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Poder económico y político en México

Por Federico Muller

Hace 1 año

Después de haber leído algunas investigaciones editadas y publicadas por organizaciones y universidades extranjeras prestigiosas, cuya finalidad fue explicar el porqué de las condiciones imperantes en la economía mexicana, provocaron en la mente del juicioso investigador, casi de manera natural, un par de preguntas, cuyas respuestas podrían abonar a una mejor comprensión de lo que está sucediendo en México, después del agotamiento del modelo de sustitución de importaciones en 1982.

En este artículo se pretende retomarlas y responderlas desde una perspectiva regional y de manera general.

I. ¿Qué es el poder económico, y ha cambiado en el país?. Aunque, por su estructura conceptual, esta parece estar orientada a recibir una respuesta de carácter retórico, que invite a la reflexión; pero no es así, lo que pasa y que puede confundir, es que no es nada fácil contestarla por el número de variables que involucra.

En primer lugar se puede decir que es un concepto escurridizo que se mueve en los márgenes de las áreas de la economía y la política: De ahí que el poder económico se clasifique por varios estamentos.

Dos de ellos, el del monopolio que tiene la capacidad de establecer las reglas y fijar los precios de los bienes y servicios que produce en lugar de aceptarlos de otros oferentes; y el otro, el poder de mercado, que hace referencia a la suficiencia del Gobierno para elaborar políticas públicas que persuadan a las de los otros sectores (bancario, comercial, industrial, etc.) a cambiarlas.

Desde el final del sexenio 1976-82, la política pública comienza a replegarse de la vida social y productiva del país dando paso al acotamiento de la intervención del Estado en la economía, asumiendo funciones muy puntuales, casi todas ellas, en las áreas en las cuales no era rentable participar, solo el propio Gobierno.

Y no tan solo fue la minimización del Estado, sino que en el diseño de las políticas gubernamentales que salían de Los Pinos, participaban preponderantemente miembros de los sindicatos empresariales, dándoles un sesgo afín a sus intereses.

Un comentario que “recoge” la historia, que ahora se quiere catalogar como un detalle anecdótico y gracioso, sin dimensionar las implicaciones que tuvo como un detonante del romance que vivieron los grandes empresarios y el Gobierno. Fue el que externó el empresario Claudio X González en la antesala de la firma del TLC… “Una vez que el Gobierno tomó la decisión de ir para adelante, mucha gente se disciplinó.

Si traían el rencor interno del nacionalismo revolucionario y esto y lo otro, pero se lo aguantaban, como era el estilo de la época… cuando el presidente Salinas me dijo ‘óyeme, quiero que seas mi asesor de inversión extranjera…’” (Nexos, no. 553, enero 2024. Pg. 14 y 15).

La distribución del poder económico en el mundo ha cambiado. En México, fue ocasionado por la ideología poco nacionalista de la clase gobernante. No obstante, al querer el Gobierno recuperar los sectores estratégicos de la economía, es explicable la reacción que se generó, a través de una bien organizada y sistemática campaña mediática de descrédito hacia las políticas y acciones del Gobierno federal actual, planeada y orquestada desde las elites económicas afectadas en sus intereses.

Y, además pone en evidencia la razón de ser de los organismos autónomos creados para garantizar la libre competencia en los mercados, como la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece).

Para muestra, un par de estadísticas: “De un total de 898 actividades productivas que existen en México, el 22.4% tiene una producción concentrada o altamente concentrada.

“Es decir, son actividades productivas en las que ocho o menos empresas generan más del 80% de la producción bruta total. En 55% de esos casos, la situación es aún más crítica pues no son ocho empresas las que concentran la producción, sino cuatro o menos”.

En 2015, el SAT, dio a conocer que del total del mosaico empresarial de México, sólo 462 empresas reciben de utilidad 22 pesos de cada 100 generados por la economía nacional, que equivale a que tengan en promedio 460 millones de pesos de ganancia por año.

II. ¿Qué es la cultura del privilegio? La Comisión Económica para América Latina (Cepal) ha llamado cultura del privilegio, a “una cultura caracterizada por normalizar las jerarquías de poder, las desigualdades en el acceso a activos productivos, y por tanto las asimetrías ante los frutos del progreso”, en el documento, Cultura del Privilegio y Simbiosis entre Poder Político y Poder Económico en México de la Cepal, publicado en 2021.

Después de que sus autores hacen una revisión bibliográfica de estudios que analizan las características del político mexicano que llega al poder, de manera particular aquellos que ocupan un escaño o curul en el Congreso de la Unión, llegan a la conclusión de que el perfil ideológico del congresista, va a depender de su extracción social.

Los legisladores que fueron asalariados antes de ocupar el cargo, generalmente optan y legislan a favor de una agenda enfocada a favorecer a las clases populares. Pero, de acuerdo a los autores del estudio, estos han sido minoría en las cámaras.

Todavía se recuerda cuando los diputados aprobaron un incremento del 50 por ciento al IVA, fue una minoría la que se opuso a esa política impositiva.

El sesgo político que se ha presentado entre los integrantes del Congreso, en los últimos 35 años, ha permeado en las decisiones que se han tomado, dando lugar a acentuar las jerarquías de poder en el país.

La pregunta que planteó hace años el economista Rodrik, “¿Por qué México no es un país desarrollado? Es quizá uno de los más grandes acertijos de la ciencia económica”.

 

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