Ciudad de México.- El techo del Templo de Nuestra Señora de la Asunción, en Santa María Huiramangaro, en Pátzcuaro, resguarda un tesoro que había estado oculto por más de 80 años.

Desde hace una década, las restauradoras Gabriela Contreras y Joselia Cedeño, egresadas de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), han encabezado la tarea de devolverle el esplendor a este espacio sacro del siglo 16, que custodia uno de los retablos más antiguos de Michoacán, así como un techo policromado que evoca la figura de mártires, hombres y mujeres que se convirtieron al cristianismo y que sacrificaron su vida por la fe.

El proyecto comenzó en 2014, cuando el muro testero del retablo principal estaba en riesgo de colapso.

Esto llevó a desmontar el retablo y, aunque no se contaba con los recursos necesarios para intervenirlo de inmediato, las restauradoras quedaron fascinadas por la riqueza patrimonial del lugar.

“Sabíamos que debíamos hacer algo. Presentamos un proyecto inicial para restaurar cuatro pinturas de caballete del retablo principal, lo cual marcó el inicio de esta aventura”, relata Contreras.

Desde entonces, las intervenciones han contado con recursos de la asociación civil Adopte una Obra de Arte y de la Secretaría de Cultura federal, a través del Fondo de Apoyo a Comunidades para Restauración de Monumentos y Bienes Artísticos (Foremoba), así como de su par michoacana, el Ayuntamiento de Pátzcuaro y la comunidad de Santa María Huiramangaro.

Catequesis plástica

El templo, edificado por la orden franciscana, destaca por su arquitectura de una sola nave con muros de adobe y piedra. Su altura es de 7.53 metros y su ancho de 6.30.

En el interior, el techo policromado sobre el presbiterio presenta una narrativa visual que incluye representaciones de santos mártires, así como de la Sagrada Familia con Jesús niño portando el hábito franciscano.

“Es una obra llena de simbolismo, una verdadera catequesis visual”, explica Cedeño, quien añade que, en el proceso de restauración, el equipo identificó tres capas pictóricas superpuestas en el techo del presbiterio.

La más antigua, del siglo 16, contiene imágenes de santos como Pedro y Pablo, las santas Catalina de Alejandría y Águeda de Catania, y la Sagrada Familia con la representación franciscana del Jesús niño.

La temática de esta capa remarca la vida de los primeros mártires cristianos, una iconografía que cayó en desuso en el siglo 17, cuando comenzaron a predominar representaciones de la Virgen María y otras escenas de la iconografía católica.

De acuerdo con las restauradoras, el análisis técnico reveló que, en el siglo 17, se añadieron óleos con tonalidades vibrantes, como verdes y naranjas, para resaltar los volúmenes de las figuras.

En el siglo 20, durante una remodelación en los años 40, se aplicó un repinte general con pintura blanca y diseños azules que alteró significativamente la apariencia del lugar y ocultaron la riqueza plástica y policromada del espacio, pero, a pesar de ello, los repintes respetaron en gran medida el diseño original.

Los trabajos de recuperación del techo del presbiterio incluyeron la limpieza de polvo y residuos de aves, fumigación contra insectos, consolidación de galerías con cola de conejo, injertos de madera, reforzamiento de tablas, eliminación de repintes modernos y reintegración cromática con pinturas al barniz en áreas deterioradas.

Además, se restauraron elementos arquitectónicos como canes, tabicas y cordones franciscanos que forman parte de la techumbre exterior del templo.

El retablo principal, de estilo plateresco, es considerado el más antiguo de Michoacán y uno de los pocos de la primera mitad del siglo 16 que sobreviven en el País. Los laterales, aunque también son del 16, datan de una época ligeramente posterior.

Tras una década de trabajo, el equipo ha logrado restaurar el retablo principal, uno lateral y el techo central del presbiterio, cubriendo aproximadamente 40 por ciento del proyecto de restauración.

Ahora las obras podrían prolongarse por lo menos otros 10 años, ya que falta intervenir los techos y retablos de la nave central.

Pieza clave de la evangelización

La investigación histórica alrededor del templo ha jugado un papel crucial en la restauración

De acuerdo con Laura Elena Lelo de Larrea, perito del INAH en Michoacán, Santa María Huiramangaro fue un punto clave en la evangelización de la región, ya que era la puerta de entrada hacia la Meseta Purépecha.

En la primera mitad del siglo 16, cuando la región cercana al lago de Pátzcuaro fue evangelizada, el pueblo de Santa María Huiramangaro fue designado cabeza de partido, albergando a tres comunidades: San Juan Tumbio, Zirahuén y Ajuno.

Al concentrar la actividad económica y religiosa, en la localidad se edificó un recinto que replicó estilos constructivos, como el plateresco, importado por los franciscanos llegados a la Nueva España.

Según Lelo de Larrea, a finales del siglo 17, Santa María Huiramangaro se quedó prácticamente sin agua, lo que provocó la migración de sus habitantes y el olvido paulatino del pueblo.

“La desgracia que ocurrió fue una fortuna, en términos de conservación, ya que prácticamente el templo quedó abandonado largo tiempo y conservó su morfología original”, explica la perito.

El templo contiene dos estructuras arcadas, inexistentes en la arquitectura sacra posterior al Concilio de Trento, realizadas a mediados del siglo 16 con el objetivo de unificar la doctrina católica y sentar las bases de la Iglesia moderna.

“Los orígenes de Santa María Huiramangaro son ‘pretridentinos’. Hay dos estructuras arcadas que generalmente no encontramos en los templos”, subraya.

Estas estructuras separaban el presbiterio de la nave central y, hacia el ingreso principal, servían como una barrera para quienes no habían sido bautizados, añade la perito del INAH.

Proyecto a escala nacional

La intervención de Adopte una Obra de Arte en la restauración del Templo de Nuestra Señora de la Asunción ha sido clave para la recaudación de recursos no sólo a nivel municipal y estatal, sino también federal.

De acuerdo con Contreras y Cedeño, desde el inicio de este proyecto, la asociación civil, junto con la comunidad local y las autoridades, han logrado invertir 5 millones de pesos para la continuidad de los trabajos.

El pasado 20 de diciembre, en un acto protocolario encabezado por la comunidad de Santa María, así como autoridades de los tres niveles de gobierno, la presidenta nacional de Adopte una Obra de Arte, María Irma Iturbide, destacó los desafíos y logros del equipo de restauración.

La restauración, además de rescatar la belleza del templo, subraya la importancia de la colaboración entre comunidades locales, instituciones públicas y benefactores privados, expresó.

“Iniciar una obra es relativamente fácil; sólo hay que encender la llama del entusiasmo, pero perseverar en ella hasta el final es mucho más complicado: requiere esfuerzo, disciplina y ganas de vencer obstáculos.

“No dejo de pensar en lo que será esta iglesia una vez que recuperemos toda la cubierta policromada”, remarcó Iturbide, quien, para reunir recursos, trabajó de la mano de representantes de Adopte una Obra de Arte en Santa María Huiramangaro, como Gisela Medina, Magui Murga y Rossana Herrera.

Para continuar con los trabajos de recuperación de este recinto, el Ayuntamiento de Pátzcuaro aportará un millón de pesos en 2025.

A esta cantidad se sumará también el compromiso de la Secretaría de Cultura de Michoacán.