su suelo varía en sus propiedades químicas, físicas y biológicas. En las partes altas, el suelo es arenoso, con grava en las partes bajas y en las depresiones es salino y arcilloso. También hay dunas de yeso, sitio donde cayó el cohete Athena durante la década de los 70.
Existen varios asentamientos de ejidos donde se practica la ganadería de vacunos, equinos y caprinos y en algunas partes la agricultura de temporal, básicamente para consumo. Sólo en el ejido de Santa María se explota la candelilla para la obtención de cera, así como en la producción de sal.
Además de sus actividades relacionadas con la agricultura y la ganadería en rancherías cercanas, los pobladores se han involucrado de forma directa con el cuidado de las especies que radican en la biósfera de Mapimí.
La anfitriona del bolsón en peligro
En los últimos años se han enfocado los esfuerzos para la protección de la tortuga del bolsón.
Se dice que la radioactividad de la zona generada a partir de diversos eventos, así como el magnetismo de la Zona del Silencio específicamente, ha generado cambios y mutaciones en la fauna y la flora de la reserva.
Esta especie de tortuga, por su nombre científico, Gopherus flavomarginatus, también llamada tortuga mexicana, llanera y de Mapimí, tiene una distribución limitada al sur de Chihuahua, sur de Coahuila y norte de Durango, y ha sido seriamente afectada por el paso del
hombre.
Visitantes y los propios habitantes llegaron a cazarlas de una forma descontrolada para alimentarse, lo mismo con el venado bura, otra especie en peligro.
Desde muy temprano, luego de un almuerzo acompañado de leche bronca, las familias que apoyan al programa de la Conanp se dirigen a sus actividades de monitoreo.
El especialista Carlos René Delgado explicó que las torturas datan desde el tiempo de los dinosaurios, de unos 220 ó 230 millones de años, y han tenido muy pocos cambios, son organismos que se adaptan muy fácilmente a diferentes ambientes, en general los reptiles.
De manera particular, dijo, “esta especie tiene ciertas características, provocadas por radiaciones por el impacto de una parte un cohete que transportaba material radioactivo, y a raíz de eso tienen las garras un poco más grandes a los comunes y sus ojos están adaptados a las radiaciones”.
El biólogo Jaime Eliverio Hernández Martínez es el encargado del monitoreo de esta especie. Desde temprano, unos 8 habitantes y unas 3 personas de la Conanp se dirigen a un área predeterminada. El objetivo es ubicar las características y ubicaciones de las madrigueras de las tortugas.
Luego de un arduo trabajo de exploración desde las primeras horas del día bajo el sol, habitantes de esas comunidades en coordinación con miembros de la Comisión no fue sino hasta el mediodía, cuando fue localizada una tortuga del bolsón de unos 7 años de edad.
Luego de verificar el estado de salud del ejemplar, Rodolfo contó las líneas de crecimiento en el caparazón, aunque se colocó un par de guantes de látex para evitar el contacto con la tortuga que intentaba escapar.
Su caparazón apenas cabía en la palma de su mano. Al primer grito de quienes la encontraron todos se aproximaron rápidamente. Medía unos 9 cm de ancho y 10.4 de largo y pesó 500 gramos. Además se le encontraron un par de malformaciones en el caparazón, todos los datos que fueron registrados en formas ya predeterminadas.
El ejemplar fue marcado en uno de los extremos ya que se le dará seguimiento.
PREHISTORIA
La reserva de la biósfera de Mapimí, en pleno desierto chihuahuense, también mantiene huellas de su vida prehistórica de cuando fue el mar de Tetis.
Ciriaco vive en un pequeño cuarto de lo que fuera la Hacienda de las Lilas.
Durante el trayecto hacia la Mohonera habló sobre sus hallazgos de gasterópodos o caracoles fosilizados durante sus caminatas y cabalgatas.
Mostró unos cuatro ejemplares mientras los sostenía en la palma de su mano y un cefalópodo, su cuerpo era similar a un calamar.
Estos fósiles deberán tener por lo menos unos 70 millones de años y son vestigios del mar interior que existió durante la era Mesozoica, previo a la aparición del océano Índico. Además, tiempo después, los primeros pobladores llegaron a lo que hoy es Coahuila, ya que entonces se trataba de una especie de península, por ello la famosa cuenca de Sabinas, o golfo de Sabinas, quienes también dejaron huellas a su paso, tales como puntas de flecha y otros utensilios.
TURISMO Y ECOLOGÍA
El magnetismo que la Zona del Silencio tiene, especialmente por los turistas, ha hecho que se deje en un plano secundario a la reserva de la biósfera de Mapimí, que quizá sea lo más real del área.
Dependencias federales, en coordinación con los habitantes, expusieron la necesidad del desarrollo ecoturístico de la zona, más que la búsqueda de ovnis y extraterrestres.
Para ello, unos 20 miembros de los diferentes ejidos aledaños que forman parte de la reserva de la biósfera han conformado una asociación civil que se ha encargado durante los últimos 4 años de guiar a los visitantes.
“El lugar reconocido es la zona del silencio, no hay más, cuando dices, reserva de la biosfera de Mapimí, no la ubican, la gente cree que hablar de la Zona del Silencio es hablar de la reserva, y no, la zona forma parte de ella”, dijo Julia, quien además es maestra de cómputo en el poblado más cercano.
El turismo no da para vivir, todos están dedicados a ciertas actividades. Cuando se trata de atender a un grupo de personas, todos se reúnen y se coordinan. Por ejemplo, los hombres dedicados a la ganadería y a la siembra, por otro lado, las mujeres y amas de casa se dedican a la elaboración de queso.
La Asociación Civil se conforma por 19 integrantes de los cuales 15 radican en el ejido La Flor, 11 ejidos y 4 pequeñas propiedades conforman el área natural protegida.
Al igual que la Zona del Silencio, la reserva forman parte de los 3 estados en los ejidos como La Flor, San Ignacio, Las Lilas, la Soledad, Carrillo, las tortugas, la barbacoa, arenales, Nuevo Witrón, Mohovano de las Lilas, Santa María.
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