Coahuila
Hace 1 mes
El 23 de febrero de 1916 se abre un capítulo sombrío en el libro interminable de la Revolución Mexicana. Un día impregnado de convicciones y contradicciones que predominaban en esos tiempos. En el corazón de esa jornada, surgió la figura del General Félix Díaz, sobrino de Porfirio Díaz, quien una vez más tomó las armas, esta vez, para desconocer al Gobierno de Venustiano Carranza. Su plan, conocido como el Plan de Tierra Colorada, se asentó en el lecho convulso de un país que luchaba por reconstruirse, pero que aún sangraba por las heridas infligidas durante años de opresión y lucha interna.
El eco de su voz se alzó en defensa de la patria como una balada que busca enlazar los hilos de un pasado glorioso con la desilusión del presente. ¿Qué movía, entonces al General Felix Díaz? ¿La lealtad a un legado familiar o un deseo genuino de restaurar el orden, aunque ese orden fuera la sombra del viejo Porfirio? En 1912, ya había tomado las armas contra el Gobierno de Francisco I. Madero, cuestionando su legitimidad y reclamando una revolución que, más que en nombre del pueblo, se empeñaba en la restitución de lo que él consideraba un orden justo: el poder en manos de quienes, según él, sabían cómo gobernar.
Hoy, en este mundo convulso, los ideales que inspiraron a los Díaz resuenan con fuerza, pero también con ambigüedad. Las luchas pasadas nos hablan de un enfrentamiento entre la élite y el pueblo, eco que se repite en diferentes matices en nuestras contemporáneas luchas sociales. La defensa de un ideal puede ser noble, pero el discurso se complica cuando se observa la historia desde la distancia. Todos promulgan la justicia social, pero la Revolución, que debe ser liberadora —según se nos muestra en diferentes tiempos y culturas—, a menudo es utilizada como pretexto para perpetuar intereses con distinto matiz.
Una reflexión que nace al mirar el ayer nos lleva a cuestionar cómo defendemos hoy nuestros ideales. En lugar de la trinchera, contamos con redes sociales; lo que antes era el fuego del cañón, se ha convertido en el pulso de una publicación que puede volverse “viral”. Pero, ¿realmente estamos defendiendo principios de justicia o sólo estamos vibrando al ritmo del escándalo y la polarización?
En el marco del aniversario del Plan de Tierra Colorada, celebremos la memoria de nuestros antepasados como un acto de reconciliación y, en lugar de revivir enfrentamientos, busquemos diálogos que nos permitan entendernos, sin olvidar que la historia nos enseña los costosos precios de las guerras —ya sean cuerpo a cuerpo, económicas o sociales—.
Este día no debe ser sólo un recordatorio de divisiones, sino una invitación a construir puentes entre el pasado y el futuro. Que el espíritu de lucha de entonces inspire una búsqueda actual por el entendimiento y la justicia en un mundo que sigue anhelando cambios profundos. La patria se defiende hoy con palabras, con ideas, no con la fuerza bruta, sino con la promesa y el cumplimiento, de un futuro más justo para todos.
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