Coahuila
Hace 3 semanas
En Saltillo, el oleaje del tiempo se irisa con reflejos propios, a la luz de una historia que ya tiene más de 400 años, así como ocurre con las delicadas gradaciones de sus famosos sarapes.
Una ciudad que día a día se proyecta hacia el futuro, pero no renuncia a sus tradiciones, a sus costumbres, a su acervo cultural e histórico. Quizá esto explique el hecho de que, en su presente, se perciba un fondo de resguardada quietud.
A más de 400 años de su fundación, Saltillo es casi una metáfora de la eternidad.
En ese transcurso de los siglos, la ciudad fue creciendo, tomando forma gracias al esfuerzo, la tenacidad y capacidad creadora de sus hijos, desde el pujar de los pioneros del remoto origen, al de las generaciones sucesivas hasta llegar al presente.
El Saltillo poblado incipiente, el moderno y contemporáneo, con gente que lucha por la conquista de un porvenir, pero apegada a una manera de ser, a un modo de ver y de sentir la vida, que hunde raíces en lo profundo de su propia historia y de su tradición cultural, afirmando una identidad que es su orgullo.
Artemio de Valle Arizpe, uno de los hijos predilectos de nuestra tierra, gran cronista que fue de la Ciudad de México, lo expresaba así: “No es por presumir, pero soy de Saltillo”. O eso mismo, cifrado en el gracejo no menos cargado de un sentido de un anciano poblador de la ciudad, “somos como piedritas que el viento arrastra… Pero yo estoy contento porque al fin me quedé en Saltillo…” O con las palabras de un joven estudiante: “Saltillo es nuestra ciudad, la ciudad que amamos”… O la frase adoptada por aquel personaje muy nuestro, Francisco Gámez Cardona, “Pancho La Gallina”, jefe y primer tambor de la danza tlaxcalteca del barrio cuna de la ciudad: “No es por presumir, pero soy del Ojo de Agua”, quien además fue el líder del Sindicato Nacional de Captores y Vendedores de Aves Canoras y de Ornato de la República Mexicana, afiliado al Partido Revolucionario Institucional; Gámez Cardona era el único miembro de dicha agrupación.
Armando Fuentes Aguirre, el cronista de la ciudad, conocido en el ámbito nacional e internacional de la intelectualidad como “Catón”, dice que en Saltillo se vive mejor que en el cielo, y en verdad es que no sé qué tiene esta ciudad que la amamos tanto y no la cambiamos por nada. Catón cuenta que San Pedro recibió a unas personas que merecían la gloria y sorprendidos preguntaron al santo varón qué por qué estando en el cielo, tenía atados con cadenas a varios individuos. San Pedro les contestó: “¡Es que son de Saltillo y se quieren regresar, pues dicen que allá se vive mejor que en el cielo!”.
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