Coahuila
Hace 1 mes
Los recientes sucesos que involucran a figuras con proyección pública de Morena capítulo Coahuila no deberían extrañar a nadie pero sí mover a reflexión por tratarse de un grupo que pretende hacerse del poder en un momento histórico, y lo peor: ejercerlo.
Lo fácil es concluir que internamente hay división (nombre, unos genios; cómo llegarían a tan sesudo análisis) y existen dos grupos (error: de hecho son más facciones) disputando candidaturas y peleando posiciones en un tiempo donde ni siquiera existe un proceso electoral vigente (los protagonistas, por tanto, andan orinando fuera de la bacinica).
Lo interesante, en cambio, no se halla en la superficie sino en las pulsiones profundas que no se aprecian a simple vista: si la política es el arte de negociar y lograr acuerdos, en Morena Coahuila se practica su ausencia total. Lo que ahí hacen es cualquier cosa, excepto política.
En el partido cuyo eslogan es “Primero los pobres” prevalece, irónicamente, la práctica de imponerse por la fuerza del dinero. Lo anterior no significa imponer una visión del mundo, por errada o cuestionable que sea esta, sino sencillamente una jerarquía carente de ideas y por consecuencia de proyecto. Quítate tú para ponerme yo, básicamente.
Qué de virtuoso puede resultar de repartir despensas, propaganda personalizada y dádivas ocasionales hasta el hartazgo, o simular servicios médicos a la gente sin ton ni son bajo el pretexto de la territorialidad (en otras palabras: por representar algo en una determinada circunscripción). Prácticas que históricamente ha detestado el fundador del partido y, en honor a la verdad, jamás realizó para llegar a la Presidencia.
Por lo demás, las catapultas o coartadas que han elegido para acceder al poder las protagonistas del conflicto, no son nuevas. Ni siquiera en eso son primigenios.
El ejemplo de comunicadora que cambia su popularidad por votos es Mara Lezama, en Cancún. Primero Alcaldesa, después Gobernadora de Quintana Roo.
Su otrora estilo “la voz del pueblo”, de denuncia social, es compartido por Alejandra Salazar, excandidata a la Presidencia Municipal de Saltillo.
La diferencia es que una lo hizo desde la radio y la televisión en su día, medios convencionales de comunicación que siguen siendo los más influyentes por más que se les desestime, ojo, y otra ocupa un espacio en las redes sociales que, si bien contabilizan interacciones por millares, no logran penetrar en la agenda pública por sí mismas hasta que no comparten sus contenidos los medios tradicionales.
El caso de la Senadora, aspirante a Gobernadora, relacionada con el Delegado de Bienestar aupándole con recursos públicos, tampoco es un fenómeno único en el estado.
En Baja California la legisladora Julieta Ramírez Padilla, de la misma camada (30 años) y Legislatura, es pareja de Netzahualcóyotl Jáuregui Santillán, delegado de Bienestar en aquella entidad (15 años mayor; ¿le suena familiar?). Se replica el concepto de “Los Novios del Bienestar”.
Sin embargo allá sucedió al revés: él ayudó a ella para llegar al escaño, no ella a él para llegar a la Delegación. Además él es operador político cercano de la Gobernadora de Baja California, también de Morena. Ella, por su parte, fue diputada federal previamente, y representante ante el INE, además de ocupar otros cargos cercanos a la Mandataria. Entiende el juego.
No es su primera chamba. Por ello, pese a las semejanzas, las circunstancias no son idénticas, así que no se pueden equiparar las trayectorias. Morena copió y empeoró muchos vicios del PRI, pero no la disciplina partidista de origen castrense.
Es cándido, por tanto, esperar de quienes no se someten, ni se disciplinan, obediencia ciega en aras de un bien superior o del interés común por una razón: a quién y por qué deberían obedecer, es la pregunta, si no hay nada tras el cascarón guinda. No es un Movimiento.
Es, en todo caso, un emblema que articula intereses y polariza. Un vehículo para acceder al poder, como tantos otros en el sistema de partidos. La idea de algo en el imaginario colectivo.
Si bien algunos buscan de buena fe que un tercero, externo, ajeno y sin conflicto de interés, funja como árbitro y pite de manera neutral, destrabando las diferencias, no todos están dispuestos a someterse a medios alternos para la resolución de controversias.
Los intransigentes no transigen. Podrían traer a un negociador profesional de secuestros o situaciones de seguridad nacional, y aún así no servirá.
Por otro lado, si otros esperan –ingenuamente– a que alguien meta en cintura a los “alonchados”, por decirlo con un término netamente saltillense, necesitarán un asiento para esperar con mayor comodidad, pues esto no sucederá.
Aceptar errores no es la dinámica que caracterice a Morena. No hay mecanismos de control interno pese a la existencia de una Comisión Nacional de Honestidad y Justicia, en apariencia encargada de controversias entre militantes (o como ellos se autodenominan: “protagonistas del cambio verdadero” –no se ría–).
El conflicto es su leitmotiv. Ya sucedió en la transición de 2022 a 2023, cuando Ricardo Sóstenes Mejía Berdeja y el PT torpedearon externamente a los guindas hasta destruirlos (o ellos implosionaron, según se vea).
En 2024, montados en la ola de la elección federal, se unieron en torno a la candidatura presidencial como resistol y no hubo motín en la repartición del botín. No obstante todos los años previos, cuando aún no gobernaban, el pleito se focalizó en la dirigencia estatal (administrador de lo importante: las prerrogativas). Lo mismo con Claudia Garza de Toro (2012-2015) que con Miroslava Sánchez (2015-2018), José Guadalupe Céspedes (2019-2021) o Diego del Bosque (2021-¿?).
El próximo jueves Andrés Manuel “Andy” López Beltrán estará en Saltillo, donde ya estuvo dos veces desde que asumió el control de Morena en septiembre de 2024 y nada pasó antes, durante o después de sus visitas. Una con público presente y otra, a puerta cerrada.
Será la tercera ocasión en cinco meses que aterrice en la capital. Para qué, es la pregunta, si no resuelve nada. Sus oficios, en ese sentido, sólo pueden encaminarse, más que a mediar el conflicto, a retardar el proceso de descomposición. Enmascararla.
Como congelar un alimento a sabiendas que ya se puso malo, con la esperanza de que al ponerle hielo recupere propiedades y no se termine de echar a perder. Sin embargo es inevitable.
El día antes, miércoles, Claudia Sheinbaum estará a 85 kilómetros de distancia, en Monterrey. Semana de gestiones y definiciones a corto plazo.
Cortita y al pie
Nos encontramos en un escenario donde la Presidenta de la República no sacrificaría el espacio que destina para atender problemas de gobernabilidad en el país –y vaya los tiene actualmente– por ocuparse del partido.
Debe delegar. Es entonces cuando los vacíos se llenan y no con meritocracia, sino con dinero.
Desde sus orígenes, en Morena no han tenido objeción de conciencia en aceptar financiamiento externo ni en vender la franquicia (sin fiscalización ni transparencia, faltaba más). Se trata de que otros, con sus propios recursos, resuelvan (si acaso pueden) y repartan (o acaparen, más bien).
La última y nos vamos
Ahora bien, por lo menos en Saltillo no funcionan las franquicias aunque los franquiciatarios sean nativos de la ciudad.
En su día quebraron sucursales de Mc Donald’s, Starbucks, Ihop, C&A, Whataburger, Wendy’s, Applebee’s, Chili’s, Cinemex, Bisquets Obregón, entre otras marcas.
Si Morena en Coahuila es una franquicia, comprada por la familia Guadiana desde 2015, no es difícil aventurar sus resultados una década después.
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