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| El escritor mexicano Federico Guzmán Rubio, recorrió siete proyectos de crear una utopía en diversos países de América Latina, entre ellos México.

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‘Trump ofrece una utopía peligrosa y excluyente’; cuestiona Federico Guzmán las ‘sociedades perfectas’

  Por Christian García

Publicado el lunes, 21 de abril del 2025 a las 04:27


Recorre Federico Guzmán Rubio 7 utopías latinoamericanas

Saltillo, Coah.- Toda utopía es un sueño que, por más que busque encarnarse en la realidad, terminará deviniendo en pesadilla tanto para sus impulsores como para quien las habite. La palabra –que significa Ningún Lugar–se origina en la novela que el pensador Tomás Moro publicó en 1516, y ha servido para definir a esas sociedades que buscan ser perfectas, pero que al salir del mundo de la imaginación pierden algo de su esencia de perfección ficticia para ser un retrato tosco de lo real, como lo ha comprobado el escritor mexicano Federico Guzmán Rubio, quien recorrió siete proyectos de crear una utopía en diversos países de América Latina, entre ellos México.

Fruto de esos recorridos es Sí Hay Tal Lugar (Taurus, 2025), ensayo en el que el autor confronta los ideales fundacionales de estas ciudades con la forma física, social e histórica en la que terminaron.

El planteamiento del libro es un viaje, sí, por siete ciudades, por siete lugares, pero también por siete proyectos, por siete ideologías, por siete mundos perfectos que no existieron, pero que sí existieron. Entonces en ese binomio de abstracción, concreción, de fantasía y realidad, de idea y lugar, es por el que transita el libro”, explica Guzmán Rubio en entrevista con Zócalo.

El autor se sumerge en los proyectos de Fordlandia o la Utopía Industrial, fundada en 1928, por el empresario Herny Ford, en Brasil; o la Colonia Cecilia o la Utopía Anarquista, que en 1890, y que abogaba por el amor libre, chocando con los valores católicos de los habitantes de la región.

Y es ahí, en donde hay uno de los puntos centrales del libro: ¿qué es una utopía? En la novela original era una isla, un estado independiente, libre lejos del mundo. Pero, ¿es eso posible?, ¿puede el humano vivir alejado del otro?, ¿se puede ser realmente libre si lo que se necesita para ser perfecto es encasillarse en reglas? 

Según el escritor “la Utopía original era una isla porque no podía contaminarse con el resto de la ciudad. Es muy curioso que en una utopía no puede haber disenso, ni rebeldía, ni oposición, porque si todo es perfecto, ¿de qué nos vamos a quejar? Una utopía sería un mundo completamente totalitario, porque todo el mundo tiene que estar feliz en un mundo perfecto.

Eso está planteado desde la isla que imaginó Moro y es algo preocupante, porque toda utopía tiene un costado excluyente: el mundo perfecto no es para toda la humanidad, es sólo para quien piense como quienes comparten esa concepción del mundo perfecto, y quepan en él, pero ¿qué pasa con quienes estén en contra de este mundo perfecto? A esa persona hay que eliminarla, hay que expulsarla, hay que desecharla, y esto pasó en las dos grandes utopías que parecen opuestas del siglo 20”, explica, y ahonda en que “el nazismo, desde un principio, era una utopía excluyente porque sólo iba a ser para la población aria, mientras que el comunismo, que en teoría iba a ser ese mundo perfecto con la feliz convivencia y solidaridad de todos los trabajadores del mundo, acabó eliminando a 20 millones de personas porque no cabían en esa utopía, entonces es inquietante, ¿cómo podemos enamorarnos de nuestra concepción del mundo perfecto a grado tal de que eliminemos a todos quienes no quepan en él?”, se cuestiona.

Esos hechos, señala, sirven para confrontar la idea de la utopía en la actualidad. Porque, si bien, se dice que el mundo deriva hacia la construcción de distopías –sociedades fallidas–, Guzmán Rubio apunta que las utopías siguen creándose, aunque con ese cariz de un mundo que es perfecto gracias a su cerrazón con lo externo.

Por ello, el ensayista señala que “lo que está de moda es decir es que es imposible en la actualidad concebir utopías y que por eso hay tantas novelas distópicas. Yo estoy en desacuerdo, creo que el imaginario utópico es ahora más fuerte que nunca y eso explica el éxito de Donald Trump, porque él promete una utopía muy curiosa, porque es la combinación de un tecnoutopismo futurista, en el que la inteligencia artificial y los viajes a Marte de Elon Musk, y toda esa tecnología, va a resolver automáticamente todos nuestros problemas, pero también, como toda utopía, representa un rescate de una edad dorada, inexistente, por supuesto, en que todo era perfecto, el Make America Great Again, cuando Estados Unidos era blanco, era seguro, no había inmigrantes, estaba lleno de familias con muchos hijos. Él quiere, con ese futurismo utópico y ese pasado de edad de oro, construir ese mundo, esa sociedad perfecta y yo creo que eso explica su éxito. Finalmente, sí propone una utopía a la población blanca estadunidense le proponen una utopía que “no esconde su modelo excluyente: deshacerse de los inmigrantes, de la población que no encaje en esta familia tradicional preciosa, no tiene cabida en el mundo perfecto según Donald Trump. Entonces, yo creo que el imaginario utópico está más presente que nunca, que ante el vacío un poco de la modernidad en el que vivimos las personas, nos ofrecen una utopía y de inmediato queremos habitarla y eso es algo peligrosísimo”, añade el autor.

Por eso, apunta, es necesario conocer estos proyectos que se concretan con la visión nazi de Nueva Germania, en Paraguay; la religiosa Pátzcuaro, en Méxic0; la poética Argiropolis, en Argentina, y  la solidaria Solentanime, en Nicaragüa. Ya que para él “el malestar de la actualidad no es que no podamos concebir utopías, sino que no podemos escapar de las utopías en las que estamos atrapados”.

Tierra fértil para la utopía

Pero, ¿por qué en América Latina se pudieron llevar a cabo estos ensayos de utopías? La más antigua, según el libro de Guzmán Rubio, se dio en México, específicamente en Pátzcuaro, Michoacán, donde el obispo Vasco de Quiroga, sembró en 1539 un “modelo de armonía, reconciliación y desarrollo”.

Para, el escritor “América fue la tierra de las utopías porque llegaron los europeos, los extranjeros, a este nuevo mundo –que de nuevo no tenía nada– y a un nuevo mundo es necesario fundarlo, imaginarlo, ensayarlo y por eso venían acá una y otra vez a fundar sus utopías.


Pero después cuando los latinoamericanos nos adueñamos, estoy siendo un poco optimista, de nuestro continente y nuestro destino con las independencias, tenemos una serie de repúblicas nuevas y pues también tenemos que imaginarlas, fundarlas, crearlas, soñarlas y entonces viene un segundo momento utópico, pero ya protagonizado por los latinoamericanos. La primera (utopía) que se incluye en el libro es la de Sarmiento, pero a partir de ahí ya empiezan las utopías latinoamericanas. Entonces me gusta mucho este paralelismo de la crónica como doble fundadora de la literatura latinoamericana y también de Latinoamérica como tierra de utopías, pero en dos momentos: las utopías ajenas que nos vienen a imponer y las utopías propias con las que nos condenamos a nosotros mismos”, explicó el autor.

Por eso Sí Hay Tal Lugar ensaya una mezcla de géneros, la reflexión intelectual y emocional de la historia junto al viaje, a la mirada suspicaz de los detalles, una observación de cómo lo grande influye en lo pequeño y viceversa. Así, el libro funciona también como una deconstrucción de los grandes relatos de la historia.

Por ejemplo, siempre se ha dicho que la crónica es el género literario fundacional de América Latina con libros como Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo, Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, de fray Bartolomé de las Casas o Historia d echile, de Alonso de Góngora Marmolejo, entre otras.

Para Guzmán Rubio –quien pudo realizar estos viajes gracias al apoyo de una beca de la Fundación Gabo–, “es verdad que la crónica es la fundación de la literatura latinoamericana pero tiene dos momentos: la crónica de indias, que la escriben los conquistadores españoles en el nuevo mundo, y en las que llega alguien a escribirla sobre nosotros”, mientras que el segundo momento está en “el modernismo, la fundación de la literatura latinoamericana moderna, la crónica con Rubén Darío, con Gutiérrez Nájera, con Amado Nervo, en fin. Esa es una crónica que escribieron los latinoamericanos y la escribieron sobre Latinoamérica y sobre Europa y sobre el resto del mundo, entonces la crónica funda la literatura latinoamericana en dos momentos, primero cuando los españoles escriben sobre América y después ya cuando los americanos escribimos sobre América y sobre el mundo, y sucede exactamente lo mismo con las utopías”, señala.

Y es esa función de crítica, la que le otorga al libro también un tono liviano, un humor irónico otorgado por las paradojas de las utopías y la ambición humana. Por ello Sí Hay Tal Lugar no es sólo un libro interesante, sino también divertido, uno que permite imaginar el viaje a una sociedad que pudo ser perfecta pero que no lo fue. Es, pues, también un libro entretenido al más puro tono de las crónicas de viajes del siglo 20 que invitan a visitar, más que a ser turistas, a perderse más que a sólo caminar.

La crónica es quizás el género que más íntima con la realidad y la realidad cambió, lo cual obliga a que la crónica cambie.

Entonces la crónica tiene que abordar la realidad y el viaje de una forma distinta, y a mí se me ocurre que una forma de hacerlo es a través de las ideas: si ya no podemos viajar a los lugares, porque todos los lugares son iguales, el mundo cada vez es más homogéneo y podemos ver cómo es cualquier pedazo del mundo en Google Maps, entonces busquemos lo invisible, viajemos a lo abstracto, recorramos las ideas”, concluyó el autor.

 

 

A LEER:

Sí Hay Tal Lugar

Federico Guzmán Rubio

Taurus, 2025

171 páginas

229 pesos

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