En 1925 un incendio acabó con sus instalaciones, lo que obligó a los propietarios a construir un nuevo edificio y adquirir la maquinaria más moderna del momento. Se construyeron más silos para el almacenamiento del producto y en 1947, pasó a ser propiedad de don Isidro López Zertuche, que le dio un fuerte impulso y competitividad con los mejores molinos que operaban en el país, hasta que en 1998 pasó a manos del consorcio La Moderna, que lo conserva con el mismo nombre y cuya producción ha superado con creces a otras épocas de esta importante factoría de la ciudad.

La Moderna o El Fénix apoyan a productores de la zona de los Cinco Manantiales en el norte de Coahuila y a agricultores de trigo del municipio de Galeana, Nuevo León, mediante un programa de siembra por contrato que garantiza la adquisición del cereal para ser transformado en harina y de ahí el famoso pan y las tortillas de harina que caracterizan a una gran zona del norte del país, y desde luego las galletas y pastas que produce desde hace muchos años La Moderna.

La incipiente industria de Saltillo, tuvo sus primeros pasos antes de 1591, tiempo en el cual se construyó el primero de los molinos de trigo en el norte de México, en la hacienda de Palmillas, propiedad de Juan Navarro, quien vendió el molino a don Domingo Aguirre. La construcción de este molino constituye el primer jalón en el lento proceso de industrialización de nuestra entidad.

Saltillo tenía una industria basada en la elaboración de alimentos; la primera en surgir en el ambiente agrícola y ganadero de una región situada en la periferia “de lo que pudiéramos llamar el mundo civilizado, una industria primordialmente al servicio de la Villa”.

En los últimos años del siglo XIX, Saltillo había iniciado su industrialización y se enriquecía con nuevos establecimientos. Las casas Guillermo Purcell, Dámaso Rodríguez y Marcelino Garza se asociaron para fundar una fábrica de pastas y galletas, una de papel hecho de paja de trigo, y adquirieron y ampliaron la fábrica de hilados Dávila Hoyos. La Casa Purcell fue fundada por el inmigrante irlandés, quien llegó a Saltillo en 1866 y estableció varias negociaciones; explotó las minas de Concepción del Oro, construyó las fundiciones para cobre, zinc y plomo en Saltillo, y el Ferrocarril Coahuila y Zacatecas.

La Casa Dámaso Rodríguez se dedicó al comercio, pero fundó algunas industrias, entre ellas una tenería, fábrica de zapatos y una ladrillera moderna. Esta negociación es la única de capital exclusivamente mexicano que el historiador José C. Valadez menciona en su importante libro sobre la historia general de Coahuila durante el porfiriato, pero debe incluirse también la Casa Madero, de Parras de la Fuente, Coahuila y “Molinos El Fénix”.

Durante los primeros años del siglo XX, surge  la nueva industria automotriz y relacionada con ella la de hule, dando origen en Coahuila a la explotación de un nuevo producto: el guayule, el cual se obtiene de la planta del mismo nombre en nuestras tierras áridas. Pronto brotaron en Torreón, Saltillo, Parras, Jimulco y Ocampo fábricas para elaborar guayule, pero su vida fue corta, pues el producto no pudo competir en precio contra el hule procedente de Brasil, sin embargo, esta industria reapareció con las guerras mundiales, cuando la demanda aumentó sin reparar en precios.