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Coahuila

¿Los textos del doctor Mora y la Ley Juárez son documentos subersivos?

Por Rodolfo Villarreal Ríos

Hace 2 años

Cuando revisamos los textos de  los Liberales mexicanos del Siglo XIX, entre nuestros favoritos se encuentran los escritos surgidos de la pluma  del doctor José María Luis Mora Lamadrid. Sus ideas, a no dudarlo, lo convierten en  pilar fundamental del Liberalismo Mexicano. Recordemos que, en 1833, tuvo un papel principal  como asesor del vicepresidente, en funciones de presidente, Valentín Gómez Farias, cuando este trató de abolir fueros religiosos y militares. Esto sería  materializado por LOS HOMBRES DE LA REFORMA cuando, el 23 de noviembre de 1855, el entonces ministro de justicia y estadista futuro, Benito Pablo Juárez García, expide la llamada  Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios, conocida  como Ley Juárez. Pero antes de comentar en especifico sobre ella, demos un repaso a lo que, en 1836, escribió el doctor Mora acerca de la milicia y el fuero militar. 

Si bien el país, tras 11 años de lucha, había alcanzado su separación de España, a partir de ahí aquello fue una sucesión de gobiernos fallidos. Después de  la unción del criollo quien se sintió noble, Agustín Cosme Damián De Iturbide y Aramburu, cuyo imperio de opereta terminó en desastre, solamente Guadalupe Victoria (1824-1829) pudo completar su periodo como presidente de la república.  Dado que todos los generales sentían que la patria les debía algo, armaban una asonada tras otra y en medio de todos ellos surgió la presencia de Antonio de Padua María Severino López De Santa Anna y Pérez De Lebrón quien habría de arruinar la primera mitad del Siglo XIX mexicano. En ese contexto fue que el Liberal guanajuatense se puso a escribir, repetimos en 1836, sobre la milicia y el fuero de que gozaba.

Para fines prácticos, el país llevaba 26 años enfrascado en una lucha armada, y nadie se imaginaba que así se la pasaría el resto del Siglo XIX. A veces buscando echar fuera al dictador, otras combatiendo a los que trataban de regresar el reloj de la historia, después a los extraños que venían a civilizarnos y posteriormente sobraban quienes sentían tener derechos, y querían se les pagara, sobre la Nación que construía un Estadista. A su muerte, el caudillo se hizo del poder y aplacó los ánimos mientras el país crecía, pero no se desarrollaba y volvieron los tiempos violentos hasta que dos Estadistas y un par de presidentes crearon el Estado Mexicano Moderno en donde, en el mediano plazo, se proyectó dejar el paso al gobierno encabezado por  los civiles. Ellos, sí habían abrevado en los textos de los Liberales mexicanos del siglo anterior, así que retomemos el texto del doctor Mora.  

El padre intelectual del Liberalismo mexicano escribía: “La segunda clase privilegiada que su Metrópoli ha legado a la República Mexicana es la milicia, tan incombinable con el sistema representativo como con la forma federal, y por lo mismo en oposición abierta como el clero con la constitución de la República.” Al igual que este, con aires de “superioridad e independencia respecto de las autoridades creadas por las nuevas instituciones, la milicia deriva su poder especial…de veintiséis años de guerras civiles durante los cuales ha ejercido el imperio más absoluto. leyes, magistratura, gobierno, personas y cosas, fondos públicos y particulares, todo ha estado más o menos pero realmente sometido al poder militar, ejercido bajo diversas denominaciones… La milicia bien sea que ataque al gobierno, bien parezca que lo defiende, es y se considera a sí misma como un cuerpo independiente, que no vive en la sociedad sino para dominarla y hacerla cambiar de formas administrativas y principios políticos, cuando las unas o los otros sean o entiendan ser opuestos a los principios constitutivos de esta clase privilegiada.” Lector amble, no se vaya a confundir, el párrafo se refiera a la situación en 1836.

Dado lo anterior, Mora Lamadrid afirmaba que “nada parece más natural al militar mexicano que sublevarse contra una constitución y deponer a un gobierno que trata de someter la clase a que pertenece, ya sea sujetándola a las leyes que le son peculiares, o ya sea reformando éstas en todo o en parte; los hombres de esta clase se creen con derecho exclusivo o a lo menos preferente, a ocupar todos los puestos públicos y a consumir las rentas nacionales.” A no dudarlo, esa fue la actitud prevaleciente durante el Siglo XIX y ya vimos cómo nos fue.

 “Así, se les ve quejarse con un aire de sinceridad que denota la más profunda convicción; ya de que se pretende abolir su fuero, ya de que se les destina a tal o cual punto que no les acomoda; unas veces levantan el grito contra los cuerpos electorales porque nombran un presidente que no es soldado; otras porque las instituciones civiles , como lo eran los poderes de los Estado, consumen una parte de las rentas públicas; y no pocas por las cantidades que se destinan a pagar la milicia , que sin ser privilegiada , sostiene al gobierno contra la que lo es, y se halla rebelada como sucedió en 1833.” Entonces Gómez Farías se pasó de institucional y no quiso, como señala Mora en otro texto, colocar a López De Santa Anna en un presidio, y caro sería el precio que habría de pagar la nación por ello. En ocasiones, la institucionalidad excesiva lleva a los hombres a cometer errores cuyo costo se refleja en el mediano plazo y han de pagar con una tasa de interés muy alta.

“Estas convicciones erróneas de supremacía social de la clase militar privilegiada dependen, de la debilidad unas veces, y otras de la connivencia del gobierno. Los jefes militares que han ocupado el puesto supremo, a virtud de revoluciones de soldados que ellos mismos han acaudillado, participan de los errores de esta clase, la temen porque conocen su poder, y le están reconocidos porque creen debérselo todo; por este triple motivo todo se lo sacrifican. Además, las revoluciones que en veintiséis años han derribado los gobiernos más de diez veces, y sustituidoles otros, se han terminado todas de una manera militar; y el pueblo, incapaz de conocer el influjo que en ellas han tenido las causas morales, las ha adjudicado exclusivamente a la fuerza material que aparecía en ellas de una manera más visible.” Como siempre ha sucedido, son unos cuantos quienes se percatan en el corto plazo de los perjuicios que habrán de traer medidas que provocan en lo inmediato la vuelta del triunfo, pero cuyas consecuencias reales todos habrán de conocer en los años por venir.

“El error de la multitud ha pasado a la milicia que lo ha acogido con entusiasmo, y desde entonces se ha gritado y sostenido casi sin oposición que al Ejército se debe la independencia, la libertad, la federación y quién sabe cuántas cosas. No ha parado en esto el mal, sino que se ha pretendido hacer extensiva y vincular en la clase una gratitud que debería ser individual y terminarse en las personas que han hecho al país estos importantes servicios: así es como jefes oscuros y despreciables pretenden recoger la herencia de honor y gloria, y sobre todo la de poder que apenas sería tolerable acordar a los que los prestaron. Lo absurdo de semejantes vinculaciones sólo puede escapar a la falta de reflexión y al hábito que contraen los pueblos de reconocer como un derecho el resultado de hechos repetidos, aunque estos no reposen sobre un principio justo y racional.” Ni quien lo dude que ante el éxito de una acción hay que dar el reconocimiento que merecen a quienes lo hicieron posible, pero debemos de apuntar que a la victoria de la sobran padres y en ese contexto siempre habrá quienes busquen treparse en el carro de la victoria y demanden se les recompense como si hubieran sido artífices de ella.

“De estos errores erigidos en principio, de la falsa aplicación que se ha hecho de ellos, y de los hechos mal apreciados en las revoluciones del país en orden al influjo ejercido sobre ellos por la fuerza militar, ha resultado que los gobiernos no han creído poderse pasar de esta clase privilegiada; y como por otra parte no han podido someterla, han quedado enteramente a su dirección.” Lo peor que pudo sucederles a los gobiernos de la primera mitad del Siglo XIX fue estar asentados en el poder de las bayonetas, los picos nunca han sido una base de sustentación adecuada pues en cualquier momento pueden adentrarse en las carnes y causar averías graves. Con cuidado hay que leer lo que sigue.

“Desde que esto sucede en un pueblo, es decir desde que la milicia en lugar de ser obediente y sumisa se convierte en dominadora y directriz, ya no hay que pensar en que haya orden y concierto. La fuerza material en todas partes ha sido y es ciega y anárquica por su propia naturaleza; si ella pues no es dirigida por una mano vigorosa que sea bastante a contenerla y dar la regularidad, caerá al azar sobre los pueblos, y los vestigios de su paso no serán reconocidos sino por los rastros de sangre, de ruina y desolación que habrá dejado tras sí.” Una verdad de ayer, hoy y mañana. “¿Quién no ve en estos rasgos el cuadro de la anarquía militar que desde 1810 ha asolado la República? Esta fuerza brutal creada por las circunstancias y robustecida por ellas mismas, lejos de ser reprimida en su impulso ciego y desordenado por la autoridad pública, ha sido lanzada contra las leyes y los pueblos y no pocas veces en su reacción ha derribado el poder que le dio impulso pulverizando hasta sus bases. Hemos demostrado los vicios de la constitución militar, y los desórdenes sociales provenidos de la inobservancia de sus leyes y de la impotencia del gobierno…La milicia mexicana privilegiada, por su misma organización, y por los desórdenes originados de su indisciplina, que en ninguna suposición es dado al gobierno reprimir, es incombinable no sólo con la libertad pública, sino con el orden social en cualquier forma de gobierno.” ¿Algún cuestionamiento a esta aserción escrita en 1836?

En 1833, “… las clases privilegiadas se pusieron en lucha abierta contra la Constitución del país, contra el sistema representativo, contra todo lo que hasta entonces se había hecho, y contra cuanto en lo sucesivo pudiese hacerse en beneficio de las masas.  La dictadura proclamada por el clero y la milicia no tenía ni podía tener otro carácter que el que ha tenido bajo el reinado de Fernando VII en España y bajo el de D. Miguel en Portugal. En el caso pues, las obligaciones y los derechos del gobierno no podían ser cuestionables; hacer la guerra al enemigo hasta vencerlo, y vencido desarmarlo de manera que para lo sucesivo no tuviese la voluntad ni el poder de rebelarse. Así se hizo en efecto ¿y quién podrá dudar que el gobierno procedió en el caso como debía, arreglando su conducta a las exigencias públicas y obrando de la manera determinada por ellas? La milicia privilegiada que se había sublevado toda, fue vencida y completamente disuelta; sus jefes fueron casi todos destituidos, muchos desterrados fuera de la República y otros dentro de ella misma, pero a considerables distancias. Desde que el triunfo fue completo ya no se trató de debilitar insensiblemente estas clases y los antiguos cuerpos que las apoyaban , sino de darles golpes mortales , que acabasen con aquéllas y éstos; las circunstancias eran urgentes , y si se dejaban pasa , se corría el riesgo de que el presidente [López De]  Santa Ana se apoderase de ellas e hiciese, como lo tiene de costumbre , una contrarrevolución cuyos resultados no fuesen favorables sino a él mismo: se trató pues de aprovecharlas y se puso mano a la obra . El vicepresidente y las cámaras, obrando de concierto, dieron el impulso a los gobiernos y legislaturas de los Estados que lo secundaron con celo, con energía y con tesón.” Y en ese instante, un prurito institucional invadió  al vicepresidente Gómez Farías quien temió pasar por un golpista al momento de tomar las medidas que eran necesarias para cambiar el rumbo del país. 

“De todos modos, la Constitución debía acabar por desplomarse, en razón de que las fuerzas destinadas a sostenerla lejos de conspirar al efecto tiraban en direcciones contrarias o se hallaban en diametral posición. Los hechos acaecidos posteriormente han llevado al grado de evidencia material la exactitud de este cálculo político. Mora hizo cuanto pudo para que los hombres de acción se convenciesen de que no les quedaba otro arbitrio para salir del paso que un acto dictatorial de las Cámaras, del presidente o de ambos poderes a la vez, por el cual se hiciesen desaparecer el fuero eclesiástico y militar y el artículo de la Constitución que lo garantiza.  Este golpe de Estado no habría tenido los inconvenientes ni riesgos de la ley de prescripción y habría sido infinitamente más útil…..Cuanto se hizo en el caso fue infructuoso: el vice -presidente por un principio moral de aplicación desgraciada , conviniendo en el fondo de la medida , creyó necesario diferirla al período constitucional; las Cámaras no se ocuparon del asunto que tampoco tuvo grande publicidad; y las bases fundamentales de las clases hostiles quedaron en pie bajo la garantía de una Constitución que ellas mismas no tardaron en derribar. No por esto se renunció al designio de hacerlas desaparecer del orden social por un camino más largo cual es el de debilitar por substracciones de fuerza lentas y graduales. El general [López De] Santa -Ana no disimulaba sus simpatías por la milicia, más viendo que no podía hacerla predominante y que era necesario ceder en algo; en los pocos días que desempeñó el gobierno después de la rendición de Guanajuato, le dio una nueva forma, en que si bien es verdad la dejaba menos fuerte de lo que había sido bajo la administración de Jalapa, le daba de nuevo una existencia que acababa de perder completamente en la derrota. Esta nueva creación no estaba en las facultades ordinarias del presidente; pero como éste las tenía por entonces extraordinarias y omnímodas, acordadas por el Congreso, aprovechó la ocasión para dar nueva vida a la clase a que pertenecía.” Se perdió una oportunidad histórica de colocar al país en un sendero distinto y las consecuencias fueron desastrosas.

“Sin embargo, la milicia no podía ser temible sino por el fuero que no acababa de abolirse; los ataques materiales al gobierno quedaban sin efecto en presencia de una fuerza superior que lo apoyaba y era la cívica; y como por otra parte era indefectible que tales sublevaciones habían de repetirse y terminar por nuevas derrotas; claro es que esta clase en el estado en que se hallaba no podía inspirar grandes temores. Las operaciones del gobierno mexicano para acabar con la milicia, nada exigen de positivo sino la abolición del fuero, lo demás todo es negativo: no reclutarla, no pagarla, no emplearla, no castigar las deserciones; esto y no más que esto es lo que basta, y la administración de 1833 no hizo otra cosa reservando lo del fuero para un tiempo que no llegó. “Hubieron de trascurrir 22 años para que los Liberales pusieran fin a los fueros.

Lo anterior, se dio al amparo de la Revolución de Ayutla, cuando  el ministro de justicia, Juárez García, emitiera la Ley sobre Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación, del Distrito y Territorios. Si bien, Juárez siempre reconoció la importancia que tenia contar con un ejercito fuerte para defender a la patria, también estaba cierto de que esa institución debería de actuar dentro de un marco legal en donde fuera coadyuvante del poder civil y eso pasaba porque no gozara de privilegios sobre cualquier otra instancia de la vida pública. Respetaba su vida interna, pero ello no implicaba que estuviera por encima de nadie más. Para dejar en claro esta circunstancia dentro de las disposiciones generales de la ley mencionada, se estipuló lo conducente.

En el artículo 42, se lee: “Se suprimen los tribunales especiales, con excepción de los eclesiásticos y militares. Los tribunales eclesiásticos cesarán de conocer en los negocios civiles, y continuarán conociendo de los delitos comunes de los individuos de su fuero, mientras se expide una ley que arregle ese punto. Los tribunales militares cesarán también de conocer de los negocios civiles, y conocerán tan solo de los delitos puramente militares ó mixtos de los individuos sujetos al fuero de guerra. Las disposiciones que comprende este artículo son generales para toda la República, y los Estados no podrán variarlas ó modificarlas.” 

A su vez, el artículo 43 establece que: “Se suprimen las auditorías de guerra de las comandancias generales. Los jueces de distrito, y en su defecto los jueces letrados de las respectivas localidades asesorarán a los tribunales militares, como lo previene la ley de 30 de Abril de 1849. En el Distrito se turnarán por semanas para ese efecto, los jueces de primera instancia y de Distrito. El turno empezará por el juez de distrito, siguiendo los de lo civil y después los de lo criminal, por el orden de su numeración. El turno será para las causas que comiencen en la semana, pues en aquellas en que hubiere consultado un juez, seguirá haciéndolo el mismo hasta su conclusión.” 

Por otra parte , en los transitorios de la ley en cuestión, en el 3º , se indica que: “Los tribunales especiales suprimidos en virtud de este decreto, pasarán todos los negocios que tuvieren, a los jueces ordinarios, y cuando aquellos se sigan a instancia de parte y hubiere varios jueces en el lugar, al que eligiere el actor” Mientras que en el .4º, es señalado:” Los tribunales militares pasarán igualmente a los jueces ordinarios respectivos, los negocios civiles y causas criminales sobre delitos comunes: lo mismo harán los tribunales eclesiásticos con los negocios civiles en que cesa su jurisdicción”.

No queda duda, los textos de Mora Lamadrid y la Ley Juárez  contenían propuestas contrarias al staus quo. Sin embargo, ambos documentos eran una proposición hacia adelante, enfocados en la creación de una Nación que dejara atrás atavismos antiguos y reordenara su accionar diario. En ningun momento pretendían repetir modelos caducos que nada positivo dejaron. Los Liberales representaban el futuro y su objetivo era plantear un esquema moderno acorde a los tiempos que venían y para ello era necesario revertir aquello en lo que, durante tres centurias, fincó su accionar en la fuerza del clero y la milicia que dio por resultado la desgracia de los habitantes de este país. Era el momento de colocarlos en el ámbito de sus funciones y que desde ahí contribuyeran  a la construcción de la Republica. Nadie quería terminar con ambas instituciones, pero tampoco era cosa de darles canonjías como si se tratara de clases  superiores. Esa era la propuesta que los Liberales planteaban sabedores de que mientras no lo hicieran en lugar de ir hacia adelante habrían de quedarse anclados en la repetición de los errores del pasado que nada bueno aportaron, ni contribuyeron, durante el lapso entre 1821 y 1855, un periodo  en donde la fuerza del fusil y la fascinación de algunos deslumbrados permitieron la prevalencia del caudillo llamado Antonio de Padua María Severino Lopez De Santa Anna y Pérez De Lebrón quien siempre se hizo aparecer  como un  patriota, pero cuyas acciones lo único que trajeron al país fueron desgracias  a pesar de contar con el respaldo de las bayonetas. Si, Mora Lamadrid y Juárez García con sus textos y acciones de modernización representaban a las fuerzas subversivas que se oponían a la reacción que insistía en el regreso al pasado. La historia, siempre la historia y algunos, a pesar de leer sobre ella, no la comprenden. [email protected]

Añadido (22.35.139) No lo puede negar, en su ADN está impreso el gen de nazi y rastrero ante el poderoso en turno hasta que deja de darle lo que quiere, le viene por línea paterna, Salió bravo para amenazar a quien emita opiniones contrarias a su punto de vista, especialmente si se trata de mujeres ¿Acostumbrara, también, vivir a expensas del dinero de ellas y una vez que se acaba, el dinero, desconocerlas? No tiene el tipo, pero lo de cobardón se nota a leguas. No hay duda, es su hijo.

Añadido (22.35.140) Con sus acciones el gallito rebelde confirma lo que aquí mencionamos, es puro jarabe de pico.

Añadido (22.35.141) El que es traidor lo es sin importar el color del ropaje con que se cubra. Eso sí, todos son unos profesionales y cobran por realizar el acto.

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