El machismo se impuso de nuevo en el PAN. No sólo eso, también el fraude y la simulación. Si el sucesor de Marko Cortés hubiera sido alguien de la talla de Carlos Castillo Peraza o incluso de la fogosidad de Felipe Calderón, el partido que antaño simbolizó la oposición más congruente y sólida, tendría alguna posibilidad de recuperarse del fracaso monumental de junio. Pero qué va, la cúpula optó por la peor de las opciones. Jorge Romero representa el continuismo de presidencias abyectas, mediocres y personalistas. El ciclo lo inició Gustavo Madero, firmante del Pacto por México, por avalar las reformas antipopulares de Enrique Peña Nieto. La derrota de 2018 la provocó Ricardo Anaya por imponer su candidatura y dividir al PAN. Hoy el responsable de la debacle es Cortes por su alianza con el PRI.
La mejor alternativa para el PAN era Adriana Dávila, mujer inteligente, por su autonomía, valor y por tener las mejores propuestas para un partido decadente, desconectado de la realidad y distante de su militancia. La crisis, marcada por el desplome de la votación panista, demanda con urgencia nuevos cuadros e ideas frescas. En 85 años de historia, Acción Nacional sólo ha sido presidido por varones. Cecilia Romero cubrió un interinato de dos meses en 2014. En el PRI, la única dirigente electa para un periodo completo fue Beatriz Paredes. María de los Ángeles Moreno, Dulce María Sauri, Carolina Monroy y Claudia Ruiz Massieu cubrieron suplencias.
El PRD también ha sido capitaneado por mujeres: Amalia García, quien sucedió a Cuauhtémoc Cárdenas antes de ser Gobernadora de Zacatecas, y Rosario Robles. El Partido Verde lo lidera Karen Castrejón. El caso más relevante es el de Morena. María Luisa Alcalde, preside, a sus 37 años, la fuerza política más importante del país. A los 25 fue diputada federal y después secretaria del Trabajo y de Gobernación. Su tarea consiste en cuadruplicar la militancia de Morena de 2.5 a 10 millones en los cuatro años siguientes. El trabajo será de puerta por puerta, y su base: los 36 millones de votos emitidos por Claudia Sheinbaum.
Romero fue elegido en un proceso desairado -apenas votó uno de cada cuatro afiliados- y entre denuncias de fraude. La membresía panista la componen 277 mil personas, de las cuales 148 mil son mujeres. Si el PAN deseaba cultivar el voto femenino, atraer a otros sectores y afianzar a una figura, otra opción era Xóchitl Gálvez. La excandidata presidencial le aportó el 2 de junio 9.1 millones de papeletas. Adriana Dávila advierte que juntar las siglas de su partido con las del PRI y el PRD para afrontar a Morena fue un grave error. Tampoco estuvo de acuerdo con la alianza en Coahuila para la Gubernatura, en 2023, y censuró a Cortés por canjear votos por posiciones y prebendas, en su mayoría incumplidas. En una gira proselitista por Torreón, la exdiputada tlaxcalteca calificó el pacto de vergonzoso.
El PAN recurrió a la misma pantomima del PRI. Si este modificó sus estatutos de espaldas a la militancia para extender a un tercer periodo la presidencia de Alejandro Moreno, aquel simuló una elección para dejar el control en las mismas manos. La jactanciosa declaración de Romero, de ser «el único partido que renovó su dirigencia a través de su militancia», insulta al panismo.
Acción Nacional desaaprovechó la oportunidad de ponerse a tono con los tiempos del país, donde las mujeres son protagonistas. Dávila, Gálvez u otra del mismo perfil podrían haber plantado cara al Gobierno de la presidenta Sheinbaum, quien, en un dos por tres, bajó a Romero del pedestal de los idiotas.
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