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No somos gente mala

  Por Manuel Rodríguez Muro

Publicado el miércoles, 22 de septiembre del 2021 a las 04:10


Haitianos, venezolanos y hondureños piden únicamente se les deje pasar; golpeados de un viaje que parece llegar a su fin y bajo el acecho de extorsion

Acuña, Coah.- Sueños como los que Jordain Sylvain persigue desde que dejó Haití son, tal vez, un verdadero aliciente para todo aquel que se aventure a intentar cruzar de manera ilegal a los Estados Unidos en busca de mejores condiciones de vida.

Jordain es un haitiano que llegó a Ciudad Acuña, Coahuila, frontera con Del Río, Texas, hace apenas tres días.

De Haití viajó a Chile, luego a Bolivia, pasó por Perú, Ecuador, Colombia, país que recorrió a pie durante 4 días, pasó por Panamá, para después continuar su camino por Costa rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala, hasta por fin entrar por Tapachula, Chiapas, a territorio mexicano.

Su amabilidad y buen español le permiten entablar una buena charla en la que comparte su peregrinar, contrasta con la desconfianza y cerrazón de la mayoría de sus connacionales.

Es hijo de madre puertorriqueña y de padre haitiano, de ahí su español.

Más de 15 mil haitianos se amontonan, en la frontera de Cd. Acuña con Del Río, Tx., para cruzar a los Estados Unidos, hombres, mujeres y niños exponen sus vidas al intentar cruzar las aguas del río Bravo en busca de que las autoridades migratorias les abran la puerta para continuar su paso hasta donde algunos de sus familiares ya los esperan.

Contrario a lo que muchos pudieran pensar, Jordain es un haitiano que ha solventado su viaje desde que salió de su país, desde que pisó tierras chilenas ha ahorrado lo más que puede, solventó su viaje en camión hasta donde la mañana del domingo 19 de octubre espera contento, pero a la vez nervioso y con mucho miedo, su oportunidad para de una vez dar el último paso, que es cruzar el río Bravo y enfrentar a las autoridades migratorias en territorio americano.

Su travesía desde Haití hasta la frontera con Estados Unidos no ha sido nada fácil, costear su viaje ha sido tan metódico como su manera de expresarse, siempre sonriente Jordain no se esconde de las cámaras ni de los reflectores es un haitiano diferente que carga en su ser cuatro meses de rechazo, discriminación y abusos.

Su travesía por Colombia le dejó una lección, luego de cruzar el país supo que de seguir así no lograría su objetivo, así que país al que llegó pudo conseguir un empleo que le permitió no andar en las calles pidiendo dinero a la gente y poder alquilar donde pasar la noche.

Recuerda con gusto que el país donde mejor fue tratado durante su peregrinar fue Panamá y con un gesto de enfado y decepción reconoce que en México fue donde más mal lo trataron.

Con mil 200 dólares en su bolsillo y con la ayuda de sus familiares que ya lo esperan en Boston, Jordain se siente seguro y autosuficiente, sabe que no causó ningún problema en su paso por México pero se lamenta haber sido víctima de los abusos, tanto de las autoridades como del crimen organizado que lo extorsionaron hasta casi dejarlo sin los 4 mil 800 dólares con los que llegó a nuestro país y con los que solventaría sus gastos para esperar el tiempo que las autoridades mexicanas le dieran para cruzar el territorio mexicano sin ser molestado.

Hice el protocolo, asegura, pero hasta hoy es día que no he recibido la notificación para presentarme y arreglar mis papeles, de haberme esperado, estaría perdiendo mi oportunidad de cruzar la frontera o seguramente ya estaría sin dinero deambulando por las calles de alguna ciudad. Yo no pido que me den, solo pido que nos dejen en paz y nos permitan cruzar su país, nosotros no somos gente mala, nosotros no nos queremos quedar en México, todos, los que ya pasaron y los que vienen en camino, queremos llegar a los Estados Unidos y someternos a sus leyes”.

Jordain ya logró su objetivo, la mañana del domingo 19 de septiembre a las 07:00 de la mañana, junto con un grupo reducido de haitianos tomaron sus pertenencias y cruzaron el río Bravo donde, por cierto, del lado americano, no había vigilancia alguna, lo que les permitió ser el último grupo en poder cruzar a Del Río, Tx., y así unirse a los más de 15 mil que en los días previos ya habían logrado pasar.

 

VENEZOLANOS BUSCAN LA LIBERTAD EN ESTADOS UNIDOS

La odisea de Jordain no es diferente a la del venezolano Alberto, quien acompañado de su esposa Lizeth llegaron hasta esta frontera para, sin pensarlo, y sin perder tiempo se acercaron a la orilla del río para cruzar la frontera y mezclarse con los miles de haitianos que fuertemente custodiados esperan bajo el puente internacional para ser deportados o para conseguir que el gobierno de los Estados Unidos les conceda asilo político.

Alberto dejó atrás todo, es muy joven y con su fortaleza consuela la tristeza de su pareja que bajo el cubrebocas oculta las lágrimas y el miedo que cruzar el río representa y la incertidumbre de lo que les espera una vez pisando suelo americano.

Vamos a los Estados Unidos para ser libres, para vivir mejor, para ayudar a la familia, para vivir nuestra juventud”, dice Alberto mientras se apresura a empacar sus pocas pertenencias que se resumen a dos mochilas y un garrafón de agua.

El miedo lo dejó atrás, en un país donde las oportunidades no existen y que expulsa a sus ciudadanos y los orilla que sufrir los abusos de los que son objeto apenas pisan el territorio mexicano.

Sin conocerse y sin ser parte del mismo grupo, Alberto coincide con Jordain, Panamá es el país donde mejor se les ha tratado en su peregrinar.

México es el país donde más mal nos han tratado, tardé 18 días en llegar desde Tapachula, Chiapas, fuimos víctima de extorsión por parte del crimen organizado que en la Ciudad de México nos estafó. Nos dijeron que nos llevarían hasta Torreón, pero no, nos abandonaron allá, se trajeron a un grupo de compañeros hasta acá y ya los pasaron, nosotros tuvimos que esperar y llamar a nuestros familiares para que nos mandaran más dinero y poder continuar.

Nuestro paso por su país no es un delito, migrar no es un delito, no venimos a México, tampoco somos delincuentes, no le hacemos daño a nadie”.

Antes de meterse al agua se despide de quien estas líneas escribe, no sin antes tomar de la mano a su esposa Lizeth.

Que ya está lista para enfrentar a las autoridades del Custom Border Partol (CBP) que ya los esperan al otro lado del río.

Mientras ambos cruzan el río, sonrientes miran que están a punto de conseguir su objetivo, cruzar la frontera, ya del lado americano, sonrientes y mirando para atrás se toman una selfie como señal de triunfo.

Lo que no saben es que, a unos metros de la orilla, cientos de oficiales ya los esperan para trasladarlos hasta el campamento donde más de 15 mil haitianos, venezolanos, hondureños y de distintas nacionalidades aguardan soportando temperaturas de hasta 40 grados centígrados y donde tendrán que sobrevivir al calcinante sol y a la escasez de alimentos.

 

ACUÑENSES PIDEN AYUDAR A MIGRANTES, NO SON MALOS, DICEN.

El éxodo de haitianos, venezolanos, hondureños y ecuatorianos que en las últimas semanas ha sido noticia mundial, también es un fenómeno que despierta en los habitantes de esta ciudad fronteriza sentimientos de indignación por el trato inhumano y la indiferencia de las autoridades mexicanas ante tal fenómeno.

Tal es el caso de Raúl Almaguer que, molesto, hace un llamado a las autoridades.

Si no les dan ayuda, si no les dan comida, si no les van a dar pasaporte, si no les van a dar un asilo, po’s que nomás los dejen caminar y llegar a su destino, nada más, no están molestando a nadie, son buenas gentes, son humanos”.

Visiblemente indignado y en tono fuerte, hace un llamado a todos los mexicanos para brindar ayuda a los migrantes y que puedan llegar a su destino “porque tienen necesidad, porque tienen hambre, por eso vienen a México, si no los van a ayudar, si no les van a dar papeles, entonces ayúdenlos a llegar a su destino”.

El paso de los miles de indocumentados que han inundado las calles de Ciudad Acuña es también una oportunidad para que la economía de los comercios locales se revitalice.

Para Diego, encargado y administrador del “Hostal Jardín Tropical”, un pequeño hotel localizado en el centro de la ciudad, el beneficio que consigo traen los migrantes de cualquier tipo de nacionalidad es muy bueno.

De apenas 15 cuartos, el pequeño hotel que en lo alto luce de color zanahoria y un balcón en donde se observa a sus huéspedes, en su mayoría haitianos, asomarse y realizar llamadas telefónicas mientras deciden el momento para cruzar, algunos ya esperan su proceso de asilo, la mayoría planea y aguarda un poco, han decidido que no es el momento de cruzar a los Estados Unidos porque entre ellos ya se corrió la voz, los están deportando en aviones hasta Haití sin siquiera revisar su solicitud de asilo.

El comercio en el centro de la ciudad ha resurgido, por las calles en grupos nutridos los migrantes buscan adquirir alimentos para llevar a sus familias y amigos que aguardan bajo el puente internacional.

Hombres y mujeres abarrotan los negocios de comida rápida, comerciantes organizados se acercan hasta donde se encuentran para ofrecerles alimento, en taxi, en carretilla, cargando sus productos en cualquier vehículo, así llegan los acuñenses a ofrecer agua, paletas, comida y todo lo que los miles de migrantes necesitan para llevar a los suyos del lado americano.

Muy cerca del puente, sobre la vega del río, entre los carriles, cientos de migrantes de todas las nacionalidades se agrupan durante el mediodía del domingo para cruzar las aguas del río y exponiendo sus vidas, cruzan al lado mexicano para acarrear agua, comida y medicinas.

Ya están en Estados Unidos pero el óxido sobrepasó a las autoridades migratorias al grado de no tener suficiente alimento para calmar el hambre de los miles de refugiados, hecho que ha molestado a los haitianos que al regresar a México no dejan de acusar a cuando periodista se encuentran porque aseguran que el haber dado la noticia de su situación provocó que los tengan encerrados a la intemperie y donde lo que les dan de comer se les pierde entre las muelas.

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