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‘Papá, cómprame un chango’

  Por Agencias

Publicado el viernes, 27 de diciembre del 2013 a las 16:00


La empleada batalla para sacar al mono araña de su jaula. Lo sostiene por la cola y lo acerca a los clientes para que lo toquen

México.- La empleada batalla para sacar al mono araña de su jaula. Lo sostiene por la cola y lo acerca a los clientes para que lo acaricien. El chango pela los dientes y emite un gemido de una frecuencia tan aguda que se vuelve casi imperceptible para el oído humano. La cuidadora recomienda no acercar la cara porque el mono podría arañarte. Fuente: Sexenio

La Jungla de Timo tiene dos pisos: el primero es una tienda de mascotas convencional, el segundo es un zoológico en un espacio estrecho y sin ventanas que huele a circo. En lugar de barrotes metálicos, las jaulas estrechas tienen vitrinas de vidrio. Adentro, los animales exóticos esperan a sus futuros dueños. El tigre blanco de bengala duerme una siesta que parece durar todo el día y los monos capuchino rasguñan las vitrinas. El león blanco tiene ocho meses de edad, lame el cristal y observa a los humanos con tanta curiosidad como ellos lo observan a él. Un tarjetón impreso al lado de la jaula explica su lugar de origen: África, y su nivel de protección: en peligro de extinción.

Abajo de este cuarto hecho zoológico se venden productos propios de cualquier tienda de mascotas: perros, tortugas, hámsteres, comida para animales, jaulas para roedores. Pero un recorrido rápido por la tienda sugiere su poca convencionalidad. Junto a los artículos comunes, un lémur trepa las barras de su jaula, como hiperactivo o asustado. Cuesta 90 mil pesos y viene de Madagascar, explica un empleado y agrega que en una ocasión un cliente no le creyó sobre el lugar de origen de los lémures porque le parecía imposible que un país se llamara igual que la película.

La Granjita es otra particularidad de esta tienda. Se trata de un cuarto donde los clientes acarician a los animales en venta. Una mujer muy amable es la responsable de esta área, donde hay un poni, algunos monos ardilla, un mono capuchino, cuyos, un lémur. El cerdito viene en camino.

¿Qué hace una tienda en el centro de Monterrey vendiendo animales en peligro de extinción?

La Jungla de Timo tiene ocho sucursales en la Zona Metropolitana de Monterrey. Su matriz es esta tienda/zoológico ubicada en Morelos, una calle peatonal del centro. Niños y adultos se amontonan afuera del local. A través de los escaparates observan a los animales de La Granjita. Los niños golpean la vitrina, emocionados. Es fácil imaginar que la niña que hoy acaricia al mono araña, le dirá a su padre después: “papá, cómprame un chango”.

Una reportera finge ser una compradora y merodea por la tienda. Se excusa, dice que quiere comprar un mono araña porque vive sola y quiere que un animal le haga compañía. Se da cuenta que en La Jungla de Timo hay casi tantos empleados como clientes. Se acerca a un empleado y le pregunta por el precio del mono araña. Él, un joven de voz tímida, le explica que cuesta entre 50 y 70 mil pesos, dependiendo de la edad y el sexo.

Cada empleado le dice cosas distintas. Uno asegura que antes de comprar un animal exótico, debe someterse a un examen socioeconómico para saber si su hogar está en condiciones óptimas de acogerlo. Suena bonito. Pero luego, cuando le dice a otro empleado que en efecto quiere comprar el chango, es canalizada con el gerente, quien le detalla el procedimiento:

—Solo aceptamos pagos en efectivo o por transferencia interbancaria, y ya que lo haces, nosotros checamos si el pago fue hecho y te entregamos el animalito.

Nada de examen socioeconómico. Tan fácil como eso: elegir, pagar y recibir. Y por el permiso, ellos mismos lo tramitan ante la dependencia gubernamental correspondiente.

La compradora le pregunta al gerente por sus cuidados: si son agresivos, si un mono ardilla la mordería, en qué espacios debería tenerlo. Él responde que es como un niño, que si lo educa bien, si le habla bien, lo castiga y lo premia, no le va a pasar nada. Que al principio no debe dejarlo en un lugar abierto porque probablemente se escapará, pero que después, cuando el changuito entienda que ella es su proveedora, no huirá.

Da miedo subir al segundo piso de la tienda porque hay animales que pueden crecer más que un ser humano, como el tigre, el león blanco o el cocodrilo. Da miedo convivir con ellos en un espacio tan estrecho como este zoológico claustrofóbico.

Cada jaula tiene un tarjetón que informa sobre la procedencia y el nivel de amenaza de las especies. El mono capuchino viene de Sudamérica y su nivel de amenaza es vulnerable. El ocelote, un felino hermoso de tamaño mediano y con dos ojos que parecen canicas de cristal, viene de Centro y Sudamérica y es una especie amenazada. El titi cabeza de algodón habita en Colombia y está en peligro de extinción. Su vecino de jaula es otra especie amenazada: el capibara, el roedor más grande del mundo.

—¿Quién compra estos animales? —pregunta la reportera disfrazada de compradora.
—Regularmente los compran para circos o zoológicos.
—¿Y cuánto cuesta ese tigre blanco?
—Pues algunos miles de pesos, señorita —responde el empleado entrevistado, aunque es mejor no creerle; al final de su recorrido, una empleada detrás del mostrador revisa la base de datos y le proporciona el precio: 200 mil pesos.

La compradora le pregunta a la empleada por el contenido de esa base de datos.
—Tenemos panteras, leoncitos, jaguares en venta —explica con entusiasmo. Su tono de voz refleja lo orgullosa que está de trabajar en esta tienda.
—¿Y quién compra estos animales?
—Aquí vienen chavos que tienen ranchos o jaulas especiales, nomás vienen y dicen “oye, vi un anuncio en el periódico”. Entonces bajamos el animal, se lo mostramos y dicen “dámelo así”, y lo pagan en cash cash.

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