La ciudad y su entorno social propicia la imaginación, incitan discusiones y son campo propicio tanto para la opinión común, la investigación y la creación del relato, la crónica o la leyenda. La era contemporánea de Saltillo es una mezcla de condiciones y aconteceres en que los sucedidos quedan en el recuerdo de la colectividad y cobra interés en la narrativa del barrio.
Un tramo de la calle Múzquiz, entre Murguía y Ahuízotl, está lleno de especial misterio. En un corto tiempo se registraron acontecimientos que atemorizaron a los vecinos.
Doña Alicia Ayala Valdés, quien habitó la casona paterna casi a la mitad de la cuadra, atestigua las raras muertes de varias personas que marcan este espacio como algo tenebroso o de mala vibra, hechos que conmocionaron al vecindario.
Como el de una mujer muy bonita que tenía dos novios y a los dos quería y prometía casamiento. La muchacha era descendiente de una gran familia originaria de Las Encinas, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, avecindada en dicha arteria.
En una ocasión pidió a su abuelita, con quien compartía el domicilio, que entregara una olla que le había prestado una vecina de enfrente, de nombre.
Así que la señora atravesó la calle y cuando estaba entregando el recipiente, se escuchó un estruendo. Sí, de un tiro en la sien derecha se suicidó esta bella dama.
Dejó un recado póstumo donde hacía ver que era muy difícil seguir viviendo, pues amaba a sus dos novios y no podía dejar de querer a uno… Con los dos desearía casarse, lo cual era imposible.
Ella vivía en el número 148 de la calle de Múzquiz poniente. Decían que el diablo se había posesionado de ese lugar, específicamente en la parte norte de la arteria.
En una casa contigua habitó una familia muy grande. A los varones les decían los “Choriceros”, pues los mayores a eso se dedicaban, a elaborar el preciado y tradicional alimento mexicano. Un día el jefe de la casa dio dinero a su esposa para que llevar a los hijos a pasear a la Alameda y así lo hizo la buena mujer.
Tardaron algunas horas los pequeños y la madre en el citadino paseo, donde disfrutaron de los juegos mecánicos, la famosa resbaladilla, el Lago República y admiraron los patos que ahí existieron, además compraron golosinas. Decidieron regresar a la casa, encontrando la desagradable e impresionante escena del jefe de la casa, colgado con una soga al cuello, en una de las vigas del techo. Se había ahorcado, sin embargo, jamás se supo el motivo del suicidio, pues el hombre no dejó recado alguno.
Poco tiempo después un joven de aproximadamente 20 años de edad, también se ahorcó a unos metros de estos trágicos sucesos. Precisamente, en ese tramo de Múzquiz, entre Murguía y Ahuízotl, radicó la familia formada por. Don Joaquín Ayala Meza, de oficio ferrocarrilero, su esposa Consuelo Valdés. Los hijos de esta pareja fueron Joaquín, Heriberto, Alicia, Consuelo y Rubén. En la familia paterna de Don Joaquín había varios ferrocarrileros, entre hermanos, cuñados, pero a ninguno de los Ayala Valdés les dio por este oficio. La calle de Múzquiz al poniente de Saltillo, fue elegida por algunos nativos del ejido Las Encinas, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, quienes decidieron viajar a la capital del estado en busca de nuevos horizontes. La mayoría están relacionados con el apellido Ramos.
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