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Coahuila

Remembranza de una catástrofe

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 2 dias

Un incendio destruyó el archivo de la fundación de la ciudad
Cuenta la leyenda que cuando apenas la población de Saltillo tenía tres años de haber sido elevada a la categoría de Villa, un incendio destruyó casas consistoriales, iglesia, armas, municiones, archivos, entre ellos, el acta de la fundación de la colonia.

En la rústica iglesia de postes de madera y techo de ramas secas, de árboles derribados por el hacha de los colonizadores, se celebraba con todo boato y con la concurrencia de casi todo el vecindario la fiesta cristiana de la Advocación de la Santa Cruz, el 3 de mayo de 1559. Repentinamente, una ráfaga de viento se abate sobre la improvisada techumbre y uno de los flancos del incipiente altar en que ardían unos cirios, literalmente prendió la mecha de la destrucción y cundió el pánico entre los asistentes que poco o nada, pudieron hacer para salvar principalmente los documentos de la fundación del Saltillo del Santiago del Ojo de Agua.

Con estupor (asustados y apanicados) los habitantes escucharon las detonaciones en las casas consistoriales y vieron como volaban ardiendo por los aires, postes, techos, muebles, papeles arcabuces y balas, que constituían las casas del cabildo, cárcel pública, depósito de pólvora y municiones de guerra; muebles de oficina y archivo de la población.

Las autoridades, el pueblo y los soldados del Presidio del Saltillo del Ojo de Agua, tras la confusión, hicieron esfuerzos por combatir el incendio. Todo fue en vano, pues hasta algunas casas particulares, como las de Cristóbal Pérez, Diego Rodríguez y Pedro de Murga, fueron consumidas por el fuego, habiendo perecido dos niños y un inválido.

Los primeros pobladores de la capital de Coahuila,  tan pronto como se dieron cuenta de la magnitud de la catástrofe, comprendieron que habían quedado inermes y sus intereses y vidas a merced de la voluntad de los indios originarios y  salvajes que vagaban por las inmediaciones  con malos fines, que llenó más de consternación a los iberos y portugueses asentados en nuestra ciudad, bajo el mando de Alberto Do Canto y Dias de Vieira, y Francisco de Urdiñola,  por cuya razón su consternación no tuvo límites.

Dramatizando el hecho, imaginemos como caen ramas y hojas secas   que impulsadas   por el viento que  los inflama y lanza  hasta los resinosos postes de un costado del altar,  que arde y  explota, luego   el  fuego invade todo el recinto  sacro. Lógico es suponer que el pánico se apodera de los concurrentes y sacerdotes que huyen despavoridos para ponerse a salvo. Entre tanto, el viento arrecia.  La iglesia entera   es una inmensa bola de fuego, cuyas llamas llegan a las construcciones vecinas y muy pronto arde la manzana entera, donde ahora se localiza el Palacio de Gobierno de Saltillo.

Inútiles fueron los esfuerzos, tristemente los valiosos documentos convertidos en cenizas quedaron bajos los escombros de las construcciones que se derrumbaron.

 

*Tomada del compendio de la Antigua historia de Coahuila y Texas, original de Mardonio Gómez.

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