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Por Denisse Dresser

Hace 1 año

Si Yasmín Esquivel continúa como ministra del máximo tribunal, pierde la Corte, pierde la UNAM, pierde México, perdemos todos.

 

El presidente López Obrador insiste en que jamás traicionará la transformación, romperá su palabra, incumplirá lo prometido o tomará una decisión en contra del pueblo. Pero lo hace al proveerle cobertura política a la ministra Yasmín Esquivel. La apodada “ministra contratista”, que llegó a la Suprema Corte como favor a José María Riobóo, uno de los asesores preferidos de AMLO. La mujer criticada debido a una trayectoria caracterizada por conflictos de interés, y ahora ensombrecida por la acusación de una tesis fraudulenta. Al defenderla, AMLO vuelve a traicionar a quienes votaron por él. Aseguró que no seleccionaría ni protegería a ministros de la Corte cuestionables como lo había hecho Peña Nieto. Pero hace lo mismo.

Peña Nieto designó a su amigo Eduardo Medina Mora, y AMLO designó a su amiga Yasmín Esquivel. Ambos sacrificaron el principio de que la Suprema Corte no solo debe ser independiente sino parecerlo, porque su credibilidad deviene de su imparcialidad. Pero Peña Nieto promovió a alguien para pagar favores, asegurar votos, influenciar sentencias y la 4T no ha roto con esa tradición. A la Suprema Corte deberían llegar personas en el ápice de su profesión: respetados, respetadas, admirados, admiradas. Yasmín Esquivel no cumple con esas credenciales y la tormenta sobre su tesis solo lo constata.

Como reportó hace años la revista Proceso, la hoy ministra mintió al Senado sobre el conflicto de interés que ensombreció su paso por el Tribunal de Justicia Administrativa, y en el tema de la Supervía votó para favorecer a su esposo, en vez de recusarse.

Hoy el problema con Esquivel no es solo su cuatitud sino cuestionamientos legítimos sobre su capacidad, su ética y el cumplimiento de requisitos para permanecer en el puesto. No es solo que en voto tras voto haya mimetizado las posturas presidenciales, respaldando la prisión preventiva oficiosa y el populismo penal, manifestando su desprecio a la presunción de inocencia, avalando la inconstitucionalidad de la reforma energética, apoyando la militarización y tantos votos más. La ministra Esquivel abiertamente desconoce precedentes asentados por la Suprema Corte en materia de derechos, y subvierte el papel que debería desempeñar como tribunal constitucional. Para ella, como para el Presidente, la Constitución tiene el mismo valor que un rollo de papel de baño. En esa proclividad, es “totalmente Palacio”.

Ojalá que el meollo de la ministra fuera un momento aleccionador para AMLO, para Morena, y para el Senado. Ojalá el Presidente entendiera el costo reputacional de mantener en la Corte a alguien que no merecía estar ahí. Ojalá Morena comprendiera que carga con la culpa de disminuir la calidad de la justicia, por ponerla al servicio de AMLO. Ojalá el Senado reconociera el pésimo proceso de designación de ministros de la Corte, denunciado desde hace años por el movimiento #SinCuotasNiCuates, y el observatorio ciudadano Designaciones públicas. Ya sea por trueque, miedo o sumisión, los senadores no desempeñan el papel de contrapeso que les corresponde a la hora de votar las ternas propuestas por el Presidente. Y el lopezobradorismo imita una vieja propensión a debilitar las instituciones, colocándolas a la orden de quien gobierna. La 4T tenía la oportunidad de corregir un procedimiento viciado, pero ha elegido empeorarlo.

Con la ministra moralmente derrotada (MMD) todos perdemos. Pierde AMLO al defender lo indefendible. Pierde Morena al avalar lo que denunció en el plagio de Peña Nieto. Pierde la Suprema Corte al convertirse en otro sitio en donde sobreviven incondicionales, o políticamente protegidos, o magistradas sin requisitos como una licenciatura válida en Derecho. Pierde la UNAM si no le retira el título que obtuvo de forma tramposa, e investiga lo que ocurrió en su caso y otros más. Pierden los miembros del Senado -incluidos los de oposición- por no escrutinar a alguien que tenía la bendición presidencial pero no la integridad suficiente. Más importante aún: pierde México porque si Yasmín Esquivel se queda en la Corte, la institución no podrá recuperar su credibilidad jamás. Se comprobará que fue nombrada para hacerle los encargos al Presidente, no para defender la Constitución. Y seguiría desprestigiando al máximo tribunal por muchos años, cuando después del tema de la tesis no debería permanecer ni un día más.

 

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