Hoy martes, los dos candidatos a la Presidencia de Estados Unidos, la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump, participan en el debate que, se prevé, será el único y que es organizado por ABC News, con los presentadores David Muir y Linsey Davis. Kamala tendrá que convencer a los llamados estados “bisagra”, que son Pensilvania, Arizona, Nevada, Michigan, Carolina del Norte y Wisconsin. Vaya desafío para la vicepresidenta, quien llega a esta etapa con 361 millones de dólares de los donantes, lo cual casi triplica lo reunido por su contrincante que cuenta, hasta la fecha, con 130 millones. Hoy será el único día en el cual Harris tendrá que mostrar frente a millones de espectadores y de indecisos de qué está hecha, tal como lo demostró con creces en la pasada Convención Nacional Demócrata de Chicago, cuyo discurso nos dejó con la boca abierta.
Lo anterior es, sin duda, una buena noticia. Sin embargo, ayer leí, con el corazón apachurrado, que en la encuesta que publica The New York Times, Donald Trump aventaja a la demócrata por un punto porcentual entre los votantes probables de todo el país, con la añadidura de que “se ha desvanecido un poco en las últimas semanas”. Es un hecho que Harris se está enfrentando a un expresidente con muchas tablas y poca vergüenza. La seguridad de este convicto es aplastante. Se diría que no tiene pelos en la lengua, pero sí los tiene porque es un monstruo que no soporta a las mujeres pensantes y, aún menos, cuando son afroamericanas y de una familia migrante de la India. Nos preguntamos si Trump en este, su séptimo debate, se atreverá a poner en duda la identidad racial de Kamala, como ya lo ha hecho en varias entrevistas de televisión. A pesar de estos supuestos negativos para el republicano, la exsenadora y exfiscal cuenta, ciertamente, con los tamaños para confrontarlo, eso es lo que seguramente demostrará durante el debate. En el fondo, Trump le teme a las mujeres, así lo evidenció en el debate con Hillary Clinton: “Cuando le dije que era una marioneta rusa, se quedó tartamudeando en el escenario. Creo que ese es un ejemplo de cómo sacar un hecho sobre el que realmente lo desconcierte” (The New York Times). Y si de desconcertar se trata, su contrincante tiene muchas armas para lograrlo. Basta con que le recuerde a Trump que es un acusado penal y no nada más un expresidente. Porque si algo teme el republicano es terminar en la cárcel por todos sus delitos, que van desde violación hasta provocar a una multitud enardecida para que una vez más penetrara en el Capitolio. Lo que quiere Donald Trump es librarse de la justicia. “Si los votantes vuelven a elegir a Trump para la Presidencia, es casi seguro que le ordenará al Departamento de Justicia que anule el caso o que al menos lo retrase hasta el final de su mandato. Incluso si pierde en noviembre, el caso se enfrentará a más obstáculos legales, incluida la probable revisión por parte de la Corte Suprema de cualquier decisión tomada por la jueza Chutkan sobre qué parte de la acusación puede sobrevivir a la sentencia de inmunidad” (The New York Times). ¿Quién de los dos candidatos sí tiene una larga cola que le pisen? Esta información para una fiscal, como lo fue Kamala Harris, es un material legal valiosísimo. Trump no tiene la conciencia tranquila, aunque haga esfuerzos por parecerlo; cada vez se ve más maquillado en color ladrillo, se ve más viejo, cansado, ya no tiene la misma energía que antes, y su copete amarillo paja me recuerda un enjambre de hilos de azúcar quemada como los que llevan algunos postres franceses.
Seguramente Trump, en el debate que se llevará a cabo este martes en el National Constitution Center en Filadelfia, le recordará a Kamala los problemas de la migración ante los cuales, a pesar de que Biden le encargó esta misión a la entonces vicepresidenta, su desempeño no fue el esperado tanto en México como en Estados Unidos. Muchos otros ataques le hará Trump a su rival: lo mal que está la economía, la inflación y lo mal que lo hizo Biden durante su Gobierno.
Ojalá que Kamala siga al pie de la letra en el debate los consejos de sus dos buenos amigos, Bill Clinton y Barack Obama. Ella sí se deja aconsejar y Trump, no.
Como dice la canción de Elvis Presley: “It´s now or never.”
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