Todas tenemos una anécdota en el bar El Indio Azteca de Monterrey, al menos cuando descubrimos que no dejaban entrar mujeres, y la verdad es que fue un asunto que olvidamos pronto porque alrededor está lleno de antros: en contraesquina está el Zacatecas y ¡la torta de costilla!, el téibol del Harem para los que les cierran temprano el Zaca, además de dos puestos de tacos excelsos justo afuera del Indio…
Esta semana pasada, durante la muy transitada Feria del Libro de Monterrey, unas mujeres de CDMX entraron a la cantina centenaria y en sus adentros se tomaron fotos.
Al Indio Azteca de Madero y Diego en Monterrey no entran mujeres. Es una cantina exclusiva para hombres mayores de edad hasta donde conocemos.
El hecho de que ellas hayan entrado y bebido ahí fue considerado como una transgresión máxima y recibieron mucho odio en las redes. Mis publicaciones sobre el tema en mis redes sociales estuvieron llenas de berrinches de señores enojadísimos de la incongruencia: nos enojamos porque existen sitios solo para hombres y no soportamos que ellos, los hombres, usen el vagón rosa del metro.
Este fue un argumento muy socorrido, cobijado en un binarismo arcaico y ridículo, pero un hecho así nos plantea la maravillosa opción de poder aprender una lección sobre masculinidades, machismo, la binaridad y la polarización obsoleta de lo que es “para hombres y para mujeres”.
Una cantina solo para hombres en estos tiempos nos remite a sitio gay. Pero aún existen vestigios de los bares de antaño a los que iban solo varones. ¿Por qué era mejor que solo hubiera un público de señores xy? Porque así se podían explayar obscenamente, decir maldiciones a sus anchas, ser “unos pelados” y no ofender a las damas que estuviesen alrededor. Cabe mencionar que el concepto de damas en Monterrey es laxo: una vez en el bar Pilo’s de Guadalupe sentaron a una amiga mía que se paró a bailar, y le dijeron, palabras casi exactas, “no es lugar para fichar”.
La gente de todas las denominaciones y configuraciones que se quejó en contra de la invasión de unas señoras famosas de CDMX en El Indio Azteca, a mí me ha dejado días pensando.
La equiparación con el vagón rosa exclusivo para mujeres es ridícula y vergonzosa. Ese vagón existe porque los hombres se comportan como patanes y acosadores.
El asunto ni siquiera se trata de que hayan entrado a la cantina, ni son las primeras que entran y logran quedarse pese a la prohibición. La gerencia de la cantina El Indio Azteca hasta el momento ha tenido la suma elegancia de abstenerse de opinar. Es entendible ante todos los niveles y requiere una estrategia de control de daños.
Pero algo que se revelaba ante las quejas era –y traduzco a mi forma de verlo porque lo he visto mucho–, la intrusión a un espacio de hombres como si esto fuera algo sacro.
Y cito literalmente: “Una tradición q por sus ovarios termino” (sic). Realmente y para tranquilizar a mis lectores preocupados de las redes: no tiembla el escroto de la humanidad por el hecho de que una señora se tome un trago en la cantina de señores ni tampoco es una acción feminista de guerra.
Es solo la visibilización de lo obsoleto, misógino y machista que sigue siendo este mundo en el que las mujeres toman los espacios como suyos, sea un bar de señores, la vida académica del país, los deportes o los logros económicos… Pronto no será importante esta binaridad, un trabajo que hemos hecho las mujeres.
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