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Agencia Reforma
Publicado el sábado, 22 de marzo del 2025 a las 04:05
Ciudad de México.- Kazu, quien ahora observa la vida desde fuera “como alguien que ha perdido la capacidad de existir, pero que no puede parar de pensar ni de sentir”, en realidad hace tiempo que no era sino una espectral presencia deambulando por Tokio.
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Sin saber muy bien quién es este ser pensante que me habita, poseído por este fragmento de tiempo que la gente llama ‘hoy’, siento un deseo irrefrenable por intercambiar una mirada con alguien”, ansió alguna vez este hombre, un fantasma viviente como los tantos que habitan en las improvisadas chabolas de cartón en el parque Ueno.
Los ensimismados paseantes, no obstante, prefieren mirar siempre hacia otro lado; y los únicos que acaso alguna vez voltean a ver a esa población marginada son los vigilantes encargados de retirarlos de este pulmón verde y epicentro cultural cada que la familia imperial o alguno de sus miembros visita los museos ahí enclavados, como lo plasma la escritora japonesa Yu Miri en Tokio, estación de Ueno.
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Cuando hay inauguraciones en esos recintos, es muy común que asista la familia imperial o sólo el Emperador. Cuando eso ocurre, toda la gente sin techo que vive ahí, al resultar incómoda para la vista del Emperador en persona o para los aristócratas, es retirada del lugar. Es algo regular”, cuenta en entrevista Yu (Tsuchiura, 1968), recientemente de visita en el País.
“Esto me llamó mucho la atención. De esa curiosidad nació este proyecto”, precisa la autora de ascendencia surcoreana sobre el origen de la que es considerada su obra más notable, publicada en 2014, y traída al español por el sello Impedimenta con traducción de Tana Oshima.
La propia Yu visitó en 2006 el parque homónimo junto a la estación de Ueno para un reportaje sobre la “limpieza especial” –o yamagari, “caza del monte”, como le llaman las personas sin techo–. Mas lo que terminó de dar forma a su novela fueron las historias que escuchó de centenares de afectados por el desastre nuclear de Fukushima en 2011, luego del impacto de un terremoto que además provocó un tsunami.
Así, el resultado fue un desolador relato en torno al aislamiento, la ausencia de todo vínculo con otras personas y la imposibilidad de regresar al hogar. La desdicha de vivir en el despojo, sobre lo que la autora arroja luz con una escritura que se inclina hacia el haiku, dada su sencillez.
“Es una historia sobre la pérdida y las dificultades de la existencia”, describe Yu su obra. “La pregunta central es: Cómo vive la gente ante las adversidades?”.
Esto lo aborda a través de Kazu, un hombre llegado a la capital para trabajar como peón en la construcción de las inmediaciones para los Juego Olímpicos de Tokio 1964, a quien se le escapa la vida consiguiendo el sustento, siempre tan lejos de casa que apenas si llega a conocer a sus hijos, por lo que termina profundamente insatisfecho, además de atormentado por el peso no de su pasado, sino del tiempo mismo.
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Aunque el tiempo trace una línea recta entre el ayer, el hoy y el mañana, en la vida realmente no hay un pasado, un presente y un futuro. A cada uno de nosotros nos toca cargar con una cantidad inconmensurable de tiempo, casi insostenible, y con ese peso vivimos, y con ese peso morimos”, hace decir a su personaje una autora convencida de que “el tiempo no transcurre, los hechos no terminan”.
El otro Japón
En una de sus visitas al parque Ueno, uno de los habitantes de esos campamentos dijo a Yu que, por más que intentara explicarlo, “los que tienen casa no pueden entender a los que no la tienen”.
Estas palabras quedaron clavadas como una espina en el corazón de la autora, de la que consiguió aliviarse precisamente haciendo este libro.
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Hay un dicho en Japón que viene desde China, que dice que la vida no es más que una secuencia de pérdidas”, refiere Yu, hablando, por supuesto, de lo material, pero sobre todo de la pérdida de la gente querida e incluso de la “lente de la esperanza” cuando se enfrentan dificultades. Algo tan común para todo mundo, que la autora atribuye a esto el que tantas personas hayan logrado conectar con su novela pese a tratarse de una historia nada alegre.
Y es que, tiempo después de su lanzamiento en el mercado oriental, Tokio, estación de Ueno se convirtió en un superventas al obtener el Premio Nacional del Libro de Estados Unidos en la categoría de literatura traducida, en 2020, año en el que las ventas totales superaron los 300 mil ejemplares.
El libro contrasta la vida en aquellas regiones periféricas de Tokio donde aún perviven las tradiciones, frente a la banalidad y el consumismo de la urbe. Un rostro menos conocido del Japón actual.
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Lo que no se nos muestra normalmente es ésa destrucción de los recursos y también la basura, todos los desechos que se van generando a partir de ese consumo, entre lo cual no hay únicamente objetos, sino también personas”, apunta Yu, a propósito de todos aquellos que luego de servir como mano de obra barata son olvidados una vez en las calles.
“Si resbalas y te precipitas por un acantilado, ya es imposible que te recuperes. Lo único que puede detener esa angustia es la muerte”, dice Kazu.
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