Aunque no lo crea, en septiembre de 2008, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, presidida por el exministro, Arturo Zaldívar, y con la ayuda de Yasmín Esquivel Mossa, Loretta Ortiz Ahlf y Alberto Pérez Dayán, tuvieron a bien editar, imprimir y promover, por primera vez, un valioso libro de nombre Un juez reflexiona sobre su labor: el papel de un tribunal constitucional en una democracia.
En ese libro, se relataba la historia de Aharon Barak, quien fue ministro de la Suprema Corte de Israel durante 28 años, de los cuales 11 fungió como presidente. El desempeño fiel de su labor lo llevó a convertirse en un personaje bastante influyente en el sistema judicial israelí. En el prólogo, los integrantes del Comité de Publicaciones y Promoción Educativa de nuestra Corte, aseguraban que el protagonista era un hombre bastante sabio, con un acervo invaluable, digno de ser difundido. Por esta razón, decidieron traducir y publicar su principal obra: A Judge on Judging: The Role of a Supreme Court in a Democracy.
El autor en este libro, establece que la función primordial de un Juez constitucional, es la de declarar cual es la ley aplicable a un conflicto determinado, debiendo hacerlo de una manera creativa y ejerciendo sin recato acciones correctivas a todo el sistema gubernamental, social y político de una nación, para cerrar la brecha entre el derecho y la sociedad y llegar a la verdadera meta, la cual no es otra que la de salvaguardar, a ultranza, la democracia de su nación.
Así pues, luego de la decisión tomada por el pleno de la Suprema Corte de nuestra nación el pasado 5 de noviembre, mediante la cual, por mayoría, decidieron desestimar las acciones de inconstitucionalidad, promovidas contra la reforma judicial, se evidenció que nuestra Corte decidió dejar de cuidar diligentemente su principal labor de proteger la libertad y democracia del pueblo que le confió tal labor, para dejarnos luego, en un completo estado de indefensión ante las decisiones de este nuevo poder totalitario y dictatorial y con la gran interrogante de ¿qué sigue?
Pues bien, sin el ánimo de ser demasiado optimista en este funesto escenario, debo mencionar que, aunque todo está evidentemente perdido, yo creo que aún existe un conjunto de escenarios que nos deben llamar a la reflexión y principalmente a la acción, dado que al final, después de que cayeron todas las máscaras de quienes supuestamente nos representarían y defenderían, ahora como ciudadanos agraviados por este nuevo régimen que busca minimizar nuestros derechos humanos para hacerse de ellos de manera ilimitada, aún nos quedan mecanismos internacionales que podremos explotar, las cuales serán decisión de cada uno de nosotros.
Por lo pronto, ante la inminente aplicación de esta lesiva reforma, debemos aceptar que aún tenemos la capacidad de convertir la necesidad en virtud, por lo que debemos estar atentos al calendario de los procesos electorales de 2025 y 2027, para ver quiénes se inscribieron, quiénes podrían tener un mejor desempeño, y en lo posible, evitar a quienes finjan que no, pero que sí comulguen con este sistema que amenaza con llevarnos al caos que ahora viven los países que permitieron que los gobernantes fueran elegidos por quienes sufragan sin razonar su voto. O lo que es lo mismo, ¡no nos volvamos a equivocar!
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