Nacional
Por
Agencias
Publicado el domingo, 5 de junio del 2011 a las 14:00
PROCESO | México, DF.- Las narcotorturas aplicadas por los cárteles de la droga en México han rebasado todos los límites conocidos, a tal grado que, según especialistas, estamos ante el derrumbe del edificio que nos configuraba como humanos, pues el narcotráfico volvió a sacar nuestro lado salvaje.
Lapidación
» En noviembre de 2007, en una playa cercana a Acapulco, Playa Olvidada, la Policía guerrerense y la Armada de México encontraron los cadáveres de dos entambados en cemento.
Desollamiento
» En abril de este año en Tepic, Nayarit; recargado en los barrotes de un puente se encontró el cadáver de un despellejado al que le cortaron las manos.
Los mensajes
» Existen códigos mediante los cuales los narcotraficantes se envían mensajes entre sí:
» Soplones: se les corta o se les saca la lengua.
Ladrones: les cortan los dedos.
Testigos incómodos: les sacan los ojos o les cortan las orejas.
‘Ojo por ojo’
» La lucha entre los cárteles mexicanos y el crecimiento de la violencia en el país está superando a la Ley del Talión del “Ojo por ojo”; ahora los grupos criminales cada vez utilizan técnicas más salvajes para castigar a sus víctimas.
El criminólogo y sociólogo Daniel Cunjama, profesor-investigador del Instituto Nacional de Ciencias Penales (Inacipe) y especialista en el tema, señala: “Las llamadas narcotorturas –que incluyen la ejecución, pues es muy raro que un torturado salga vivo– se dan en un escenario desbocado, donde todos los límites han desaparecido. Estamos ante el derrumbe del edificio que nos configuraba como humanos y que tiene que ver con el altruismo, la piedad o la dignidad que inculcan las legislaciones humanistas o los preceptos religiosos.
“Basta citar la pena de muerte, prohibida por nuestra legislación y rechazada por la Iglesia con el ‘no matarás’. Sin embargo, la pena de muerte diariamente la aplica el crimen organizado. Las ejecuciones y los ajustes de cuentas se están convirtiendo en lo más común y normal en México. Es un fenómeno cotidiano que se ha incrementado muchísimo”.
En el estudio “Decapitados y narcomensajes: el lenguaje del crimen”, incluido en el libro “Criminología Reflexiva”, coordinado por Cunjama, se dan cifras sobre este acelerado incremento de la tortura y de las ejecuciones, con base en estadísticas de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
De 2001 a 2005, había entre mil y mil 700 ejecutados al año. En 2006, la cifra llegó a los 2 mil 221. En 2007 alcanzó los 2 mil 712. Y en 2008 esta cifra casi se duplicó, alcanzando las 5 mil 585 ejecuciones. La tendencia sigue en aumento.
Cunjama explica la razón: “Vivimos un crecimiento del tormento-muerte que incluso supera la Ley del Talión del ojo por ojo, que es hacer padecer al otro un daño igual al que nos infligió. En la lucha entre los cárteles no funciona así. Es más bien: ‘Si tú le sacas un ojo a mi compañero, yo a ti te saco los dos y aparte te corto un brazo’. La respuesta es una tortura cada vez más atroz, una escalada de tormentos, decapitaciones y mutilaciones que no tienen fin”.
-¿Cuál es el objetivo de la tortura?
“Es un acto de venganza o, bien, un instrumento para sacar información al enemigo, en el contexto de la lucha por los mercados de la droga. Tiene también un objetivo secundario, lo que nosotros llamamos de “prevención general”, que es exhibir los cuerpos torturados para que sirvan de lección a los enemigos o atemoricen a la gente. Es como decir: ‘Vean, a mí no me tiembla la mano’.
“Toda tortura es cruel, provoca sufrimiento, resquebraja la autoestima, la dignidad y las resistencias axiológicas del torturado”.
Torturar, una especialidad
En sus decomisos al narcotráfico, el Ejército Mexicano suele encontrar instrumentos de tortura –como garlopas para desollar, sopletes para quemar, torniquetes, cuchillos para mutilar, etcétera–, que ya está separando de los otros objetos decomisados, a fin de analizarlos, revelaron fuentes castrenses al portal de noticias Terra, en una nota publicada el 9 de mayo de 2010.
Según esta información, en 2009 se decomisaron más de 300 instrumentos de tortura: navajas, astillas, engrapadoras, sierras, embudos, martillos, mazos, pinzas, ácidos, bates, picahielos y hasta sal en grano para las heridas.
Y se detalla que, en un operativo militar realizado en el municipio de Camargo, Tamaulipas, el 13 de abril de 2010, se localizó una bodega de un cártel con “seis tablas de tortura”, en las que se colocaba a las víctimas para azotarlas o desgarrarles la piel.
Las fuentes castrenses señalaron que la mayoría de las organizaciones delictivas recurren a la tortura, sólo que algunas añaden el tiro de gracia.
Y agrega Cunjama: “Los instrumentos de tortura hallados en los decomisos son evidencias de que, en lo interno, las organizaciones criminales tienen una división del trabajo muy marcada, como cualquier empresa. Tienen personal dedicado exclusivamente a torturar y, digamos, un departamento o área de tortura.
“Así trabajen en un cártel, no todas las personas son capaces de dedicarse a esta actividad tan cruel. El torturador necesita tener un perfil muy especial. Un requisito indispensable es que debe carecer de todo sentimiento de culpa, para que así pueda sacarle los ojos a una persona o descuartizar a un niño. Esta característica es importantísima”.
Un caso muy sonado es el de “El Ponchis”, un niño de 14 años del Cártel del Pacífico Sur que se dedicaba a torturar y asesinar. Por Internet llegaron a circular fotografías suyas en las que aparecía degollando a sus víctimas o portando rifles de alto poder.
La historiadora Evelyn Valle Contreras, especialista en métodos e instrumentos de tortura, comenta que las prácticas sanguinarias de estos torturadores –los degüellos de “El Ponchis” y la desintegración con líquido que llevaba a cabo “El Pozolero”– son muy viejas.
“El narcotráfico está incorporando métodos ya utilizados anteriormente. Está repitiendo las mismas actividades para dar tormento y muerte. Sólo que ahora, por ejemplo, practica el degüello con instrumentos más simples”, dice.
La especialista deambula por los oscuros recintos de lo que fue el Palacio de la Inquisición. Eran las mazmorras donde se confinaba a los herejes en la época colonial.
Hoy, ahí se exhibe “Cárceles de la Inquisición/ Procesos y Tormentos”, una amplia muestra de los instrumentos de tortura utilizados por la Iglesia novohispana en ese mismo sitio: el cepo, el potro, el garrote, el péndulo, tenazas para quitar la piel, látigos, horquillas…
Valle se detiene ante una tosca silla de madera, cuyo respaldo es un asta con un collarín de acero, el cual se abre o se cierra al mover un torniquete:
“Este es el famoso ‘garrote’. El cuello de la víctima se metía al collarín que, al irse cerrando, ocasionaba la muerte. Una variante era ‘La catalana’, en la que del collarín salía poco a poco una punta metálica que provocaba el degüello.
“Se censura mucho a las sociedades de entonces por recurrir a estas crueldades. Pero en la actualidad estamos repitiendo sus mismos métodos e incorporando otros nuevos. El narcotráfico volvió a
sacar nuestro lado salvaje”.
Indica que la vieja práctica de la lapidación se manifiesta hoy con los llamados “entambados en cemento”; consiste en meter a la víctima –colocada de pie– en un tambo, para luego rellenarlo con cemento fresco que, al petrificarse, inmoviliza totalmente al torturado hasta provocarle la muerte por sed o inanición.
Más sobre esta sección Más en Nacional
Hace 4 horas
Hace 4 horas
Hace 5 horas
Hace 5 horas
Hace 6 horas
Hace 6 horas
Hace 7 horas
Hace 8 horas
Hace 9 horas
Hace 9 horas
Hace 9 horas
Hace 9 horas