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Coahuila

¡Qué hipócritas somos!

Por Javier Villarreal Lozano

Hace 4 años

Como parte de ese impulso de reabrir heridas históricas, grupos no identificados amenazaron con derrumbar el pasado día 12 la estatua de Cristóbal Colón de Paseo de la Reforma en la Ciudad de México. Aduciendo esta amenaza, la Gobernadora de la capital, Claudia Sheinbaum, mandó retirar la escultura “para su restauración”, según dijo. La inquina contra el navegante remite a más de milenio atrás, cuando don Cristóbal, creyendo dirigirse al Oriente, se topó con un continente desconocido para el resto del mundo.

La equivocación colombina, es cierto, prologó una conquista durante la cual se cometieron crímenes inocultables, hablándose incluso de genocidio. Ese impensado encuentro de dos mundos, como lo llamaba el maestro Miguel León-Portilla, produjo una catástrofe de este lado del Atlántico.

Viejas culturas prehispánicas fueron borradas del mapa y entre abusos y enfermedades, la población de indígenas disminuyó drásticamente. En efecto, Colón abrió las puertas a la conquista y puso los cimientos de la Época Colonial, 300 años de dominación española en América Latina.

Fueron, es cierto, tres siglos en los que a los indios y los negros, considerados inferiores, se les clasificaba en castas. Los nativos del continente desempeñaban los trabajos más duros. Explotados inicuamente morían a montones en las minas. Todo eso es verdad, y si el interés es buscar culpables, la raíz de tantos males ocurrió el 12 de octubre de 1492 por culpa de Colón.

Tres siglos son muchos siglos. Por fortuna y para alegría de los habitantes de este territorio llamado México, la odiosa Colonia terminó en 1821, con la entrada del Ejército Trigarante a la hasta ese día capital de la Nueva España. Somos libres desde hace prácticamente dos siglos, es decir, dos terceras partes de lo que se prolongó la Colonia.

¿Y cómo hemos aprovechado esos hasta hoy 199 años de vida independiente? ¿Acaso logramos que los pueblos aborígenes accedan a un estatus de bienestar al menos aceptable? ¿No siguen siendo los mexicanos más pobres y explotados? ¿Fue el levantamiento zapatista una ocurrencia folclórica?

Seamos honestos. No seamos hipócritas. El fin de la Colonia ha significado muy poco, casi nada, para los millones de indígenas. Cambiaron de amos; no de vida. ¿Cuál es la razón del odio contra Colón y seguidores? ¿Usted cree, sinceramente, que la historia será más benigna a la hora de juzgarnos a nosotros, que lo que es con los conquistadores? Y ni modo de alegar falta de tiempo. Por eso, en lugar de andar exigiendo disculpas por las tropelías de los conquistadores y tirando estatuas, deberíamos hacer un examen de conciencia.

Letras sueltas

La noticia fue un mazazo: Magaly Sánchez Cuéllar murió el sábado pasado. Mujer fuera de serie iluminó con destellos de inteligencia, y en cierta manera de audacia, la grisura de la ciudad. Era mi amiga y tengo la debilidad de creer que me quería. Culta, refinada, pero de fuerte carácter, Magaly se atrevió a ser ella sin hacer concesiones a una sociedad que en sus tiempos de juventud era una auténtica olla de murmuraciones.

Cuando decidió escribir para los periódicos, publicó crónicas en las que reseñaba con puntualidad y ribetes de nostalgia contenida la decadencia de viejas familias saltillenses. Sus textos despedían el perfume chejoviano del Jardín de los Cerezos. Con su partida, Saltillo se empobreció.

Desde el sábado anterior mi reducido catálogo de amistades tiene otro hueco que difícilmente alguien podrá llenar.

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