Nacional
Por
El Universal
Publicado el sábado, 29 de noviembre del 2008 a las 21:15
México.- Este empresario ha tenido la mala fortuna de conocer de cerca a El Azul. Fue secuestrado, liberado y luego extorsionado por el plagiario que Nelson Vargas vinculó con el secuestro de su hija Silvia.
México es hoy un país en el que hay profesiones que en otras latitudes serían un fracaso, simplemente no habría clientes que utilizaran los servicios de algunos de estos expertos.
Max Morales es un abogado que quizá se dedicara a otra cosa si viviera en países nórdicos. Pero no, él vive en México y se ha tenido que especializar en casos de secuestros, en los cuales ha trabajado por más de 15 años.
Es este abogado de 52 años de edad quien relata el terror del secuestro y la frustración de atestiguar la facilidad con la que los delincuentes evaden la justicia.
Después de una negociación exitosa, una familia había logrado que los secuestradores liberaran un hombre de negocios.
Pese a haber cobrado su rescate, los plagiarios continuaron con la extorsión: buscaban tener una renta a cambio de no volver a secuestrarlo a él a algún otro miembro de la familia.
El empresario decidió poner fin al chantaje y denunció a su acosador a la PFP, sin obtener respuesta en dos semanas.
“La PFP no quería participar. Le dio largas a la intervención, aunque en esas fechas acababa de anunciar un grupo antisecuestros, con 300 agentes, supuestamente muy buenos,” refiere el litigante. El empresario recurrió a algunos contactos y presentó una queja en Los Pinos para pedir la ayuda.
Finalmente la PFP intervino. “Nosotros les entregamos todo, grabaciones telefónicas y datos de las negociaciones.”
Explica que su cliente acordó con El Azul la entrega de un dinero e informó a la PFP, pero el día pactado para la entrega los mandos no acordaban el operativo para capturarlo, y tuvo que llegar, de nuevo, la orden de Los Pinos para enviar a un agente, que finalmente lo detuvo el 26 de septiembre.
El Azul dijo llamarse Ángel Cisneros Marín, aunque después se determinó que se trataba de Raúl Ortiz González, uno de los miembros de la banda de Los Rojos.
Una vez en la SIEDO, el denunciante fue careado con su secuestrador de frente.
No sólo se omitió usar una cámara de Geisel —una habitación con ventana de espejo que evita que los acusados vean a las víctimas—, sino que fue sentado a centímetros de su verdugo, que estaba sin esposas ni seguridad. Ambos se reconocieron.
La víctima había pactado con la PFP y la Unidad Antisecuestros que no se difundiría la captura. “No se le va a dar cine (cobertura de prensa) porque todavía falta detener a otros 10”, se nos dijo, recuerda.
El trato que dieron en la SIEDO al presunto secuestrador y otras dos detenidos, sorprendió al abogado. “Tuvimos que esperar un par de horas a que ellos acabaran su consomé y tacos que les habían llevado”.
Los tres detenidos ingresaron de inmediato y sin esposas, para entonces dos de ellos ya habían sido liberados “porque no tenían relación con la banda”, y ya estaban sus familiares con ellos. Sólo quedó retenido El Azul.
Las sorpresas continuaron al día siguiente, cuando se dieron cuenta que la SSP había difundido un boletín sobre la detención, el 489/2008, presentándola como resultado de una investigación. “Reclamamos y uno a otro se echaron la ‘bolita’”, dice el abogado Morales.
Pero faltaba lo peor. Horas después se dio a conocer la fuga de El Azul, a quien agentes federales habían llevado para recibir atención médica al Hospital de Xoco.
Desde entonces, el denunciante casi no vive.
Perdió de nuevo la tranquilidad “no se atreve ni a salir”, remata el abogado.
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