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Por Agencia Reforma
Publicado el martes, 27 de septiembre del 2022 a las 03:36
Ciudad de México.- A unos 20 años luz de la Tierra, en la constelación de Pegaso, el astrofísico Salvador Curiel Ramírez (Ciudad de México, 1957) y tres colegas “cazaron” a su segundo exoplaneta.
Referido como GJ896Ab, es un gigante gaseoso de poco más de dos veces la masa de Júpiter.
En la “caza” de exoplanetas, de los cuales al día de hoy se han encontrado alrededor de 5 mil, subyace el deseo de contestar cuestiones como por qué el sistema solar es como es; por qué hay vida en la Tierra, o al menos por qué nuestro planeta es el único donde -hasta donde sabemos- hay vida.
“ Se están buscando planetas que tengan características similares a la Tierra en órbitas adecuadas para que se pueda dar la vida, para tratar de contestar la pregunta ¿hay vida en otros lugares?”, refrenda el científico del Instituto de Astronomía de la UNAM, quien opina que en los próximos 10 años se podría triplicar o cuadruplicar el número de planetas encontrados fuera de nuestro Sistema Solar.
“ Y no estoy hablando de monitos verdes o de ovnis y ese tipo de cosas; no, simplemente vida. Ni siquiera sabemos si hay vida en el Sistema Solar fuera de la Tierra, todavía no estamos seguros; hay posibilidades, pero no estamos seguros”, agrega.
“ No se espera encontrar este tipo de planetas alrededor de este tipo de estrellas”, subraya Curiel Ramírez sobre el hallazgo, que tendría implicaciones importantes en la teoría de formación de planetas.
“ Los modelos actuales no pueden explicar la estructura que nosotros encontramos”.
Para encontrar a GJ896Ab los científicos vieron que “Si bien la astrometría en longitudes de onda de radio permite saber la masa de un planeta y su órbita, no es una técnica con la cual se pueda observar al astro directamente.Es decir, los investigadores no han visto a GJ896Ab, sino que, mediante este método de detección indirecta, han inferido su presencia a partir de estudiar la estrella en torno a la cual orbita, midiendo el apenas perceptible bamboleo que se produce por la interacción entre ambos objetos. Son movimientos pequeñísimos debidos al jalón gravitacional del planeta.
“ Si observamos una estrella en varias épocas a lo largo del año o a lo largo de varios años y detectamos un movimiento similar, podemos automáticamente concluir que esta estrella tiene al menos un objeto de masa pequeña que está girando en torno a la estrella”, explicaría a inicios del año pasado la astrónoma y astrofísica Gisela Ortíz León, parte de este grupo de investigación.
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