Que alguien me explique, porque, la verdad, ya no entiendo nada. O México es el país de las maravillas, o como dijo André Bretón, padre del surrealismo, tenemos el honor de habitar en la nación más surrealista del mundo. Aquí la lógica sirve para dos cosas: para nada y para causar dolores de cabeza a estudiantes de Filosofía. Para nada más. Tarea inútil, si las hay, es intentar utilizarla como instrumento al tratar de entender las cosas que ocurren en este México lindo y querido.
No exagero. ¿A usted le parece lógico y comprensible, por ejemplo, que un señor acusado de decenas de delitos se suba en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, bueno y sano, con certificado de buena salud firmado por médicos españoles, y luego de cruzar el Atlántico aterrice en el aeropuerto Benito Juárez de la capital tan enfermo que amerite ser internado en un hospital de lujo?
Si bien la antigua Tenochtitlan sufre serios problemas de contaminación y el aire respirado por los capitalinos no es el más sano, ¿es posible que después de aspirar dos bocanadas de esmog, al señor de la historia se le presente de inmediato una hernia hiatal, que amerite una urgente intervención quirúrgica? Eso se llama tener una mala suerte muy oportuna.
Tampoco resulta claro cómo ese señor, acusado de corrupto y autor de mil y una triquiñuelas para enriquecerse a costa del erario, declare por videoconferencia ante un juez, cómodamente instalado en la cama del hospital y seguramente bien atendido por una media docena de guapas enfermeras.
Y todavía más: este señor, que se embolsó no sé cuántos millones de dólares triangulados en una docena de paraísos fiscales del mundo, no pisará la cárcel. Quedará libre -qué terrible, sin pasaporte- ya sea en su casa o en el hospital.
Ah, pero eso sí, la severa justicia mexicana lo obligará a pagar la renta del brazalete de localización que está obligado a llevar. No, señor, como decían los romanos, dura lex, sed lex. La Ley es dura, pero es la ley, para que me entienda. Aquí nada es gratis. Usted tendrá que deshacerse de unos cuantos pesos de los montones de dólares que se robó y pagar la renta del brazalete electrónico.
Mientras, las cárceles rebosan de borrachitos detenidos por la policía, de peligrosos ciudadanos cuyo delito fue orinar en la calle. ¡Faltaba más! En este país impera la ley y el orden, como en la serie de televisión norteamericana.
Vivimos en el mundo bizarro de Superman, donde todo es al revés y los asuntos importantes se hacen a un lado, dando preferencia a temas manidos, y la ley es de una flexibilidad que envidiaría cualquier gimnasta rusa.
Así, mientras la pandemia galopa desenfrenada cual caballo del Apocalipsis, millones de compatriotas se quedan sin trabajo, el crimen organizado hace y deshace y nos amenaza una de las peores crisis económicas que se recuerden, el presidente insiste en hablar de los lujos del invendible avión presidencial, previa advertencia a los reporteros de hacer solo preguntas sobre la aeronave.
La cereza en el pastel, y de eso mejor ni comentamos, es la designación de la periodista Isabel Arvide, bien conocida en Coahuila, como cónsul de México en Estambul.
Letras sueltas
No más gobierno rico y pueblo pobre. Con el desempleo y el crecimiento de la miseria, hemos logrado revertir aquella fórmula maldita. De hoy en adelante tendremos un gobierno pobre y un pueblo pobre.
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