Coahuila
Hace 3 meses
Septiembre de 2024 puede ser tan relevante como septiembre de 1824, cuando se instaura el país al transitar de la monarquía española a la República Mexicana, aunque nuestra actualidad todavía no figure en los libros de texto ni sea un canon oficial, o suene a disparate.
Doscientos años después de la consumación de la Independencia se avecina una demolición silenciosa. Sin TNT pero igual de destructiva. Existen las condiciones para cambiar el régimen político de la República por una Autocracia Democrática o una Narcodictadura Constitucional. Dicho sea esto sin exageraciones.
Es el regreso a la jaula (de la dependencia). Ahora sí, en los hechos, una cuarta transformación tras un sexenio donde sólo se socializó el concepto sin materializarse.
Se conjugaron las peores circunstancias en el peor momento político. Un Presidente en funciones que no ha facilitado el proceso de transición adelantada, considerando que su sexenio acaba dos meses antes de lo habitual y, por el contrario, ha entorpecido -por lo menos en lo inmediato, tiempo y espacio- los planes de la Presidenta electa, al obligarla, desde el fin de semana posterior a la jornada electoral, a viajar con él y literalmente acompañarlo de la mano por los estados del territorio cada viernes, sábado y domingo, en una especie de gira de despedida para él y presentación en sociedad para ella (como si hace tres años no supiéramos que #EsClaudia), simbólica por lo demás, pues lo legal entre ambos sería una entrega-recepción en forma, con datos y estadísticas para el diagnóstico, no la estafeta de compromisos que quedan inconclusos para el régimen en cada entidad federativa.
¿Conoce Claudia Sheinbaum, a 30 días de tomar protesta y colocarse la banda presidencial, el estado real de las finanzas o la situación de seguridad nacional, gravísimos los dos?
No existe un modelo único de transición, sin embargo, ese acaparamiento de la figura presidencial en ciernes, a manera de marca personal, ha impedido en los últimos 90 días la asunción plena de la cadena de mando, si bien constitucionalmente inicia su periodo a partir del 1 de octubre.
Con mayoría sobrecalificada en la Cámara de Diputados y a punto de consumar en la Cámara de Senadores la calificada simple, la Legislatura que inicia hoy es gasolina en las manos de un pirómano.
Y aún queda un mes para incendiar la parcela y el pastizal completo.
A quién deben obediencia política en este momento los representantes populares de Morena y aliados, protagonistas del desaguisado que se cocina; al que se va o a la que llega. Naturalmente no son lo mismo uno y otra. Con quién se identifican y cuáles son sus expectativas de nación para el futuro inmediato. ¿Acaso las tienen?
Una cosa es el presunto movimiento y su autoría, y otra las instituciones del Estado Mexicano. No se suplantan. El dueño de uno no es por derecho divino el detentador de las otras.
En La Silla del Águila no caben dos personas y eventualmente sucederá lo inevitable: el desplazamiento. Cortés, o con el uso de la fuerza.
La historia de México es cíclica y ofrece tres alternativas (entierro, destierro y encierro) para el expresidente que se resiste al designio del séptimo año: alejarse y en silencio.
Es un asunto hasta de física, pues dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo.
Cortita y al pie
En la víspera de que suceda, sin embargo, queda un mes. Probablemente el más importante de los últimos 30 años, tomando como referencia el diciembre del “error” en 1994.
Sin mayores cambios ni mucho menos modificaciones profundas al sistema político más allá de la destrucción institucional y el control de la narrativa desde que tomó el poder en 2018, ese adeudo individual se puede saldar en cuatro semanas de intensa tramitación legislativa.
La última y nos vamos
El bastón de mando tiene GPS y establece un mecanismo de control remoto pero el 1 de octubre se desactiva y desprograma por las reglas no escritas del presidencialismo mexicano y sus mil formas de “matar al padre”.
Entonces cantará otro gallo.
Mientras tanto, los 30 días más trascendentales de los últimos tiempos comienzan hoy. “No va a haber descanso. Todo está programado minuto por minuto”, advirtió el presidente de Morena, próximo secretario de Educación (cargo que alguna ocasión ocupó Vasconcelos, irónicamente, el constructor de instituciones).
Ni siquiera ellos, los artífices de la reforma más radical de la democracia mexicana, saben cómo terminará el calendario. Como en el estado totalitario de Los Juegos del Hambre.
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