Coahuila
Hace 4 meses
…Y tengo derecho de saludar al Presidente!
A los 12 años, Genaro Rodríguez se enfrentó al temible Estado Mayor Presidencial, que, como perros de presa, cuidaban celosamente al presidente Adolfo López Mateos durante una visita a Saltillo.
Introducido por su maestro de la escuela primaria Leandro Valle, por una de las ventanas del edificio de la Benemérita Escuela Normal del Estado, donde el jefe del Ejecutivo federal acudía a una ceremonia especial, Genaro fue descubierto por los “guardianes” presidenciales, despiadados individuos que intentaron echar fuera al valiente chiquillo, quien con sus gritos llamó la atención del Primer Mandatario del país: ¡Suéltenme cabrones! ¡Yo también soy mexicano y tengo derecho de saludar al señor presidente!
Ante lo agitado del ambiente intervino López Mateos y pidió que dejaran acercarse al pequeñín. Genaro expuso las carencias que tenía su escuela primaria, pues ninguna autoridad local quería hacerle caso. Este valiente personaje no cambió su actitud a lo largo de su vida, “Genarín” nos dejó varias enseñanzas de perseverancia y honradez, pues apenas cumplía los 7 años y ya luchaba por llevar algo de comer a la casa.
Casi todos los días de la semana se levantaba muy temprano para participar en el programa de Los Madrugadores, que conducía el primer locutor comercial que tuvo Saltillo, don Jesús Flores Aguirre en la radiodifusora XEDE, donde los concursantes eran niños y participaban en diferentes manifestaciones del arte, canto, baile, declamación, etc. Y los ganadores invariablemente eran tres que se llevaban cada uno dos litros de leche y una bolsota de pan muy surtido. Genaro siempre ganaba.
A Rodríguez y Rodríguez le gustó trabajar desde niño, ya vendiendo dulces o paletas de hielo, ya hojasé, arbusto silvestre que nace en el semidesierto y que sirve para males estomacales. Muchos pasajes hubo en la vida Genaro, quien recuerda al Saltillo que se nos fue, romántico y provinciano, con sus clásicas serenatas ejecutadas por la Banda de Música del Estado.
Genaro, siendo niño, tuvo un serio altercado con Pompeyo Sandoval, el director de la orquesta porque al niño se le ocurrió pedir a voz en cuello el corrido de Rosita Alvirez, melodía que no estaba incluida en el repertorio del grupo musical. El maestro Sandoval enfurecido mandó sacar del escenario de la Plaza de Armas al chamaco Rodríguez, a quien dos o tres policías azuzaron.
Una vez terminada su preparación técnica y comercial Genaro ingresa a trabajar en el Instituto Mexicano del Seguro Social, donde también vivió incontables aventuras, por su inquieta actividad y el deseo de ayudar, como en la tragedia ferroviaria que marcaría a Saltillo en el último tercio del siglo 20, donde cientos de personas murieron y miles resultaron lesionados, muchos mutilados cuando un convoy ferrocarrilero, atestado de feligreses procedentes de Real de Catorce, San Luis Potosí, donde se venera una imagen de San Francisco de Asís, volcó y los carros se telescopiaron en un lugar conocido como Puente Moreno, ahora parte de la nueva periferia de la ciudad.
Genaro estuvo tres días con sus noches, siendo un jovenazo, trabajando sin cesar, rescatando cadáveres y heridos, labor que hubo de suspender cuando le avisaron que su esposa estaba a punto de dar a luz y que el parto era de alto riesgo. La cigüeña le trajo a una hermosa niña, a quien impusieron el nombre de Olivia.
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