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Coahuila

Semana Santa: Pasión de Cristo

Por Cholyn Garza

Hace 4 semanas

Los recuerdos vienen a la mente una vez más.  Recuerdos imborrables que, gracias a Dios, permanecen aún vivos en la memoria y que hoy quiero compartir con ustedes.

De niña, durante la Semana Santa o Semana Mayor de la Cuaresma, acudía con mi mamá y mis adorables abuelas a los oficios que se celebraban en las iglesias.  En esa época las damas se cubrían la cabeza con una mantilla. 

Recuerdo que la mía era de color blanco y la de las señoras, de color oscuro, en señal de duelo por el momento que se vivía. 

Cubrir la cabeza se usó por mucho tiempo.  Fue un símbolo de respeto al ingresar a nuestra iglesia católica y la verdad, en lo personal, me agradaba que así fuera. Quizá porque crecí con esas enseñanzas.

Esa tradición, obligación o un deber en las mujeres, permaneció por mucho tiempo y se acentuaba en los días santos. Eran días de verdadero recogimiento. 

Era muy pequeña para comprender muchas cosas, pero las respuestas fueron llegando poco a poco. ¿Por qué estaban tristes las mujeres en la iglesia? ¿Por qué algunas de ellas derramaban lágrimas?

Me impresionaba, por ejemplo, ver el rostro de la Virgen Dolorosa, con sus lágrimas tan reales.  La figura del Nazareno, con su rostro ensangrentado, su mirada triste pero llena de amor, soportando una corona de espinas colocada sin piedad sobre su cabeza.

Eran figuras que se veían tan reales, elaboradas por verdaderos artesanos, grandes artistas que daban realce a los sentimientos. 

Los años no pasan para ser ignorados sino para vivir acontecimientos que van a ser parte de nuestra existencia.  Existencia donde experimentaremos una serie de emociones para compartir.

Eran días santos, días de recordar, de revivir con representaciones pasajes de un acontecimiento doloroso que, si bien estaba escrito que sucediera, es considerado la peor traición que se pudo cometer. Traición contra un hombre bueno, el Hijo de Dios, que aceptó con gran humildad “cargar” con todos los pecados de la humanidad. 

Ofrendó su vida en obediencia al Padre y por verdadero amor a todos nosotros para nuestra salvación.

Y a pesar del tiempo transcurrido, del sacrificio enorme a que fue sometido Jesús, el Mesías, el hombre bueno que fue humillado y sacrificado, ha continuado “viviendo” de alguna manera su pasión.

Mas de dos mil años han transcurrido, generaciones han existido en todo este tiempo y con tristeza observamos que los seres humanos no hemos aprendido mucho de aquel triste y doloroso episodio.

Y si no lo hemos hecho es porque no hemos valorado el sacrificio de Jesús, clavado en la cruz.

Mujeres hoy lloran con desesperación y angustia; lo hacen porque no encuentran a sus hijos desaparecidos.  Jóvenes que partieron del hogar paterno con la ilusión de encontrar trabajo para ganarse honradamente el sustento y poder ayudar a sus padres.

Gente joven, hombres y mujeres que han acudido al llamado engañoso de un aviso que ofrecía un aparente salario digno.  Ilusiones frustradas, vidas tomadas por verdugos que deciden a quien sacrificar.

Cristo sufre, porque gente buena y profesional es destituida de sus cargos en dependencias, para cederlos a individuos sin preparación que estarán al servicio del crimen y no de la justicia.  Las leyes se acomodan a los intereses de malvados.

Su pasión continúa porque Él, que tanto amor sintió por los niños, observa que se van apagando vidas de muchos pequeñitos con el consentimiento absurdo y cruel de gobernantes y autoridades que se roban los recursos. Recursos que deberían ser utilizados en medicamentos para personas enfermas de cáncer y otros padecimientos.

No hay amor, no hay piedad, no hay empatía, por lo tanto, no existe generosidad. Hay ambición, ruindad, cobardía y traición en aquellos que deberían velar y garantizar el verdadero bienestar de la gente.

Gobernantes inútiles van acumulando riquezas personales, destruyendo lo que no les pertenece.   Y se “lavan las manos” cual Pilatos lo hizo. Y lo peor, no hay castigo para ellos porque se escudan en la protección de quienes deberían velar, garantizar y ofrecer tranquilidad a la nación.  La obediencia no aplica para aquellos que traicionan a su patria.

La Pasión de Cristo se vive y continúa con aquellos falsos profetas que creen que darse “golpes de pecho” los hace mejor que otros.  Es decir, “viven” una religión a su conveniencia, pero se evidencian con sus acciones.

Vivamos nuestra fe. No olvidemos que Cristo vive en el corazón de cada ser bondadoso, que ama y sigue sus enseñanzas. No claudiquemos; es un trabajo de todos los días para hacer de nuestro mundo, un lugar mejor para vivir. Felices Pascuas de Resurrección.

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