Arte
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Agencia Reforma
Publicado el lunes, 14 de abril del 2025 a las 04:05
Ciudad de México.- La artista Dulce Chacón (Ciudad de México, 1976) recorre jardines botánicos y arboledas nativas, ya sea de Tlatelolco a San Cristóbal de las Casas, o del Bosque de la Primavera tapatío a un huerto cualquiera, con el ánimo de conformar una suerte de archivo viviente de árboles y plantas. Así ha ido tejiendo una investigación sobre las relaciones etnobotánicas. Es decir, las interacciones entre personas y flora, usos y saberes adquiridos.
Pero más allá de un saber técnico, lo que busca Chacón es captar los gestos: cómo las plantas migran junto a los pueblos, cómo se adaptan, se injertan, como la vainilla, originaria de México y hoy preciada en la alta repostería francesa, o la ruda, introducida por las rutas coloniales y convertida en aliada fundamental de la herbolaria popular nacional.
En esa tensión, entre el desarraigo y el injerto, se finca su más reciente exposición: At the Forest Edge, recientemente inaugurada en el Kentler International Drawing Space, en Brooklyn, Nueva York.
La muestra está compuesta por más de 40 piezas con dibujos trazados con tintes naturales, como el muicle, el cempasúchil y el huizache, sobre papel, tela y fibras naturales, además de instalación. Una zona liminal, como sugiere la curadora Fernanda Ramos Meno, donde especies, saberes y corporalidades convergen y se alteran.
“La inmersión en el bosque”, escribe, “es una metáfora y una realidad: de lo que migra, de lo que hibrida, de lo que aún resiste”.
En la serie Efluvios (2024), por ejemplo, Chacón dibuja plantas que no existen. O mejor dicho: que existen en la imaginación: mezcla partes de pirul, tabaco, chicalote, cempasúchil, espinosilla, berenjena, cuatecomate, axohuaque… especies asociadas con la cura del “mal aire”, una dolencia que se adquiere al atravesar sitios cargados de muerte o violencia.
“Es un híbrido imaginario que toma forma a través del dibujo y, quizá, de un conjuro, de una receta”, explica la artista en entrevista a distancia, desde Brooklyn.
En Esquizos (2021-2023), reescribe una historia perdida: la de las plantas americanas que, durante la Colonia, fueron enviadas a Europa junto con informes de sus usos medicinales y simbólicos.
Recupera el término que usó el médico Francisco Hernández de Toledo, nombrado en 1570 Protomédico General de Nuestras Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, para nombrar sus apuntes botánicos: “esquizos”.
Para la muestra, la artista selecciona entre un centenar de dibujos un conjunto de 19 correspondientes a árboles, entre mezquite, amate, ceiba, copal, huizache, y los dibuja con delicadeza, acompañando cada imagen con notas caligráficas sobre sus propiedades. Como Hernández de Toledo, Chacón documenta. Pero, a diferencia de él, no busca clasificar, sino dar cuenta de una pérdida.
“Trabajo desde la idea del documento perdido, olvidado, calcinado en un incendio real o metafórico”, ha dicho.
A estas especies, la artista suma en la serie Cordycep (2022) al reino fungi; dibuja hongos que parasitan invertebrados, los utilizan como vehículo vital, “consumen los tejidos de su huésped, lo controlan y diseminan sus esporas hasta privarlo de la vida”.
Estos hongos aparecen en distintos puntos de la exposición como recordatorio de que la especie humana no sólo dialoga con plantas sino con otras especies y reinos.
Esa misma lógica aparece en Kajolal (2020-2025), un gran paisaje mural hecho con papel negro picado, elaborado con fibras de maguey y plátano. Sobre él, Chacón dibuja con gouache blanco las plantas utilizadas en San Cristóbal de las Casas para curar, comer o en rituales.
El contraste evoca el kajolal tsotsil, un abrigo oscuro tejido con lana de borrego, tierra negra y hierba amarga. La pieza se compone de módulos que suben y bajan, como si el paisaje estuviera en constante movimiento. En Deseos (2025), unas piedras halladas en el Bosque de la Primavera -envueltas en amarres- son reinterpretadas con hilos, como si cada nudo revelara un deseo petrificado.
Mientras que en Condiciones de montaña son… (2025), la artista transcribe a mano las palabras de Fray Bernardino de Sahagún sobre las montañas de la Nueva España: “Son lugares cavernosos, solitarios, llorosos…”.
Cada reiteración de “lugares” es un anclaje, una forma de buscar dónde apoyar los pies, de acuerdo con la curadora de la muestra.
At the Forest Edge, exposición que pudo viajar a Brooklyn con el apoyo de la Fundación Jumex Arte Contemporáneo, permanecerá abierta al público hasta el 11 de mayo.
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