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Todo con un simple celular

Por Juan Latapí

Hace 1 mes

El último lunes del mes pasado, un joven de 17 años apuñaló a 11 personas mientras asistían a una clase de baile con música de Taylor Swift, en Southport, Inglaterra. Tres niñas de entre 6 y 9 años murieron a causa de aquel ataque, mientras el perpetrador era detenido.

En Inglaterra las leyes prohíben la publicación de los datos que puedan llevar a la identificación de un menor involucrado en procedimientos judiciales. En este caso, los datos del joven sospechoso -quien nació en Inglaterra- el juez se brincó la Ley y publicó los datos del joven hijo de migrantes.

Instantes después de que se diera a conocer la tragedia, se desató una avalancha de desinformación por medio de noticias falsas a través de las redes sociales, con claras intenciones racistas contra los migrantes, principalmente musulmanes. Las noticia falsas decían que el sospechoso del triple asesinato era un solicitante de asilo, con un nombre típicamente árabe, que había llegado a Inglaterra en un bote el año pasado y que estaba bajo vigilancia policiaca. En pocas horas, esa información publicada en varios portales alcanzaron 27 millones de visitas.

Con la propagación de esa información falsa surgieron protestas contra los migrantes y musulmanes, llegando incluso a la violencia dejando decenas de heridos. Esto es otra muestra del gran poder de la desinformación y la manipulación a través de las redes sociales, con opiniones falsas y discursos de odio emitidos por supuestos influencers que se hacen pasar como periodistas. Todo ello a través de un teléfono celular como el que todo mundo tiene.

Actualmente la dependencia de los teléfonos celulares es prácticamente inevitable, pero también se han transformado en un instrumento de comunicación excesiva. Por ejemplo, entre madres e hijos han generado una fotomanía compulsiva, convirtiéndose en un fenómeno social y tecnológico que está cambiando radicalmente nuestra forma de vivir. Estos dispositivos han puesto la fotografía y el video al alcance de todo el mundo y al tener acceso a una cámara, vamos por el mundo capturando todo lo que vemos, mientras vamos olvidando al día siguiente lo que hemos registrado el día anterior.

Decía Umberto Eco, que si ante esto nos detenemos a reflexionar, parece inexplicable que casi toda la humanidad ha sido presa del frenesí por el abuso de los celulares y haya dejado de mantener relaciones cara a cara, de contemplar el paisaje y de reflexionar sobre la vida y la muerte para dedicarse a hablar de manera compulsiva, casi siempre sin tener nada urgente qué decir.

La dependencia de los celulares ha llegado a tal punto que difícilmente podemos imaginar cómo sería nuestra vida sin ellos. Estas computadoras -que entre otras muchas cosas también sirven como teléfono- nos han ido esclavizando para vivir para ellos, ocasionando ansiedad o depresión cuando lo perdemos o se descompone.

Todo esto, y con el abuso de las redes sociales, poco a poco ha ido terminando con la capacidad de que los jóvenes formulen un pensamiento por su cuenta y vayan en busca de alguien que lo sugiera.

La omnisciencia de la web se ha convertido en su gran madre, capaz de viciarlos y hacer que poco a poco vayan apagando su cerebro encadenados en todo momento a su celular.

Hoy en día el abrumador exceso de información que recibimos a través del celular va dificultando el poder distinguir la información veraz de las viles mentiras como sucedió en Inglaterra, donde unos cuantos esparcieron mentiras para manipular a una parte de la población mediante el discurso del odio y la mentira. Trump es otro ejemplo de esto.

Esta situación es un fenómeno mundial y en México lo acabamos de ver en el pasado proceso electoral donde las mentiras, la desinformación y el discurso del odio, fueron apabullantes e incluso medios masivos serios cayeron en el engaño.

Algo similar está pasando en Monclova con el caso de AHMSA. El criminal vacío informativo -tanto de empresa como autoridades- ha dado pie para que cualquiera opine lo que se le antoje, sea cierto o una mentira.

Existen -principalmente en Facebook- una gran cantidad de páginas que se dedican a desinformar, en las que el insulto está a la orden del día, publicando mentiras que suenan veraces, algunos para presumir de bien informados y otros con avezas intenciones y lo único que provocan es confundir y polarizar. Tal parece que ya se olvidó que la unión hace la fuerza.

Decía Umberto Eco, que hasta hace poco el tonto del pueblo sólo vociferaba en los bares, pero hoy en día, “las redes sociales le dan derecho de hablar a legiones de idiotas”. Pero lo más increíble, es que sea por medio de un simple celular.

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