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| Ésta es la película que quería hacer Rodrigo Prieto. No es precisamente dócil, pero vale la pena el esfuerzo. Foto: Facebook | Netflix

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Pedro Páramo, una película compleja, pero fiel al libro

  Por Agencia Reforma

Publicado el jueves, 7 de noviembre del 2024 a las 07:49


¿Cómo llevar al cine una novela de realismo mágico, en el que el tiempo y el espacio se confluyen y confunden?

Ciudad de México.- Érase una vez, que un cinefotógrafo mexicano, increíblemente talentoso e internacional, se decidió a filmar su primera película como director. ¿Cómo acometer este reto? Llevando al cine, una de las novelas mexicanas más emblemáticas: “Pedro Páramo”. La vara está alta.

Juan Preciado (Tenoch Huerta) camina sin rumbo. Muerto de calor, le pregunta a un campesino (Noé Hernández) que dónde está Comala. El hombre contesta que él también va para allá y pregunta al foráneo la razón de su visita. “Busco a mi padre, Pedro Páramo.”

Yo también soy hijo de Pedro Páramo,” revira el campesino.

¿Cómo llevar al cine una novela de realismo mágico, en el que el tiempo y el espacio se confluyen y confunden? Podría parecer no tan difícil, pues el cine tiene esta cualidad de aglutinar intenciones y sueños; pero tal cual sucede en Comala, las apariencias, son un engaño.

Lo que hace Prieto es tomar la misma dirección que la novela, con todo y el orden -o desorden- en cuanto a personajes y diálogos. Lo que resulta es un filme apegado al texto, pero con el trazo impalpable ad-hoc a un fotógrafo: a través de imágenes etéreas que captan esta ensoñación constante.

Lo curioso, es que justo ahí está la mayor ventaja de la película, y a la vez, su mayor limitante: estos retratos oníricos, son de ritmo pausado, acompañados de medias palabras, voz en off y de enigmáticos significados, un ejercicio increíblemente demandante y complejo para un espectador promedio. Poco accesible para quien no conoce el escrito.

Sin duda hay una buena dirección de actores: sobresalen Manuel García Rulfo (pariente lejano del autor), Roberto Sosa, una breve pero significativa Ilse Salas y una excelente Mayra Batalla como Damiana.

En el último tercio, justo con la aparición de Salas, la película parece repuntar y agilizar el rumbo. La imagen final que nos llevamos del filme es, eso sí, un mexicanismo palpable que exuda por cada pixel. No hay un momento pocho o agringado, o una intención de facilitar el texto.

Ésta es la película que quería hacer Rodrigo Prieto. No es precisamente dócil, pero vale la pena el esfuerzo.

 

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