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Excélsior
Publicado el miércoles, 16 de abril del 2025 a las 20:34
Ciudad de México.- Más de 100 años después del hallazgo de la tumba de Tutankamón, nuevos estudios han replanteado el significado de algunos objetos hasta ahora considerados secundarios, como bandejas de barro y bastones dorados. De acuerdo con una reciente investigación liderada por el arqueólogo Nicholas Brown, de la Universidad de Yale, estos elementos formarían parte de un antiguo ritual egipcio de resurrección vinculado al dios Osiris, figura clave en las creencias funerarias del antiguo Egipto.
El estudio sugiere que las bandejas, elaboradas con barro del Nilo, y los bastones llamados pedj-aha, no eran simples utilerías, sino instrumentos utilizados en el ritual conocido como el “Despertar de Osiris”, que buscaba regenerar al difunto y asegurar su tránsito al más allá. Este tipo de ceremonia era fundamental para asegurar la vida eterna del faraón, quien debía renacer como encarnación del dios Osiris tras su muerte.
Los objetos estaban colocados a 1.5 metros del sarcófago y se cree que fueron dispuestos sobre una estera como parte de la preparación simbólica de la cámara funeraria, posiblemente diseñada para recrear la historia mitológica en la que Horus (hijo de Osiris) lo devuelve a la vida. La teoría también conecta con el contexto histórico: Tutankamón restauró el culto a Osiris tras el breve periodo monoteísta instaurado por su padre, Akenatón.
Este redescubrimiento también revalora la momificación del faraón, que incluyó elementos simbólicos como la preservación del pene en erección, posible alusión al poder creador de Osiris.
Otro análisis, aún no publicado y liderado por el egiptólogo Jacobus van Dijk, plantea una interpretación alternativa: las bandejas podrían haberse utilizado en un ritual descrito en el Libro de los Muertos, en el que se apagan antorchas en cuencos de leche al amanecer, como símbolo de la resurrección solar y de Osiris.
Pese a su importancia potencial, estos objetos fueron escasamente documentados por el arqueólogo Howard Carter y el fotógrafo Harry Burton durante la excavación en 1922. Hoy, más de un siglo después, cobran una relevancia inesperada que podría cambiar la forma en que entendemos las prácticas funerarias del antiguo Egipto.
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