Los artistas del Renacimiento caminaron sobre una delgada línea que separaba el mundo real de los ideales que les fueron heredados desde tiempos milenarios. No es de extrañar, por supuesto, el afán de corroborar la vida y la naturaleza tal cual la retrataban los admirados pensadores griegos y romanos. Platón, Aristóteles, Plinio, cuya visión filosófica y peso histórico aún hacían vacilar los juicios crítico s de los grandes pensadores y artistas del Renacimiento. Y no es para menos: ¿No eran acaso los parámetros del helenismo los que buscaba seguir todo pensador renacentista?
Aún así, el Renacimiento nos dio a Képler, Descartes, Galileo entre otros y ante todo el más grande genio de la historia universal: Leonardo Da Vinci, quien con toda su capacidad de observación y reflexión del mundo catapultará prácticamente todos los quehaceres del ser humano.
Pero andemos con calma y traigamos a estas líneas que esbozamos a los libros renacentistas que retratan la naturaleza de la manera más fiel posible. ¿No es acaso maravilloso el modo en que la imprenta revoluciona la manera de aprender y compartir el conocimiento? La naturaleza deja de ser un concepto verbalizado para convertirse en objeto de análisis más detallado y profundo, pero aún se mezclan entre esta necesidad de conocimiento, las verdades que perduran en esta época.
Así que los bestiarios y las reminiscencias de míticas naturalezas de tierras de algún Preste Juan, resuenan en las enciclopedias que retratan sin distinción la naturaleza real y la imaginaria. Son épocas que conviven sin conflicto aparente el idealismo platónico y el emprimo aristotélico que no tardará en imponerse como método de conocimiento: Aquello que puede ser razonado y experimentado es real, lo real es comprobable con los sentidos.
La investigación científica parte de los libros de la historia natural de Plinio, entre otros, y de ahí hacia la confirmación práctica que, admitamos, no pocas ocasiones se decantaba por respetar a los grandes pensadores sobre la confirmación contradictoria de la realidad.
Sin embargo esta confrontación poco a poco va rindiendo sus frutos y los dibujos de la flora y fauna del mudo conocido y por conocer, recordemos el Nuevo Mundo aquí, cada vez son más exactos y dignos de una valoración más científica. Gesner, Rondelet y Belón clasifican con mayo exactitud con el paso del tiempo y sus obras, bajo la óptica de la ciencia actual llena de inexactitudes, poco a poco son más certeras. Compilaciones, sí, pero que promueven una observación de la naturaleza más certera y Ku.
Leonardo Da Vinci será el genio que impondrá como regla el conocimiento de las ciencias como puerta de entrada para la creación artística que dejará de ser una simple reproducción y se convertirá en arte transformado y transformador de la realidad. Lentamente se va dando la clara diferencia entre artesanía y arte.
Aquí Leonardo y su coetáneo Miguel Ángel tendrán algo en común dentro de sus irreconciliables diferencias. Por un lado, Leonardo defiende la posibilidad suprema de la pintura para retratar la realidad y transformarla, mientras que Buonarroti ya veía en la piedra la potencia, la forma, a la que solo hacía falta quitar los excesos para dejar al descubierto la escultura contenida en la roca.
Sin embargo, ambos artistas parten de una observación de la realidad y de su inmediata transformación y somos nosotros, simples mortales, quienes disfrutamos tanto de una visión del arte, como de la otra. Indiscutible el aporte de Da Vinci a todas las ciencias a partir de los esbozos y tratados de anatomía, que rayaban en lo milagroso.
Sin embargo, no debiéramos menospreciar los tratados llenos de errores y de una cosmovisión ajena a la confirmación científica, porque la verdad también puede ser observada desde la óptica del error, y es de notable importancia observar la realidad desde esta óptica. No con un afán metafísico o sobrenatural, sino desde el interés de entender toda una época que marcará el futuro de la historia.
Los mirabilia, los libros de los milagros alemán del siglo XVI e incluso el misterioso manuscrito Voynich pueden revelar mucho de lo que somos como seres humanos. Así que toda reflexión seria sobre la realidad tiene algo de verdad en su interior. Por supuesto, el empirismo, y el positivismo mucho tiempo después formulado por Auguste Comte, son innegables herramientas de conocimiento, así como todas las intenciones ilustrativas en el Renacimiento que han dado frutos inconmensurables hasta el día de hoy.
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