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Coahuila

PAN de muerto en julio

Por Luis Carlos Plata

Hace 1 hora

El problema del PAN en Coahuila es el dilema de quienes dependen de un aparato externo para subsistir: disminuyen sus funciones vitales mientras se mantienen conectados, pero desconectarse definitivamente significa la muerte. Dicho en otras palabras: si se aparta y rompe la coalición vigente con el PRI, pierde; si se sigue aliando con él, también.

Un dato para dimensionar la debacle de la segunda fuerza política estatal de 1939 a 2018: en la elección de hace un mes, en 23 de los 38 ayuntamientos de Coahuila –incluyendo la capital– hubo más votos nulos, que votos por el PAN.

En Saltillo, donde ha gobernado tres veces con un miembro de la familia López (y ahora tendrá representación vía un yerno por la familia política) hubo 14 mil 905 papeletas que se anularon voluntariamente o por un mal proceder a la hora de cruzarlas. El PAN, en cambio, obtuvo 14 mil 723 sufragios.

Ello supone haber quedado en quinto lugar, es decir, detrás del ganador, de Morena, de Movimiento Ciudadano, y de los votos nulos, en ese orden.

Al PAN –se sabe y se ha mencionado aquí en otras ocasiones– no lo devoró el PRI debido a su alianza; fue más allá: casi lo extingue. Pasó de 81 mil 526 votos estatales en 2023 (o los 83 mil 29 para diputados locales, según se vea) de por sí una pobrísima cantidad, a 67 mil 853 en 2024. Cayó a su mínimo histórico.

En 2018, para contrastar los resultados con un proceso electoral prácticamente similar, había conseguido 363 mil 418 votos. Disminuyó casi 300 mil en seis años. Y se quedó con un sólo municipio para gobernar de 2025 a 2027: Cuatro Ciénegas.

Iban por Torreón y en el intento perdieron Monclova, su último bastión. Iban por lana y salieron trasquilados. Sin un plan de acción y particularmente sin un liderazgo efectivo en momentos determinantes (y a ninguna hora, de hecho) hoy es un partido que, como la caca de perico, ni huele ni hiede.

Le acompaña –rumbo al despeñadero– una presidencia simbólica, inoperante, limitada estrictamente para cumplir compromisos sociales –mínimamente– y aparecer vestida de azul, junto a otros que van ataviados de amarillo en las fotografías de los eventos organizados por los tricolores. Nunca para tomar el micrófono y hacer uso de la palabra. A eso le llaman pluralidad.

Desaprovechó su momento (2017) cuando el ánimo social les acompañaba y había condiciones para una eventual alternancia del poder estatal. A partir de ahí todo ha sido cuesta abajo. Atrapado en el no saber qué hacer, cayó en una espiral, en un bucle infinito de insoportable levedad; se ha escrito aquí muchas veces: como instituto político no gana ni ganando.

En 2018, la última votación interna que tuvieron para elegir dirigente estatal, una diferencia de 31 votos entre los participantes, en un proceso desaseado, fracturó definitivamente su militancia. Sus últimos escarceos han sido una plurinominal en disputa entre Jesús de León Tello y Marcelo Torres Cofiño que, al final, se decantó para este último a las vencidas entre el Comité Directivo Estatal y el Nacional.

O la teoría del botín y el motín entre ambos órganos directivos. De las notarías y direcciones de institutos negociadas en papel que ni siquiera supieron nombrar correctamente.

Una lección: siempre se le puede cantar una vez más el Réquiem, y para ellos no hay migaja pequeña; todas se pueden pelear hasta sus últimas consecuencias.

 

Cortita y al pie

Los cinco diputados locales que tiene como grupo parlamentario en el Congreso del Estado, ganaron en 2023 gracias al voto mayoritario por ellos, sí, pero en la casilla del PRI (por separado, en solitario, no hubiesen logrado las referidas posiciones).

Y otro apunte para contextualizar la profunda crisis: su enterrador, Guillermo Anaya, no ganaba una elección de mayoría en Coahuila desde 2006, cuando logró la posición al Senado por primera fórmula.

Había perdido en 2011, 2017 y 2018 campañas estatales. En 2024 venció en la diputación federal por Torreón, irónicamente, gracias al PRI. Además de compartir curul con Rubén Moreira y cobrar su dieta, la próxima Legislatura le tocará ser espectador en primera fila de la demolición de las instituciones del país desde la Cámara de Diputados con la mayoría calificada de Morena y sus aliados. Como en la escena canon de la película Naranja Mecánica: con aparatos blefarostatos en los párpados para obligarle a abrir los ojos y ver la tribuna, en este caso, o el tablero de votación, sin parpadear.

 

La última y nos vamos

Los que fueron sus lemas de batalla en otros tiempos (“ciudadanos de tiempo completo”, “brega de eternidad”) hoy son ñoñeces que nada comunican al hipotético elector.

Quo Vadis. Qué debe hacer el PAN ahora, en sus horas más bajas. En lo ideológico, es fácil: endurecerse hacia la derecha del espectro político, no solapar por sus orillas la ideología progre (de moda en el mundo digital, aunque de impacto limitado en el real) en busca de aceptación y adeptos que, por supuesto, jamás conseguirá con posturas acomodaticias y de coyuntura, lejanas a su identidad.

Y acaso lo más importante: dejar de avergonzarse de sí mismo y lo que representa. No hay más, la disyuntiva es refundación o refundición.

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