Desperté en medio de una bruma. Tallé mis ojos como para liberarme de la sensación, pero fue en vano. La bruma era real y estaba ahí, llenando mi cuarto al amanecer. Como si pudiera tocarla, extendí mis manos para asirla, pero se desvanecía entre mis dedos. De pronto, despertando de mi letargo, recordé. Miré al lado de la cama y la encontré vacía. Se podía percibir un ligero aroma que lo llenaba todo, como a flores frescas.
Poco a poco las imágenes de un espejismo se me fue revelando, como un recuerdo tan lejano que no podría asegurar haber vivido. La misteriosa noche aún me parecía extraña y a la vez tan real. Me levanté para buscarla, pero no estaba ahí. En el estudio, la aguja del tocadiscos giraba, crepitando mal el final de un vinilo que no recordaba haber escuchado.
Sobre la mesa de la sala, una taza vacía: la mía. Fui a la cocina y llené un vaso de agua y me lo bebí de un trago. No había rastro de visita alguna. Todo estaba en su lugar y en el perchero de la entrada no descansaba ningún abrigo que no pudiera identificar. ¿Es esto un sueño? Toqué mis manos, mi cara, la niebla seguía ahí. En mi mente resonaron frases materializandose en sensaciones que recorrían mi cuerpo.
Una voz murmuraba entre la niebla: Mon coeur s’ouvre a ta voix. Y entonces, de pie frente a la ventana, mirando el sendero por el que la vi venir alguna vez, recordé: “Mi corazón se abre a tu voz”, susurras en mi oído, y los míos se abren como en un eco. Como las flores al rocío de la mañana, a los besos de la aurora de dedos rosados.
“Y repito como una oración tu nombre para que despiertes, con ternura, con juramentos que brotan de mis labios y escribo en tu cuerpo con la punta de mis dedos. Embriagados, ahítos entre susurros, mientras tu cuerpo se mece como el trigo bajo las caricias de la ligera brisa. Así me estremezco contigo, con mi corazón galopante, con mi voz entre tus labios, colgado de tu boca, volando entre tus brazos, desbordados de la ambrosía del Amor.”
Caminé hasta la puerta y la abrí. Una mariposa revoloteaba entre las flores que bordean la entrada, mientras yo la miraba, entre la niebla que se dispersa lentamente.
Después de un sueño, donde su voz me llamaba y yo me desprendía de la tierra, convertido en luz, la miro absorto en mis recuerdos. La mariposa, con sus alas rojas, se aleja y mi certezas con ella, hasta perderse por el sendero y el verde de los árboles, por donde hace tantos años la vi llegar.
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