Coahuila
Hace 1 mes
El nepotismo es una de las lacras del sistema político que ni aún con transformación de cuarta pudo ser erradicado; más bien, el régimen lo potenció.
En el punto 11 de sus 100 “compromisos”, es decir, entre los de máxima prioridad según el orden de aparición, la Presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, planteó un asunto interesante en el Zócalo de la Ciudad de México el día de su toma de protesta: “impulsaremos la prohibición de suceder a un familiar directo en los cargos de elección popular; no al nepotismo”.
¿Le suena el caso de Armando Guadiana, senador por Coahuila para el periodo 2018-2024, y su hija Cecilia Guadiana, senadora inmediatamente después, en 2024?
Llama la atención, además, el verbo usado por la Mandataria: “suceder”. De sucesión, pues. O herencia. Un ángulo que justamente se había publicado con anterioridad en este mismo espacio.
Originalmente, en el inicio de su campaña presidencial, el 1 de marzo también en el Zócalo de la CDMX, Sheinbaum Pardo había mencionado en el punto 9 de sus “100 pasos para la transformación” que “no debe haber reelección a ningún cargo de elección popular a partir de la siguiente elección presidencial del 2030”.
Siete meses después fue más allá; profundizó en el tema: no reelección pero tampoco sucesión.
De concretarse dicha reforma electoral, entraría en vigor a partir de las elecciones de 2030. Ahora bien, si en este momento la Presidenta califica la situación como inaceptable, y urge la necesidad de un cambio, ¿por qué favorece directamente a la representante de Coahuila que llegó por esa vía, al designar a su pareja, Américo Villarreal Santiago, como Delegado de Bienestar en el estado, en la estructura de la Administración pública federal a su cargo?
Al hacerlo fomenta otro vicio de la política: el influyentismo (citado inmediatamente después, como punto 12 de sus “compromisos” a exterminar) al materializarse en la figura de Villarreal Santiago, hijo del Gobernador morenista de Tamaulipas, Américo Villarreal Anaya.
En política no existen sorpresas, sólo sorprendidos. En 2018 la delegación de Bienestar en Coahuila, entonces súper delegación –cuyo modelo fracasó y tuvo que acotarse luego del fiasco electoral en las elecciones intermedias de 2021– fue encomendada a Reyes Flores Hurtado, a la sazón Senador suplente de Armando Guadiana y su ‘escudero’ político desde tiempo atrás (con un desenlace muy distinto tiempo después).
Su designación se consideró en su momento una posición para el Senador titular, al ganar el escaño. La historia se repite en 2024: un Guadiana y un personero de éste en la delegación de Bienestar (la oficina de dádivas por excelencia; ¿ninguna objeción por lucrar con los apoyos?).
Es decir, al dos por uno, y de pilón hasta la misma oficina en la Cámara de Senadores. Un insulto a la inteligencia.
Por lo demás, desplazar a los nativos de la toma de decisiones en Coahuila, ahonda en la división que se acentúa cada proceso electoral local en Morena con el reparto del pastel (2020, 2021, 2023), y que temporalmente fue maquillada con los resultados federales de 2024.
En esta ocasión, ni el dinero de La Floriza de Múzquiz fue suficiente, ni fueron tomados en cuenta alcaldes en el ocaso de su periodo, como Roberto Piña en Frontera, “Mayito” López en San Juan de Sabinas o Jonathan Ávalos en Francisco I. Madero, ni emergentes como Jacobo Rodríguez en Piedras Negras.
Tampoco consideraron a fundadores del obradorismo en Coahuila que se rasgan las vestiduras acerca de sus derechos de antigüedad (y que, justo es decirlo, de nada valen en los hechos) ni a integrantes del fallido Consejo Estatal de Morena. Diego del Bosque, por su parte, se ha centrado en su papel de acarreador de camiones y porra a Ciudad de México.
Nada hubo para el grupo de torreonenses y sus diferentes facciones, pues fueron marginados todos: desde los neomorenistas hasta los neolaguneros. Ninguna opinión se pidió al sempiterno diputado federal, Javier Borrego ni al reelecto Brígido Moreno, mucho menos a los advenedizos como Mejía Berdeja ni a “caras nuevas” como Antonio Castro, o Hilda Licerio, ni a los plurinominales del Congreso local.
No es un fenómeno nuevo, al contrario: a Coahuila se le ha intentado tomar desde el centro del país, a control remoto, con decisiones a distancia que casi siempre provocan encono y fragmentación puertas adentro.
Quienes podrían llegar a conocer de mejor manera el territorio, usos y costumbres de la población (por el hecho de que aquí viven, no por otra cosa) han sido desplazados o maniatados y sujetos a políticas centralistas en su papel de correa de transmisión.
En el fondo el fenómeno exhibe la concentración de poder que ha tratado de revivir el régimen desde 2018, y que va contra la naturaleza federalista del estado.
Cortita y al pie
Si bien en la entidad han existido otras parejas también de Morena en busca de poder político o ejerciéndolo simultáneamente, como Shamir Fernández y Rocío Guadalupe “Pily” de Aguinaga, en La Laguna, o Javier Borrego y Claudia Garza del Toro, en la Región Centro, el tándem Cecilia-Américo es el más representativo.
La ironía: el régimen difunde propaganda pobrista y populista, demagógica, no obstante no hay espacio para los plebeyos en los cargos relevantes. Como hace 100 años, el pueblo sólo está representado en los murales de Diego Rivera en Palacio Nacional.
La última y nos vamos
Como apéndice de Tamaulipas, Américo llega de territorios ajenos a descubrir Coahuila. El estado, sin embargo, ya había sido descubierto y no necesita conquistador.
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