EL 31 DE OCTUBRE es una fecha que, en muchas culturas, se asocia con la memoria de los difuntos. Sin embargo, este día también debe ser un recordatorio de un momento crucial en nuestra historia reciente.
EL DÍA EN QUE nuestro estado de derecho y la democracia sufrieron un golpe profundo y doloroso. Este no es sólo un lamento por las vidas perdidas, sino también un lamento por la erosión de los principios que sustentan nuestras instituciones y nuestra convivencia pacífica.
LA REALIDAD ACTUAL, donde las decisiones gubernamentales parecen ser cada vez más inimputables, plantea serias interrogantes sobre el rumbo que estamos tomando como sociedad.
NOS ENCONTRAMOS en un, se hace lo que digo y se acabó. Este tipo de afirmaciones reflejan un desprecio alarmante por el diálogo y la rendición de cuentas, elementos esenciales en cualquier democracia saludable.
LA PÉRDIDA del derecho de amparo, contra acciones del gobierno, es un síntoma crítico de esta situación. Este derecho, que ha sido un pilar en la defensa de los ciudadanos frente a los abusos de poder, se ha visto debilitado en un contexto donde la arbitrariedad gana terreno.
CUANDO LOS ciudadanos ya no pueden recurrir a instancias que protejan sus derechos, se abre la puerta a un despotismo encubierto que amenaza con desmantelar las conquistas sociales logradas a lo largo de décadas.
ESTE DESPOJO de derechos, tiene un impacto devastador en la sociedad. La desconfianza hacia las instituciones se convierte en un caldo de cultivo para la desesperanza y el desencanto.
LA DEMOCRACIA se convierte en un mero espejismo. La historia nos ha enseñado que el silencio ante la injusticia es complicidad y siempre hemos pagado cara la apatía.
EL GOBIERNO Federal le vendió al pueblo sin conocimiento legal, el hecho de los excesivos salarios y prestaciones de los jueces y magistrados para acabar con nuestro estado de derecho y el pueblo cayó en la trampa.
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