Las imágenes son grotescas. Sobre el entarimado de un escenario donde se desarrolla un festival, las bandas de música grupera hacen un alto en el show. Un hombre zamborotudo —casquete corto, pantalón de mezclilla y chamarra azul marino de poliéster— camina hacia las multitudes.
Es la noche del 30 del noviembre. El hombre está eufórico. Cumple 29 años. Desde arriba del escenario ve a las multitudes bajo sus pies. Sonríe, ve a todos de un lado a otro con aire de superioridad. Lleva en sus manos fajos de billetes. Vuelve a sonreír, hace una pausa y comienza su propio show: habla con el público y lanza billetes al aire para las multitudes.
Los espectadores extienden los brazos, levantan las manos en busca del dinero esparcido en el aire. Manotean, gritan, festejan. Algunos brincan. Otros le piden al hombre dirigir sus lanzamientos más allá de las primeras filas.
Los primeros fajos de billetes parecen interminables, pero se acaban. El hombre entonces mete su mano en el bolsillo izquierdo y, como el mago sacando al conejo de la chistera, vuelve con un fajo más grande aún. Los billetes vuelven al aire y una de las bandas en el escenario pone música de fondo.
No hay duda, el hombre es el centro de todo: la novia de la boda, el niño del bautizo, el muerto en el entierro. Es el emperador benevolente lanzando monedas al pueblo. Los espectadores lo graban y le toman fotos con sus celulares. La fiesta está en su apogeo.
El hombre no es uno de esos influencers de poca monta que buscan nuevos seguidores repartiendo efectivo. Tampoco es el excéntrico Floyd Mayweather, Jr. lanzado dinero a sus bailarinas y seguidores. Menos aún es un narcotraficante dadivoso. Es Mario “Mayito” López Durán, presidente municipal de San Juan de Sabinas.
Las imágenes parecieran sacadas de una historia surrealista, de una novela de corrupción, poder, populismo y malos políticos. Pero no lo es. Se trata de escenas reales que subrayan una realidad de nuestros tiempos: el abaratamiento de muchos políticos.
Mayito Fest
Como si fuera un promotor de espectáculos, a López Durán le dio por festejar su cumpleaños con un festival de grupos musicales durante más de 48 horas seguidas de alcohol, cumbias, reguetón y corridos.
Como no podía haber dudas sobre los motivos para celebrar el acontecimiento histórico, trascendental, de su nacimiento, el presidente municipal le puso nombre a sus celebraciones: “Mayito Fest”.
Durante semanas promovió su evento a través de las redes sociales. Todavía el martes pasado realizó un live en FaceBook desde Monclova, donde estaba de paso rumbo a Saltillo, para invitar a la raza a su fiesta de cumpleaños.
Las promesas del alcalde de Morena se convirtieron en una oferta irresistible. Grupos como Chicos de Barrio, Beto Villa y los Populares, Tropa Estrella, El Gran Sabor, Los Elegantes, JR y sus Norteños y Los Más Humildes, entre otros, amenizarían el “Mayito Fest” el miércoles y el jueves.
Con “Mayito”, dicen sus simpatizantes, no anda el hambre. Y es cierto. En su vida no hay austeridad republicana ni pobreza franciscana. Nada de eso. El alcalde se puso la meta de celebrar su cumpleaños rodeado de 10 mil personas. Y anunció con tiempo estar preparándose: “Estamos listos para darle al Fest. Mi hermana me va a hacer 15 mil quequitos para todos”.
¿Cómo puede un alcalde organizar y financiar un festival popular de varios días para festejar su cumpleaños? ¿Quién paga los grupos, la organización, la logística, el boato y la seguridad?
López Durán, quien se refiere a sí mismo como “‘Mayito’, el más chulo, el más bonito”, enfrentó en su transmisión del martes las críticas de quienes lo acusan de derrochar los recursos del erario.
“Los medios nos echan”, dijo el alcalde. “¿Por qué nos echan? Porque yo prefiero gastarme el dinero en obras, gastarme el dinero en ustedes, antes que pagarle a la prensa”.
Así lo aseguró en su live nocturno del martes.
Arriba de un vehículo en movimiento, en medio de la oscuridad —la luz tenue de su celular sobre su rostro mofletudo y sonriente— justificó los recursos invertidos en su festival:
—Le digo a esa gente: “Gracias a Dios, Mayito López siempre ha tenido manteca de tejón; Mayito siempre trae manteca de tejón”. Todo lo que se gaste en los días del Mayito Fest es manteca de tejón. Es manteca de tejón de Mayito”.
Riqueza y salud
Así proclamó el alcalde su riqueza. Habla de él mismo en tercera persona, como si fuera un personaje de la historia, una celebridad digna de ser reconocida por todos: “Mayito” para acá, “Mayito” para allá, “Mayito” tiene manteca de tejón…
A la manteca de tejón muchos habitantes de Nueva Rosita y de la Región Carbonífera le atribuyen propiedades curativas para enfrentar dolencias y padecimientos. Tener manteca de tejón es tanto como tener salud, vigor y energía y, en términos figurados, significa tener dinero, fortaleza económica o salud financiera.
“Mayito” presumió, pues, su vitalidad. Tiene mucha manteca de tejón. Eso dijo, pero a lo mejor no tiene tanta como para poder financiar desde sus cuentas bancarias su festival. Quizá por eso se protegió en su transmisión en vivo y dio un pasito atrás para repartir responsabilidades: “También tengo muchos amigos que siempre nos apoyan”, argumentó, y dio la gracias a su “compadre Chano”, a Pepe y a otras de sus amistades.
Política y efectivo
¿De dónde sale esta gente? ¿Cómo llega al poder? ¿Quiénes protegen a estos políticos? ¿Cómo puede alguien hacerse de tanta manteca de tejón como para organizar festivales con el único fin de celebrar su aniversario?
López Durán es un carbonero desde hace dos años de la nueva ola morenista. Su padre es un empresario del transporte. Con una flotilla de camiones en Sabinas y Acuña da servicio a empresas que exportan su producción de Michoacán a Estados Unidos desde la frontera de Coahuila.
Un empresario de media tabla con un hijo alcalde. Nada fuera de lo común.
Eso no es insólito. Lo insólito es cómo un hijo de papá, un cantamañanas como López Durán, puede llegar a ser presidente municipal; cómo un personaje sin la menor noción de la función pública y sin el menor sentido de la responsabilidad social llega tan lejos en la política.
Se trata de un hombre que avienta billetes al pueblo. “Acuérdense que soy como Antonio Aguilar, mientras más me aplauden más gasto dinero”, dijo en su festival.
Si su comportamiento como alcalde está regido por la ley y por una serie de convencionalismos morales inherentes a la función pública, a “Mayito” eso le vale un sorbete. En medio de la presentación de los grupos musicales, el miércoles pidió transmitir un video con imágenes de Ricardo Mejía Berdeja, Subsecretario de Seguridad Pública Federal y aspirante de Morena al Gobierno de Coahuila. “Ese es el bueno”, dijo.
Vivimos días humillantes, vergonzosos. ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cómo miles de ciudadanos eligen a personajes impresentables como sus gobernantes? ¿Por qué los partidos políticos llegan a esta bajeza?
Había un mínimo decoro en las formas de hacer política en Coahuila; una serie de normas no escritas impedían a los políticos cometer excesos, abusos y acciones sin sentido. Los partidos tenían un cuidado básico de no postular candidatos oportunistas, demagogos, temerarios, peligrosos o desequilibrados.
Por desgracia, algunas máximas del pasado comienzan a perder vigencia. Hoy lo importante no es tener gobiernos ni autoridades mínimamente aceptables. Hoy lo que importa es ganar votos en las urnas, cooptar voluntades, “secuestrar” las arcas públicas y tener espacios de poder. Si se pierde la gestión pública y el espíritu de servicio, no importa; importa el poder. Sólo eso.
¿Por qué tenemos políticos tan baratos? ¿Cómo la popularidad, el narcisismo y la estupidez vinieron a suplantar las formas de hacer gobierno?
“No se peleen (por los billetes). Les voy a dar el último, uno de 500”, dijo “Mayito” al momento de entregarlo a una asistente.
El “Mayito Fest”, sobra decirlo, fue un éxito. Un éxito engrasado con manteca de tejón y sebo de los “amigos” del alcalde. Las autoridades deberían investigar puntualmente el origen de esa riqueza, capaz de financiar festivales y lanzar billetes al aire para el “pueblo”.
Esa manteca de tejón está rancia: hiede, apesta.
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