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Coahuila

Una leyenda de otoño

Por Wendoly Villarreal Villarreal

Hace 1 mes

Recuerdo que, de niña salía de la primaria y a eso de las 2 de la tarde en la televisión abierta, pasaban películas de terror mexicanas, La Maldición de la Llorona, era una de ellas, y me producía un miedo genuino; ahora La Leyenda de la Llorona ya no me causa miedo, esa sensación de angustia ya no se produce al escucharla nombrar, creo que se desvaneció muy lentamente con el paso del tiempo. 

Sin embargo, ese miedo se veía atenuado por el rico caldo de res que hacía mi abuelita doña Tina, junto con su buen molcajete de salsa y tortilla de maíz; entonces, llegábamos mi hermana y yo de la escuela, comíamos y al cabo nos sentábamos frente al televisor a ver películas mexicanas, como era plena luz de día no había tanto problema, a diferencia de verlas por la noche, esa en especial hacia que me llevara las manos a la cara para no ver ciertas escenas, me daba bastante miedo.

Era una película producida y actuada por el actor Abel Salazar, también la protagonizaban Rosita Arenas, Rita Macedo y el primer actor Carlos López Moctezuma, de quien siempre disfruté sus apariciones en la pantalla grande, con ese carácter recio casi tipo general, aunque siempre dijeron que en su forma de ser cotidiana era un alma de Dios.

Y como comenté en un inicio, antes la imagen de la llorona me daba “mello” como decía Chiquidrácula, el entrañable personaje de Carlos Espejel; ahora la idea me resulta una imagen trágica de una mujer atormentada, sin embargo, su recuerdo me volvió a asaltar en el momento menos esperado, tomando en cuenta que hace décadas que ni me acordaba de la película de 1963 mencionada, todo por una canción.

Cuando conduzco en carretera, muchas ocasiones lo hago sola, haciendo gala de mi supremacía absoluta sobre el uso del estereo del auto, pongo en el estéreo lo que me pega la gana, porque estamos de acuerdo que, por una cuestión de carácter diplomático, cuando te acompañan más personas tratas de poner música que presuntamente sea del agrado de todos los que van en el vehículo o le dejas la responsabilidad a la radio. 

Entonces conducía yo por la carretera 57, cuando escuché la canción de La Llorona, interpretada por Ángela, el retoño de Pepe Aguilar y sí, también nieta de don Antonio Aguilar y Flor Silvestre, donde fue que me asaltó el recuero de la Llorona de mi infancia.

Una interpretación magnífica con una buena adaptación musical, por cierto, una de mis preferidas pues, la canción tiene muchas versiones, como la que canta la oaxaqueña Lila Downs que también es magnífica, ambas versiones se las recomiendo ampliamente.

Disfrutando la canción, recordé el video que presenta Ángela Aguilar al cantar La Llorona, me gustó mucho, lo realiza en una noche en algún lugar de nuestro México, ambientada con motivos del día de muertos, altares, muchas veladoras y crisantemos, entre humo, aparece una imagen de una mujer que camina cubriendo su cabeza con un manto de flores bordado a mano, el cual reconozco como de aquellos mantos típicos del estado de Chiapas.

Pero conforme avanza el video, aparece un callejón en el festejo del Día de Muertos, muchos personajes caracterizados de catrinas y catrines, incluyendo a la cantante; fue entonces que retomé el recuerdo original de la Llorona de mi infancia.

Pues por algún motivo, ahí está mezclada la idea de la catrina con la de la llorona, lo que no es lo mismo; hablar de la catrina merece un apartado exclusivo para su entendimiento como figura tradicional mexicana, sin embargo, entiendo que al ser las dos de carácter puramente mexicano que en algún momento tengan una intersección en la idea de la cultura popular mexicana.

Probablemente se hayan inspirado en la estrofa de la canción que dice: “…hermoso huipil llevabas llorona…”, por lo que toma sentido que los personajes del video aparezcan como catrinas, dado que la tradición nacional es representar a las catrinas algunas veces con la vestimenta tradicional de los pueblos indígenas mexicanos.

Pero lo cierto es que, la leyenda de la llorona tiene muchísimas vertientes, una que dice, se trataba de una mujer indígena que tuvo 3 hijos con un español, que la dejó sola para casarse con una dama aristocrática también española, a lo que ella enferma de dolor y de hastió, se llevó a sus hijos al río y los ahogo, quitándose la vida ante el horrible suceso; por lo que su alma vaga sin descanso, llorando y gritando ¡Ay, mis hijos!. 

Otros relatos señalan que es una leyenda anterior a la llegada de los españoles, y que los nativos referían como la venida de una de sus deidades, salida de las aguas que avisaban a Moctezuma sobre la inminente batalla con los invasores europeos; pero, como señalé hay muchas versiones.

Lo que es una constante en la leyenda es que viste un largo vestido blanco, y se lamenta por la ausencia de sus hijos, por eso deambula buscándolos sin cesar, además varia sobre que usa un velo blanco sobre el rostro y que camina o flota; pero lo que es un hecho es que la llorona no se ve como una catrina. 

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