Saltillo
Por
Teresa Quiroz
Publicado el domingo, 20 de abril del 2025 a las 06:00
Saltillo, Coah.- Existen actitudes y comportamientos que definen el rumbo de las sociedades; en Saltillo, la infidelidad es uno de ellos. Desde el siglo 18 se encuentran casos de adulterio que, a pesar de ser castigados perduraban.
Mónica Samantha Amezcua es historiadora y su trabajo ha dado nueva luz a las historias ocultas de los afrodescendientes en el Saltillo de aquella época. Su investigación, que comenzó como una tesis de maestría e inició con un caso particular: Ana Terrones, una mujer mulata que sostuvo relaciones con dos hombres casados.
Lo que parecía un caso aislado se convirtió en la puerta de entrada a un universo complejo, lleno de tensiones sociales, opresión colonial, decisiones personales y vínculos afectivos que rompían con el orden establecido.
Esclavizados… Con agencia
Durante el siglo 18, las personas afrodescendientes en Saltillo —ya fueran esclavizadas o libres— eran víctimas de violencia, trata y marginación. Sin embargo, esto no les impidió ejercer agencia sobre sus propias vidas. “A pesar de todo, las mujeres y hombres afrodescendientes tomaban decisiones, decidían con quién estar, con quién no”, destaca la conferencista.
Los oficios que desempeñaban eran variados. Las mujeres, principalmente mulatas, eran nodrizas, cocineras o criadas. Se les encargaba, entre otras tareas, amamantar a los hijos de las familias españolas y en muchos de los casos criarlos dejando de lado a sus propios hijos. Los hombres trabajaban como arrieros, zapateros, vaqueros o sirvientes. Su posición social no les impedía involucrarse en relaciones afectivas y sexuales, muchas de las cuales eran consideradas ilegales por la moral católica imperante.
Estos y otros relatos se encuentran cuidadosamente documentados en actas judiciales, diarios personales y otros registros:
Están conservados en el Archivo Municipal de Saltillo.
A través de estos documentos, Amezcua reconstruye no sólo hechos puntuales, sino también las dinámicas sociales y afectivas de un grupo históricamente marginado y silenciado.
Delitos del corazón
La Iglesia Católica regulaba la vida íntima de la población y clasificaba como delitos la bigamia, el amancebamiento y el adulterio. Estos actos no solo se consideraban pecados, sino también transgresiones legales; las consecuencias eran severas: multas, azotes o prisión.
Uno de los casos más ilustrativos en la investigación de Amezcua es el de Ignacia Acosta y Francisco Javier de los Reyes. Ella había estado involucrada en una “mala amistad” —como se decía en la época— con José de la Mancha. El caso se agravó no por la infidelidad en sí, sino porque esta se hizo del dominio público.
Los documentos del juicio relatan cómo Francisco, al sospechar de la infidelidad, acudió con un amigo para seguir a su esposa. Finalmente, la encontró acostada con José debajo de un árbol de durazno. A partir de ahí comenzó un juicio que no solo involucró a la pareja, sino que también obligó a una de sus hijas a testificar en contra de su madre.
La joven declaró que su madre se portaba mal, que José visitaba la casa con frecuencia y que ambos se quedaban solos, intercambiando muestras de afecto. Aunque José fue encarcelado, el castigo no impidió que retomara su relación con Ignacia tras recuperar la libertad.
Los dejes del pasado
El valor de mirar el pasado desde otras voces
El trabajo de Mónica Samantha Amezcua no sólo recupera historias olvidadas, sino que reconfigura la forma en que entendemos el pasado. Nos recuerda que, incluso en condiciones de opresión, existían decisiones, afectos, rebeldías y estrategias de supervivencia.
Hoy, esos documentos guardados en los archivos no solo dan testimonio de relaciones ilegales, sino también de una lucha por vivir y amar bajo sus propios términos.
Para Amezcua, existen varias respuestas del por qué surgían esas relaciones:
Una apunta a que, para las mujeres afrodescendientes esclavizadas, el matrimonio podía representar otro tipo de esclavitud o problema más. En ese contexto, muchas optaban por relaciones afectivas informales, aunque eso implicara exponerse a sanciones.
Otra posibilidad, muy vigente en la actualidad, es la falta de afecto o interés en la pareja formal, lo que llevaba a hombres y mujeres a buscar una relación extramarital.
En cualquier caso, estas relaciones, lejos de ser simples transgresiones, reflejan una forma de resistencia íntima.
Las mujeres y hombres afrodescendientes encontraban en el amor —o en el deseo— un espacio para ejercer autonomía en una sociedad que les negaba derechos fundamentales.
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