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Coahuila

Que no muera la esperanza

Por Cholyn Garza

Hace 1 mes

Diez años han transcurrido de aquel suceso doloroso de Ayotzinapa y el sentimiento de angustia de los padres está presente en el día a día.

Presente en las entrevistas a los medios, en la súplica a un mandatario de dar con la verdad de lo sucedido; en la búsqueda del ser amado y en ese recuerdo que revive los momentos más agradables de un hijo que un día salió de su casa y ya no volvió.

Independiente de cómo sucedieron los hechos, el sufrimiento de los padres por la pérdida de un hijo se lleva de por vida.

Y más dolor causa en la herida, no conocer la verdad de lo ocurrido.

Indigna que haya habido tanto “manoseo” en el caso Ayotzinapa; porque lo hubo.  Politizaron la desaparición de los jóvenes y se ha querido involucrar al ejército del que se ha dicho, nada tuvo que ver en ese triste y lamentable episodio de nuestro México.

La manifestación a la que se convocó recientemente para conmemorar diez años de la desaparición de 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, hay que decirlo, fue tranquila.  Me causó mucha ternura ver a un grupo de jovencitos portando pancartas donde expresaban un solo sentimiento: tristeza por la ausencia del amigo, hermano, compañero.

Como siempre sucede, hay quienes se aprovechan del dolor ajeno para manifestarse, pero con violencia.  Actos vandálicos que nada tenían que ver con el verdadero propósito de la marcha.

Lo inexplicable es que a esos truhanes, individuos encapuchados que ocultan el rostro porque de seguro alguien los va a reconocer y señalar, nadie los toca.   Delincuentes que se desplazan con toda tranquilidad e impunidad.

¿Dónde está la autoridad? ¿Por qué no se les detiene y encarcela? ¿Por qué las autoridades permiten se rompa el orden social?

Una manifestación es un derecho que todos los ciudadanos tenemos.  Sin embargo, cuando se adquiere un derecho éste conlleva un deber, una obligación.  No todos son derechos.  Hay que entenderlo.

Además, esos individuos que salen a las calles llevando piedras, mazos y diversos artefactos que se convierten en un riesgo para los ciudadanos, no merecen ser tratados con consideración alguna.

La autoridad debe actuar porque de lo contrario se convierte en un pésimo ejemplo para los demás.

Desafortunadamente de un tiempo a la fecha se le protege más al que representa un peligro para la tranquilidad de las ciudades, del país, que al ciudadano que guarda respeto a las leyes, a las autoridades y a sus semejantes.

De la marcha por la desaparición de los 43 jóvenes, se comprende el dolor de la familia, de los padres.  Sin embargo, se ha politizado tanto ese asunto que cualquier aportación a la investigación, difícilmente será aceptada con alto grado de credibilidad por las partes involucradas.

Y se entiende, no es fácil creer cuando se ha mentido o desviado la atención.  Cuando desde el gobierno se cambia la versión, buscando responsables o culpables en otro lado para quedar bien con las familias.

Así, irresponsablemente se ha ido dañando lo mismo a personas como a instituciones que nada tuvieron que ver con la desaparición de los jóvenes.

Sea lo que sea, el daño ya está hecho y ¡de qué manera!

Haber politizado un asunto tan penoso como doloroso, ha dejado consecuencias.  Una muy importante, la pérdida de confianza en un gobierno que prometió, pero no cumplió, solo engañó.

No podemos saber cuándo habrá de resolverse el caso Ayotzinapa porque lo que han hecho ha sido lucrar con la ilusión de los padres de los muchachos por conocer un día la verdad.

La verdad, la auténtica, la única, no la que se invente.

Haber jugado con los sentimientos de las familias, sin importar nada a un gobierno insensible, ha sido realmente inaceptable como imperdonable. Afortunadamente en las madres buscadoras sigue viva la esperanza, la misma que las acompaña desde el inicio de su búsqueda.

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