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| El doctor Luis Ríos Schroeder, exprofesor y exdirector de la hoy Facultad de Ciencias Químicas y excatedrático del Ateneo Fuente.

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‘Teníamos dedicación y pasión por la enseñanza’: Luis Ríos Schroeder; Maestros que Dejan Huella

  Por Jesús Jiménez 'Chuchuy'

Publicado el viernes, 10 de septiembre del 2021 a las 03:55


Por sus aulas pasaron poco más de 10 mil alumnos; el doctor Luis Ríos Schroeder impartió clases de química en el Ateneo Fuente, UAAAN, ITS y en la Fac

Saltillo, Coah.- “Llegué a Saltillo el 5 de septiembre de 1947, a las 7 de la mañana, en un autobús de la línea Anáhuac’, su terminal estaba en Lerdo y Allende, acompañado por Lorenzo Guerra Galván. Los dos veníamos a estudiar, nos recibieron en la casa de mis tíos en la calle Acuña, y después de desayunar nos fuimos al Ateneo Fuente”, así describe el profesor, maestro y doctor Luis Ríos Schroeder cómo fue su llegada a nuestra ciudad, procedente de su natal Piedras Negras. 

Con el tiempo, y gracias a su empeño por prepararse y adquirir el mayor conocimiento posible, se volvió un notable impulsor de la educación superior, impartiendo materia en el Ateneo Fuente, en la entonces Escuela Superior de Agricultura Antonio Narro, en el Instituto Tecnológico Regional de Coahuila (hoy ITS), y en la Facultad de Ciencias Químicas, de la cual llegó a ser director, afirma que fácilmente pasaron por sus aulas más de 10 mil alumnos. 

Surge la Escuela de Ciencias Químicas 

Entrevistado en el segmento Maestros que Dejan Huella, del noticiario Despega con Chuchuy de Tele Saltillo, el destacado educador rememora al Saltillo de los años 50 del siglo pasado: “Recuerdo que cuando llegamos le preguntamos al profesor Guillermo Meléndez Mata ¿cuál era la mejor institución para estudiar química?, y nos dijo que la Escuela de Ciencias Químicas del Ateneo Fuente, y era apenas el año que iniciaba, porque sus primeros cinco años perteneció al Ateneo”. 

Conservo aún los recibos de inscripción de esos años cuando fui alumno, y fue en nuestra graduación, la primera generación, cuando establecimos la plantación de un árbol como símbolo de vida y evolución, tradición que ha seguido en esa institución en estos primeros 75 años”, afirma el destacado educador.

Comparte que cuando daba clases en la Narro, “me traía árboles y los plantábamos, hicimos un bosque entre el edificio original de Ciencias Químicas y la biblioteca del Ateneo, y ahí permanecen, callados pero muy elocuentes, árboles que hablan del pasado pero también del presente”.

Cuestionado sobre el momento en que empezó a dar clases, comparte que un día le mandó hablar el director don José Cárdenas Valdés, “algo vio él en mí, entonces cursaba yo el último semestre de la carrera, andaba de pantalón vaquero y descamisado; entro a su oficina y me dice ‘van a quedar 15 horas vacantes y hemos pensado en que tú eres el indicado para dar esas clases’. Imagínate, venir de Piedras Negras y que antes de graduarte te tomen en cuenta para impartir química en el Ateneo, era algo por demás trascendente, y desde entonces el saco y la corbata se volvieron permanentes en mí”.

Comparte que jamás tuvo alumnos desordenados “o alguien que me faltara al respeto como maestro, no sé si por mi forma de ser o porque debíamos imponer orden para beneficio de ellos mismos cuando llegaran a ser profesionistas. Entonces los alumnos se sometían a las normas de una institución, no como ahora, que quieren que sea lo contrario, lo cual considero una equivocación muy grande”. 

 

Facultad de Químicas, de las más prestigiadas

Considera que la hoy Facultad de Ciencias Químicas es sin duda alguna una de las más prestigiadas en su tipo de todo el país, “pero cuando comenzamos había la zozobra de que podía ser cerrada, porque tenía muy pocos alumnos, pero comenzó a venir gente del norte y de otros estados, y fue creciendo”. 

Yo recuerdo que para su 15 aniversario me tocó escribir el epílogo de la invitación, y decía ‘esperamos que pronto tengamos un amplio edificio para esta gran escuela, y para cuando llegó a los 20 años, el gobernador don Braulio Fernández Aguirre, quien no era universitario, pero amaba la educación, con el pretexto de los 100 años del Ateneo Fuente, y como regalo a la Universidad, mandó fincar los edificios de la Rectoría, de la Escuela de Jurisprudencia y de nuestra amada y querida Facultad de Ciencias Químicas”. 

Considera como fundamental para la educación de las futuras generaciones que se sigan invirtiendo recursos en infraestructura educativa, y destaca la dedicación que tenían los profesores de su época. “Teníamos pasión por la enseñanza, y si algunos aspectos parecía que no caminaban (hablando de recursos) el ánimo y espíritu por salir adelante de cada alumno y de cada maestro nunca decayó”. 

Cuestionado sobre el crecimiento y desarrollo que hoy presenta nuestra región comparado con aquel Saltillo al que llegó a la mitad del siglo pasado, refirió: “Cuando llegué aquí, el edificio del Tecnológico estaba inconcluso, se había proyectado en un inicio para que fuera la sede de la Universidad, ya después se decidió que sería el Tec, pero no había más para abajo, ahí terminaba Saltillo, hoy tenemos una expansión tremenda”. 

Recuerdo que el gobernador Óscar Flores Tapia decía que cuando terminara el siglo 20 Saltillo tendría un millón de habitantes, yo le decía ‘no voy contigo’, porque la ciudad va a perder lo más sagrado y lo más preciado: su paz y su tranquilidad, y no cabe duda que el crecimiento demográfico trae sus beneficios, y que hay grupos empresariales muy fuertes generando desarrollo, pero también hoy tenemos muchas más inquietudes y zozobras”, afirma.

Era un Saltillo muy agradable, muy provincial, y les doy un ejemplo, iba yo a Bancomer de Victoria y Allende y luego al correo a recoger correspondencia a mi apartado postal, y de cada 100 personas que me encontraba, saludaba y me saludaban 99; pasó el tiempo y en el mismo recorrido, de esas 100 personas, quizá una me saludaba”.

 

El camino de la poesía 

Cuando me jubilo, el 31 de enero de 1982, pensando qué iba a hacer, y reflexionando que escribía de vez en cuando y que haciéndolo de repente me encontraba a mí mismo, me dije ‘sí se puede’, pero no había un circulo literario, y un día me encuentro a Patricia Valdés y me dijo sí hay uno, el Círculo María L. Pérez, y participando ahí pude desarrollar esa inquietud de expresar los sentimientos a través de la poesía”. 

Le cuestionamos cómo un ingeniero y doctor en Química escribía poesía, a lo que señaló: “La ciencia y la poesía son un complemento, porque la ciencia es poesía, muchos de los descubrimientos científicos se han basado en la imaginación y en las inquietudes, y muchas cosas que en la vida no se resolvían, en sueños y pensamientos se lograron resolver”.

El químico alemán (August) Kekulé dijo ‘permitirnos y dejarnos soñar, quizá luego encontremos la verdad’, y sobre esa base fundamental muchos científicos encontraron respuestas a las inquietudes que había en ellos”, expresó finalmente el excatedrático.

 

¿Quién es?

Es originario de la ciudad de Piedras Negras, donde nació en 1930.

Egresado de la preparatoria Benito Juárez en 1947 de su ciudad natal.

En 1947 ingresó a la escuela de Ciencias Químicas, entonces perteneciente al Ateneo Fuente, a la carrera de químico industrial. 

 En 1951 se graduó como químico industrial (segunda generación), y a principios de ese año comenzó a dar clases de Química en el Ateneo Fuente, asignación que siguió desarrollando durante todo su periodo como docente.

 Su generación fue la primera en celebrar un aniversario de la entonces Escuela de Ciencias Químicas, estableciendo la siembra de un árbol, costumbre que a la fecha sigue conservándose.

De 1951 a 1973 impartió clases en la Escuela de Ciencias Químicas, en las materias de Análisis Cualitativo, Análisis Cuantitativo, Fisicoquímica, Química Orgánica, Análisis Industrial, entre otras.

De 1952 a 1971 tomó diversos posgrados, maestrías y doctorados en las universidades de Austin, Berkeley (California), Carolina del Norte, Nueva York, Sao Paulo (Brasil), y la UNAM. 

Fue maestro fundador del Instituto Tecnológico de Saltillo, donde impartió clases de 1951 a 1956. 

 De 1959 a 1968 impartió clases de Química Agrícola en la Escuela Superior de Agricultura, hoy Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro. 

 Fue maestro del Colegio México.

En 1963 fue miembro fundador del Consejo para la Enseñanza de la Química.

 De 1968 a 1971 fue director de la Facultad de Ciencias Químicas, logrando importantes avances en sus instalaciones y en la adquisición de libros para su biblioteca.

De 1973 a 1982 continuó con clases de tiempo completo en el Ateneo Fuente. 

En 1973 inicia trabajos con Fonafe, relativos a la cera de candelilla y diseña una planta procesadora y blanqueadora de este producto.

En 1979 fue presidente de la Delegación Coahuila de los Profesionales de la Química.

En periodo comprendido de 1951 a 1982, se estima impartió clase a poco más de 10 mil alumnos. 

 En 1982 se jubila e inicia una empresa de compra y venta de materiales y productos químicos.

 

Escritor y poeta

 A partir de 2003 inicia una nueva profesión como escritor, formando parte del Círculo Literario María L. Pérez de Arreola, siendo presidente del período 2011 al 2012, durante el cual se elaboraron 2 libros de Antologías Poéticas al Ateneo por su 145 Aniversario y la Benemérita Escuela Normal por su 120 Aniversario.

Hasta la fecha ha publicado 5 libros de poesía, 8 antologías como co-autor, y 8 en proceso de publicación: Reflexiones Poéticas (Sonetos): 2004, 2005, 2006, 2007 y 2008.

En su acervo como poeta ha desarrollado cerca de 5 mil poemas de su autoría, en una amplia diversidad de temas, con métricas de sonetos, décimas y redondillas, incorporando una métrica novedosa (igualmente de su autoría) llamada Inverbo (poesía sin verbos).

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