Recuerdo exactamente dónde estaba cuando supe que Juan Gabriel había muerto. Era un domingo precioso. Yo comía con mi familia en un restaurante detrás del Zócalo de la Ciudad de México y hubo una gran conmoción. Algunas personas lloraban. Muchos miraban la televisión con la noticia, un mariachi se puso a tocar y los comensales, desde sus mesas, empezaron a cantar a Juan Gabriel, juntos, como si se conocieran.
En ese momento, recordé mi infancia en Cuba escuchando a Juan Gabriel. Las tardes de domingo, con mi familia tocando música mexicana, las fiestas familiares. Y claro, todas las borracheras de la adultez. Juan Gabriel como esta presencia en cada boda, ruptura, en cada festejo que de verdad importa. Juan Gabriel como esta figura icónica, siempre meneando la cadera, moviendo la cabeza al compás de la música o haciendo pausas dramáticas en momentos claves de sus presentaciones en vivo.
Cuando estaba embarazada de mi primer hijo, hace 13 años, pasaba las tardes sola en casa, cantando a Juan Gabriel, celebrando mi maternidad, mi feminidad, de un modo íntimo y profundamente feliz. Juan Gabriel era mi conexión con México, que comenzó mucho antes de que me mudara de La Habana a Veracruz, en 2001, y comenzara mi viaje como una mujer cuyo país son dos países.
Quizá es porque siempre he asociado a Juan Gabriel con momentos intensos y casi todos felices que me ha sorprendido tanto la experiencia de escuchar Mi Divo, el nuevo podcast sobre Juanga. Durante meses, desde el año pasado, sabía que mis compañeros de Futuro Media, la compañía productora que dirijo en Nueva York, estaban produciendo un podcast bilingüe sobre “El Divo de Juárez”. Ahora, que acaba de estrenarse, esperaba una experiencia festiva, relajante. Y claro, el podcast me hizo volver a ver el maravilloso video del concierto de Juan Gabriel en Bellas Artes, a mis recuerdos de tantos momentos felices, pero también me hizo llorar, me hizo cuestionar mi relación con México, mis raíces, mi identidad binacional. Y sobre todo, me hizo reflexionar sobre cómo la vida de Juan Gabriel tuvo y tiene un impacto profundo en la comunidad LGBT latinoamericana y, ahora lo sé, en los latinos en Estados Unidos.
Mi Divo es una historia que se puede oír en inglés o en español en cualquier plataforma de podcast. Quien lo conduce es María García, una mujer inteligente y dulce, muy aguda, que trabaja como editora ejecutiva de podcasts en Futuro. Antes de este proyecto, triunfó con otro podcast investigativo sobre Selena. Ahora, decidió revelar que está enamorada de una persona no binaria, y compartir sus propias batallas como persona queer, inspirada por su relación emocional con Juan Gabriel.
Y al hacerlo, encontró como reportera secretos de Juan Gabriel que nunca antes se conocieron. Por ejemplo, yo sabía que Juan Gabriel creció pobre, en Juárez, pero no estaba enterada de que sufrió abuso sexual cuando era pequeño, por parte de un sacerdote. Mucho menos imaginé que habría documentación en un archivo histórico acerca de este episodio terrible en la vida de alguien que siempre significó para mí alegría y exuberancia.
Yo sabía también que Juan Gabriel había estado en la cárcel cuando era joven, pero no imaginaba que, en parte, era por un episodio desconocido de su vida sexual, y como una consecuencia de la discriminación hacia la comunidad gay en el México del siglo XX.
Menos aún sabía que, en el Archivo General de la Nación, había documentos perdidos que contenían un testimonio de Juan Gabriel sobre su sexualidad, después de años creyendo que su icónica respuesta de “lo que se ve no se pregunta” era lo más cercano a una confirmación suya acerca de su homosexualidad.
Quizá una de las pocas cosas de las que me arrepiento en la vida es que nunca vi en vivo a Juan Gabriel. Ahora, encontrar a este ser íntimo, que ha marcado a tantas otras personas LGBT, como mi compañera María, me ha regalado un Juan Gabriel mucho más humano, mucho más vulnerable, mucho más complejo, incluso en su relación con el poder, en la que no había pensado nunca. Los secretos de Juan Gabriel que encontré en este podcast me han ayudado a humanizar a uno de mis ídolos. Me han confirmado, muy profundamente, por qué relatar la realidad de México, compleja y diversa, es uno de los grandes honores de mi vida.
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