¡Oh, por Dios! ¿Por qué ya nada nos sorprende? Y me estoy refiriendo a lo que hemos estado viviendo en nuestro México lindo y querido, pero muy maltratado por las pésimas decisiones que se toman desde la cúpula del poder.
Un país que, si bien no tuvo gobiernos perfectos, al menos sí existió gente preparada en las distintas dependencias. Funcionarios con conocimientos, con estudios, con preparación académica y con deseos de trabajar.
No se descarta que hayan existido casos de personas contratadas y que no merecían estar donde los pusieron, porque el amiguismo, el compadrazgo siempre ha existido y seguirá existiendo.
Sin embargo, no se puede negar que, si bien no todo fue excelente y mucho menos perfecto, hubo buenos y excelentes funcionarios a diferencia de hoy.
El cambio, definitivamente no fue para mejorar las condiciones del país, sino para conducirlo a un nivel deprimente en todos los aspectos. Seis años perdidos; seis años de retroceso. Un verdadero desastre sobre todo en seguridad, que no se puede negar, menos ocultar.
Alguien tendría que explicar ¡por supuesto que sí! El por qué nuestro país ha retrocedido tanto.
Hablar con la verdad siempre, asumir su responsabilidad, con honestidad, no pretender culpar de lodo al pasado.
Quisieron el poder, ya lo tienen, a la buena o a la brava, con engaños, con mentiras y fraudes; la realidad está ahí, no han avanzado en nada, por el contrario, solo han mostrado que no son merecedores de la confianza de los ciudadanos.
Quienes hoy gobiernan y obtuvieron el triunfo en elecciones del 2018 solo han mostrado algo que los identifica: Servilismo, obediencia ciega a un patrón, desprecio a las leyes y a las instituciones, así como el desconocimiento e ignorancia de la problemática del país.
Lo peor es que ni siquiera conocen el honor y la decencia de luchar por devolver a nuestro país la tranquilidad, con hechos no con discursos porque no saben cómo hacerlo o porque están involucrados en el desorden.
La soberbia los ha acompañado desde el primer día que asumieron el poder y así seguirán.
Por eso estamos como estamos y seguiremos estando. Lo acabamos de comprobar una vez más en la elección fraudulenta para elegir de quien presidirá la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.
De ninguna manera es aceptable el que se imponga en un cargo para el que ya demostró no estar preparada a una persona como Rosario Piedra Ibarra, que a pesar de haber sido la peor evaluada entre quince aspirantes a ocupar la presidencia de la Comisión de los Derechos Humanos fue ratificada en el cargo.
Una verdadera burla por parte de quienes dicen representar al pueblo, a los ciudadanos y lo único que han mostrado es la sumisión a una orden desde Palacio Nacional o de donde haya salido.
Hoy, la ignorancia se alaba y se premia con creces. Por el contrario, se desprecia al que se prepara y se esfuerza por escalar un peldaño más en su vida profesional y que cumple con los requisitos exigidos a la hora de participar en una elección para ocupar un cargo.
Rosario Piedra no llega a CNDH por méritos propios, porque no los tiene. Fue un “regalo” que le hicieron por ser hija de doña Rosario Ibarra, una mujer que se convirtió en activista por las circunstancias, por ser madre de Jesús, un individuo que formó parte de la Liga Comunista 23 de septiembre y participó en el secuestro y asesinato del empresario norteño don Eugenio Garza Sada.
Esos son los antecedentes de la señora Piedra.
Nada para ufanarse y menos aún la hacen merecedora de ser designada para presidir una Comisión de Derechos Humanos. No tiene los conocimientos, ni siquiera, la calidad humana, la empatía con las madres que siguen buscando a sus hijos desaparecidos en circunstancias por demás dolorosas.
Mujeres que nunca fueron recibidas en palacio nacional y que siguen unidas, más que en una lucha pacífica, unidas por el deseo de encontrar los restos de sus hijos para darles cristiana sepultura.
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