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Coahuila

P. Humberto García Badillo (+)

Por Mons. Alfonso G. Miranda Guardiola

Hace 1 semana

Ese mismo viernes II de Cuaresma (21 de marzo 2025), llegamos directamente de Sabinas, a las 10 am, a una junta de trabajo en el Obispado de Piedras Negras. Pero apenas estábamos tratando los primeros asuntos, cuando una llamada inesperada interrumpió nuestra reunión. “Como va”, dijo el canciller en shock entrando intempestivamente a la sala de juntas: “me están avisando que encontraron muerto al Padre Badillo”.

Perplejos y consternados, dejamos las hojas y plumas sobre el escritorio, y empezamos a buscar cómo confirmar la noticia, porque la secretaria de la parroquia, que le había notificado, no podía parar de llorar.

Le hablamos a tres sacerdotes del Decanato para que fueran corriendo a cerciorarse, y a la Dra. Lorena Patricia de Nueva Rosita, quien fue, como María Magdalena, la primera en llegar, y dio fe, de la postura en condición semi fetal del padre Badillo, y de su rostro recostado en la almohada con una sonrisa apacible, y confirmando su muerte. Los padres llegaron un momento después y se hicieron cargo de la parroquia, de la prensa y de los servicios funerarios.

Desde la oficina del Obispado, dimos Inmediatamente el anuncio a los sacerdotes, lanzamos el comunicado al público, y comenzamos a armar los preparativos, que quedaron de la siguiente manera: la misa sería a las 7 pm de ese mismo día en la parroquia de San José en Nueva Rosita, donde servía; traslado a las 10 pm a su parroquia anterior, de San Martín de Porres en el mismo municipio; y misa al día siguiente en este templo a las 12 md; con su posterior partida rumbo a su tierra natal en Arteaga, donde descansarían sus restos.

Apenas nos dio tiempo para arreglar unos cuantos pendientes, echarnos un taco, y lanzamos a Nueva Rosita, para acompañar a la comunidad parroquial. En el camino de casi dos horas, preparamos la liturgia y los pormenores de la misa.

La parroquia de San José Obrero, donde ejerció su ministerio 2 años y medio, lució luminosamente llena. El padre Badillo era muy querido. Hasta ahí llegaron sus hermanos. El féretro de madera, velas blancas, arreglos florales y una gran foto suya ocuparon el frente del presbiterio. Un día antes el padre Humberto había acudido a la junta de decanato con sus hermanos sacerdotes a la parroquia de Guadalupe, se habían puesto de acuerdo para las confesiones de cuaresma, y habían comido juntos, después se fue a su parroquia a preparar la misa y la hora santa, en la que a diferencia de todos los jueves, esta vez, no bajó a dar la bendición con el santísimo, sino que pidió a la gente que se acercara, y desde la orilla del presbiterio dio su última bendición a ellos y a toda su comunidad. Después de ese momento, se fue a su cuarto, y ya no contestó mensajes. Inmediatamente después de la hora santa se durmió en el Señor. Se trató de un ataque al corazón, que, reconfortantemente, no fue capaz de borrarle la apacible sonrisa de su rostro.

Después de la primera misa, mientras los fieles se despedían del padre Badillo, tuvimos una breve reunión con el consejo parroquial para tranquilizarlos y animarlos a seguir trabajando en la pastoral, mientras Dios disponía otra cosa.

A las 10 de la noche fue traslado a la parroquia San Martín de Porres, donde fue velado toda la madrugada. En ella sirvió 15 años como párroco. Al día siguiente nuevamente celebramos la Eucaristía, en una Iglesia abarrotada. Una casulla dorada y una estola blanca cubrían el féretro. La luz del cirio pascual en su cabecera resplandecía señalando su camino.

El padre Badillo que murió 4 días antes de cumplir los 68 años, se destacó por su carisma sencillo, y por atender bondadosamente a los enfermos, tanto en sus hogares como en los hospitales, y por la alegría que desbordaba en el trato con todas las personas.

Su corazón lo entregó a Dios, desde los 19 años, cuando entró al Seminario, para ordenarse sacerdote 13 años después. Y vivir unido a Dios cada día, alimentándose de la oración y de la Eucaristía, para entregarse y dar la vida en el servicio cotidiano a sus hermanos. Murió, como quisiéramos ser llamados todos sus hermanos sacerdotes, no solo siendo fieles a Dios, si no cumpliendo con su deber y bendiciendo a sus hermanos.

Que su ejemplo de servicialidad y alegría sea semilla de vocaciones sacerdotales para trabajar con amor y celo en el vasto campo de la Iglesia.

Descanse en paz.

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