La fortaleza que demostró el Papa Francisco en sus últimos días fue enorme. Desde su lecho de enfermo estuvo al pendiente de su Iglesia hasta el último momento, consciente quizás de que hay mucho qué trabajar para lograr cubrir las grandes necesidades que afectan al mundo.
El Papa Francisco mostró siempre su preocupación por la gente en cualquier país, en cualquier ciudad; en el más apartado rincón del planeta. Su interés, estuvo siempre dirigido hacia las causas que provocan llanto y un dolor que deja heridas en el corazón.
Consciente de que los conflictos bélicos siempre traen consigo sufrimiento y mucho dolor, trató de mediar entre los principales actores de una guerra entre Rusia y Ucrania.
No logró hacer realidad su deseo de pacificar a Ucrania, aunque quizás un día no muy lejano, las partes involucradas logren llegar a un acuerdo que beneficie a ambas naciones. Que se imponga la razón, el respeto y el amor sobre la soberbia y la ambición.
Desde su llegada al Vaticano, el Papa Francisco mostró su rostro amable, su carácter sencillo, la alegría que le caracterizaba en un rostro sonriente y bonachón.
Una anécdota que recuerdo fue aquella simpática escena donde apareció en un local de venta de pizzas. Había salido de donde muy pronto sería su residencia oficial, caminando entre la gente, llegó solo al negocio en una escapada de la seguridad como si fuera un niño travieso deseoso de saborear un trozo del platillo italiano, sin presiones y sin vigilancia. Al parecer conocía el negocio y a sus dueños, seguramente, fue a saludarlos.
No quiero imaginar la preocupación que debió haber significado, la desaparición momentánea del nuevo Papa para el equipo de seguridad. La responsabilidad enorme y estresante que debe ser para ellos el cuidado de un personaje, en este caso, el de mayor rango en la Iglesia católica.
Su sencillez cautivó a no poca gente desde su primera aparición en público. Lo más destacado en él es que fue congruente con lo que hacía y decidía.
Jorge Mario Bergoglio, su nombre real; nació y creció en Flores, Argentina en una humilde vivienda. Al abrazar el sacerdocio, se llegó a desempeñar como Superior de la Compañía de Jesús.
Los gobiernos dictatoriales existen para desgracia de la humanidad. Las decisiones que toman nunca son buenas y el Papa Francisco lo sabía. A él le tocó vivir en una dictadura militar en su natal argentina (1976-1983). Durante ese período de dolor y sufrimiento para el pueblo argentino, ayudó a muchas personas a salvar su vida ante la amenaza de una muerte segura.
Siendo él un hombre de paz, promovió durante su Pontificado, entrevistas con líderes mundiales de potencias en conflicto para que llegaran a un acuerdo y devolvieran la tranquilidad no sólo a sus pueblos sino al mundo entero. Hizo un llamado a la concordia en diversas ocasiones, sin éxito alguno.
Las guerras, no afectan solo a los gobiernos que las promueven. Viviendo en un mundo globalizado, nos afecta a todos de alguna manera sin importar cuan cerca o lejos estemos.
La amenaza latente de poderoso armamento, cada vez más sofisticado para ser utilizado en contra de quien es considerado “enemigo”, pone en riesgo a la humanidad.
El Papa Francisco, consciente del peligro latente, les dejó claro a líderes mundiales el peligro a que exponían a los seres humanos con sus bélicas acciones. Al mismo tiempo les advirtió de la enorme responsabilidad que tienen ellos como gobernantes, ante Dios; responsabilidad de la que tarde o temprano deberán de dar cuenta ante el Creador por sus acciones.
Preocupado por las guerras que destruyen ciudades, economías y hacen emigrar a la gente, convocó a jornadas de oración y ayuno por Siria, Líbano, Afganistán, Tierra Santa. Consagró a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María en 2022.
Sencillo, humilde, no deja fortuna personal, ya que se negó a recibir el sueldo que se asigna a los Papas. Renunció a los lujos y comodidades para vivir con sencillez. Fue congruente en lo que decía y hacía. ¿Para qué acumular riquezas si todo se pierde o se queda? Es mejor disfrutar lo que es verdadero y de gran valor.
Un bello ejemplo -considero muy significativo- es su amistad de muchos años según se ha dicho, con Genevieve Jeanningtos religiosa francesa de 80 años, de pequeña estatura, pero de gran corazón. Ella no podía faltar en esos momentos de verdadero pesar para la comunidad católica, para despedir y orar por el Papa Francisco. Llegó y se colocó a un lado del féretro, a una corta distancia donde yacía el cuerpo del amigo, el hermano que tanto apoyo le brindó para ayudar a personas necesitadas.
Una escena que ha dado la vuelta al mundo en todos los medios y reviste gran importancia. Nos ofrece el valor de una amistad real y sincera que unió a dos seres buenos en el servicio, por amor a Dios y al prójimo.
El Papa Francisco se presenta ante el Creador con las manos llenas y nos deja un valioso legado: Vivir con sencillez, ser humildes, valorar la amistad; amar a Dios y al prójimo y ser congruentes en el decir y hacer. Un hermoso regalo de vida.
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