Honroso, estimable, generoso, leal, honesto, sincero, franco, preclaro, bondadoso, benévolo, caritativo, digno, distinguido, altruista, honorable, virtuoso, digno.
Esa es la enunciación que nos aportan la academia de la lengua española y otros diccionarios para definir la palabra “noble”. En este caso se refiere a las cualidades y virtudes de una persona específica, sin ninguna relación a la utilización de esta palabra para referirse a la “nobleza” derivada de títulos hereditarios otorgados por el sistema monárquico.
La persona noble sabe reconocer los méritos ajenos, es atento para con todos, pero especialmente servicial. Con un gran sentido de la justicia, sin intenciones ocultas, hacen hasta lo imposible para no dañar a nadie. Su energía y riqueza interior les permite dedicarse también a otros, y apoyar sus necesidades.
En mi opinión, el concepto de “noble” es el que está más fuertemente ligado a lo que el Barón Pierre de Coubertin, creador de los Juegos Olímpicos modernos, y sus amigos, Henri Didon, un sacerdote dominico francés, y el norteamericano Ethelbert Talbot, quien era el decimoquinto obispo presidente de la Iglesia Episcopal, definieron con diversas frases y tipos de actitud, como el “espíritu olímpico”. Ese mismo espíritu es el que en el año 776 A.C., inspiró a Ífito, el rey de Élide en Grecia, para crear los originales Juegos Atléticos llevados a cabo en la ciudad de Olimpia, y que sirvieron como una “Tregua Sagrada”, en la cual dejaron de pelear entre ellos los soldados de las diferentes ciudades-estado griegas, y, por lo contrario, compitieron amistosa y “noblemente” en diversas actividades atléticas. Esta gran idea les permitió a los griegos rivalizar intensa y apasionadamente entre ellos, pero sin tener la necesidad de matarse los unos a los otros.
Ese espíritu de nobleza resaltó en las Olimpiadas de París 2024. Una persona noble es a la vez humilde, y es capaz de demostrar modestia y dejar de lado el “yo egocéntrico” para reconocer las cualidades y triunfos de los demás. Una persona humilde no es egoísta, no se centra en su propia persona y sus logros, ni busca destacarse ante los demás de una manera ventajosa y deshonrada. De esta manera su accionar es objetivo y no se deja llevar por lo subjetivo. Un acto noble es digno de respeto y honor, y un gran acto de esta loable naturaleza, fue el que protagonizaron en el podio de la arena de Bercy en París, las gimnastas estadunidenses Simone Biles y Jordan Chiles, ante la brasileña Rebeca Andrade, después de que ella les ganara a ambas la medalla de oro en la prueba de gimnasia de piso.
Simone Biles es considerada una de las mejores gimnastas de todos los tiempos, y la más condecorada de la historia, ella ha labrado su camino con una brillantez y una individualidad sin parangón. Nació el 14 de marzo de 1997, en Columbus, Ohio, Estados Unidos, fue adoptada por sus abuelos junto a sus tres hermanos debido a los problemas de adicción a las drogas que sufrían sus padres. Ella además padece TDAH, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. La trayectoria de triunfos ante la adversidad de Simone Biles requiere de una columna especial exclusivamente para relatar cómo fue que, desde su temprana infancia, tuvo que luchar contra infinidad de obstáculos y vencerlos para lograr ser una de las atletas más destacadas en la historia del deporte. Simone Biles suma 40 medallas entre campeonatos mundiales de Gimnasia Artística, en los que ha conseguido 30 (23 oros, 4 platas y 3 bronces), y Juegos Olímpicos, donde lleva ya 10 (7 oros, una plata, dos bronces). Es la gimnasta más laureada de la historia.
El noble acto al que me refiero párrafos arriba es el que en lugar de sentirse agraviadas y recelosas ante Rebeca Andrade, por haberles ganado la medalla de oro, Simone Biles con la medalla de plata, y Jordan Chiles con la de Bronce, se inclinaron e hicieron una reverencia ante la gimnasta brasileña cuando esta subió al podio a recibir la medalla de oro. La reverencia de Biles y Chiles fue un reconocimiento sincero al logro de Andrade, quien se alzó con su primer oro olímpico en suelo, tras años de rivalidad y respeto mutuo. Este gesto fue especialmente significativo dado el contexto de la jornada final de la gimnasia artística en París, donde Andrade brilló con un ejercicio impecable, logrando una puntuación de 14.166. Simone Biles, aunque había dominado las jornadas precedentes, en esta ocasión se enfrentó a errores inusuales que la relegaron al segundo lugar en la final de suelo, con una puntuación de 14.133, seguida por su compañera Jordan Chiles, quien obtuvo 13.766. El gesto de Biles y Chiles hacia Andrade fue un acto de respeto que trasciende las fronteras de la competencia deportiva. Es un recordatorio de que, más allá de las medallas y los logros individuales, el verdadero espíritu de los Juegos Olímpicos reside en la camaradería, el respeto mutuo y la humildad. Este momento se recordará no sólo por su impacto visual, sino por el poderoso mensaje de deportividad y humanidad que transmitió al mundo entero.
Al ser entrevistada por el noticiero de CNN, Simone Biles explicó: “Creo que fue importante para ese momento, obviamente, éramos sólo Jordan y yo siendo nosotras mismas, pero sé que fue realmente especial y muy impactante verlo para las niñas que quieren triunfar en la gimnasia artística. Se gana con gracia, y se pierde con gracia”.
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