Internacional
Por Grupo Zócalo
Publicado el sábado, 18 de enero del 2025 a las 14:33
Estados Unidos.- El segundo mandato de Donald Trump, que dará inicio formal el 20 de enero, promete ser un período de actividad frenética en múltiples frentes. A diferencia de 2016, cuando su inesperada irrupción en la escena política sacudió los cimientos del Partido Republicano, Trump regresa con el apoyo consolidado de líderes y legisladores que parecen dispuestos a secundar su ambiciosa agenda desde los primeros 100 días.
Diversos analistas coinciden en que el panorama se ha transformado drásticamente: las cuatro décadas de Trump como personaje mediático, sumadas a su experiencia previa en la Casa Blanca, hacen que su mando —aunque divisivo— sea menos sorprendente que antaño.
En un nuevo contexto partidario, la expectativa recae sobre la velocidad y magnitud con que Trump emprenda acciones en ámbitos tan diversos como migración, impuestos, política comercial y reconfiguración gubernamental.
El politólogo Brandon Rottinghaus, de la Universidad de Houston, comentó a la cadena ABC que la relevancia de los primeros 100 días se ha intensificado:
“ Los votantes quieren resultados más rápido que nunca, por lo que los presidentes deben responder a esas demandas con celeridad”
Así, los esfuerzos de Trump por imponer su sello desde el primer momento podrían marcar la pauta de su segundo periodo y, al mismo tiempo, avivar la polarización que caracteriza la política estadunidense. ¿Qué podemos esperar, al menos, de sus primeros 100 días de regreso en la Casa Blanca?
La migración, el pilar de su presidencia
El tema migratorio ha sido, desde el principio, una de las banderas más visibles de Trump. En la campaña electoral de 2024 reiteró que “el primer día, lanzaré el mayor programa de deportación de criminales en la historia de Estados Unidos”.
Dado que la migración figuró como la segunda prioridad para muchos republicanos —solo detrás de la economía—, la Casa Blanca venidera perfila una serie de acciones con amplio respaldo partidario, incluidas redadas masivas y restauración de la política “Permanezcan en México”.
Stephen Miller, subdirector de política designado por Trump, adelantó que la bancada republicana en el Congreso impulsará un paquete integral que financie más agentes de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), barreras fronterizas, tecnología adicional y una mayor infraestructura de detención.
Sin embargo, no todo es tan sencillo. Tom Homan, zar fronterizo elegido por Trump, habría advertido en privado que la falta de fondos podría frenar las deportaciones masivas, y calculó que la administración necesitaría al menos 86 mil millones de dólares para iniciar esas operaciones.
Además, existe una creciente acumulación de casos en los tribunales de migración (cerca de 3.6 millones), lo cual complicaría el procesamiento y la resolución de órdenes de deportación. El expresidente de la Cámara, Newt Gingrich, advirtió sobre el riesgo de perder apoyo público si las deportaciones se perciben como excesivamente agresivas: “Si escuchas muchas historias de madres, bebés o niños deportados, el respaldo colapsará”.
Aun así, Trump insiste en medidas tajantes. En declaraciones a NBC News, reconoció que “incluso los niños que están aquí legalmente podrían verse arrastrados por las deportaciones”, señalando que es preferible “mantener a las familias juntas” para enviarlas a todas de regreso. Esta postura despierta críticas dentro y fuera del país, pero subraya la voluntad política de cumplir una de las promesas que más entusiasmó a su base electoral.
Reconfigurar la economía de EU… y, aparte, sumar los aranceles
Además de la migración, otro gran pilar de la agenda trumpista es la economía. Consciente de la relevancia que la inflación y los precios tienen para la mayoría de estadunidenses, Trump planea renovar su Ley de Empleos y Reducción de Impuestos (TCJA), aprobada en 2017 y que expira a finales de 2025.
Si la TCJA caducara, las tasas impositivas volverían a sus niveles previos, algo que el próximo presidente quiere evitar. No obstante, el costo de extender esas disposiciones —calibrado en aproximadamente 5 billones de dólares en la próxima década— podría topar con la resistencia de halcones fiscales que exigen recortes presupuestarios para compensar.
Otro factor es la presión de un grupo de legisladores republicanos que reclaman elevar o eliminar el límite de la deducción de impuestos estatales y locales (SALT). Esta parte de la TCJA afectó principalmente a residentes de estados con altos impuestos, como Nueva York y California, y varios congresistas han condicionado su voto a que se revise este punto.
Mientras se debate el tamaño del ajuste, Trump contempla también la posibilidad de abolir ciertos tributos, como el impuesto sobre las propinas y la seguridad social, medidas que generarían un intenso debate en el Capitolio.
La política comercial de Trump no ha dejado de generar titulares. En su primer mandato impuso aranceles unilaterales que sacudieron las relaciones con socios tradicionales. Durante la reciente campaña, prometió elevar en un 25% los aranceles a México y Canadá y aplicar un 10% adicional a todos los productos chinos, argumentando la necesidad de frenar la migración ilegal y el tráfico de drogas.
Al anunciar tales medidas, provocó inmediatas reacciones en México y Canadá, cuyos gobiernos advirtieron que tomarían represalias. Este escenario, según expertos, incrementaría los costos a los consumidores y agudizaría la inflación.
Trump permanece firme: “¡Este arancel permanecerá vigente hasta que las drogas, en particular el fentanilo, y todos los extranjeros ilegales detengan esta invasión!” sentenció en Truth Social.
Tal postura podría detonar tensiones adicionales en una economía mundial ya presionada por cadenas de suministro inestables y la persistencia de los efectos post-pandemia. Además, el mandatario electo considera crear un Servicio de Impuestos Externos para asegurar que Estados Unidos “cobre tarifas e ingresos procedentes de fuentes extranjeras”.
Resolver los conflcitos globales y cambiar alianzas
Otro rubro que acapara titulares es la promesa de Trump de resolver conflictos internacionales. Aunque había afirmado que terminaría la guerra entre Rusia y Ucrania antes de asumir el cargo, lo cierto es que su equipo adelanta que trabajará durante los primeros 100 días para negociar un acuerdo de paz.
De forma simultánea, con el acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, se espera la liberación de rehenes y estabilizar la región.
“ Este acuerdo de alto el fuego EPIC solo podría haber ocurrido como resultado de nuestra Victoria histórica en noviembre,” publicó Trump en Truth Social, sugiriendo que su inminente presidencia ha estimulado a las partes a dialogar.
El éxito o fracaso de estas iniciativas puede definir la política exterior del nuevo gobierno y su capacidad para proyectar liderazgo global.
¿Qué otras prioridades tiene en sus primeros 100 días?
Más allá de la migración, los impuestos y la política comercial, Trump tiene en la mira un conjunto de acciones igual de polémicas.
Una de las más comentadas es su intención de emitir más de 100 órdenes ejecutivas el primer día, afectando sectores como la energía —con la reversión de subsidios a vehículos eléctricos y la expansión de la perforación petrolera—, la educación —retirando fondos a las escuelas que promuevan lo que denominan ideología ‘woke’— y la gobernanza —al establecer un Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), comandado por Elon Musk y Vivek Ramaswamy, para recortar gastos federales.
Asimismo, se espera que adopte decisiones sobre el perdón a imputados por el 6 de enero y profundizar la remoción de funcionarios que participaron en investigaciones en su contra. En el ámbito educativo, planea recortar la influencia del Departamento de Educación y, potencialmente, eliminarlo.
Aunque tales promesas cuentan con respaldo en una fracción de la base republicana, generarían un choque frontal con legisladores y grupos cívicos que ven en estas medidas una erosión de derechos y equilibrios.
¿Qué tan factible es evaluar a Trump en sus primeros 100 días?
Evaluar a los presidentes por sus primeros 100 días es una tradición enraizada desde Franklin D. Roosevelt. Sin embargo, los politólogos advierten que estos meses iniciales no siempre anticipan con exactitud el curso de toda una presidencia. En el caso de Trump, su experiencia previa y la reorganización del partido a su favor podrían facilitar un arranque más eficaz que en 2017, aunque no todos los proyectos encontrarán un camino libre de obstáculos legales o de opinión pública.
Los sondeos reflejan que la polarización se mantiene alta. Mientras el 97% de los republicanos se declara muy optimista, solo el 10% de los demócratas comparte esa visión, según una encuesta de la Universidad de Monmouth. Independientemente de estas divisiones, la mayoría coincide en que la economía, con la inflación en el punto de mira, será la prueba de fuego para Trump.
La situación migratoria también centrará la atención, pues su base espera contundencia, pero la opinión moderada podría reaccionar negativamente ante escenas de redadas masivas o deportaciones de familias enteras.
En política exterior, lograr un acuerdo de paz en Ucrania o sostener la tregua en Gaza proyectaría una imagen de eficacia internacional, aunque no está claro qué tan realistas son dichas aspiraciones. A su vez, la implementación de medidas drásticas en el terreno comercial y el plan de un “Servicio de Impuestos Externos” exponen el ímpetu de su gobierno por redefinir las relaciones económicas, una apuesta que podría exacerbar tensiones globales.
El panorama, pues, está plagado de incógnitas como al inicio. Desde la inminente reforma a la política migratoria hasta la posibilidad de revertir la ciudadanía por nacimiento, pasando por aranceles radicales y amplias desregulaciones, Trump pretende marcar la agenda sin temor al disenso.
No obstante, la inercia del gobierno, las reacciones de la sociedad civil y los desafíos judiciales —como pasó en su primer mandato— podrían ralentizar o incluso bloquear los planes más audaces del presidente. Al final, el destino de su segundo mandato dependerá no solo de la convicción de un líder que regresa, sino de la compleja intersección entre el Congreso, las cortes y la opinión pública.
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