La tradición de los Reyes Magos procede de una sola y muy breve mención en los evangelios. Mateo habla de unos peregrinos del oriente que llegaron a Judea guiados por una estrella, para adorar a Jesús recién nacido y que fueron recibidos en Jerusalén por el rey Herodes I, quien se interesó por saber quién era y dónde se encontraba ese “rey de los judíos” que buscaban los extranjeros. Mateo hablaba simplemente de peregrinos, pero con el tiempo esa visión se fue enriqueciendo. Los peregrinos pasaron a ser magos, o sea sabios, y más tarde Reyes. Esta última transformación fue al parecer producto de un intento por adaptar el nacimiento de Jesús a la profecía de un salmo que señalaba que todos los reyes caerán frente a él. Mateo no precisa cuántos eran los peregrinos: la tradición oriental original señalaba 12, pero en occidente el número se redujo definitivamente a tres.
Según la Enciclopedia Británica, en el siglo VIII surgió una crónica, que le daba por primera vez nombre a los sabios orientales: Bithisarea, Melichior y Gathaspa. Con el tiempo los nombres se occidentalizaron y se convirtieron en Baltazar, a quien la tradición posterior identificó como rey de Arabia; Melchor, convertido en rey de Persia, y Gaspar, que pasó a ser rey de la India. A pesar de la escasa documentación histórica sobre los Reyes Magos, y sobre su real identidad, su presencia en la tradición cristiana, especialmente en la ortodoxa y en la católica, es muy poderosa. Para la tradición cristiana original era muy importante que los peregrinos descritos por Mateo hubiesen llegado del oriente. Esto subrayaba la universalidad del culto a Jesús en un momento en que el cristianismo se veía como una simple secta del judaísmo. Los sabios, según Mateo, presentaron oro, incienso y mirra como un homenaje a Jesús. Con el tiempo estos presentes se convertirían en una tradición de regalos de juguetes, en la epifanía del 6 de enero, que harían las delicias de los niños en buena parte del mundo.
Esta tradición se limita, en buena medida, a los países católicos y ortodoxos. En las naciones protestantes el intercambio de regalos tiene lugar en navidad. De ahí que, nuestras clases medias y altas, influidas por la vida en Estados Unidos, hayan adoptado la costumbre de dar regalos a los niños en Navidad, a veces sin abandonar completamente la tradición de los Reyes Magos. Sin embargo, en los sectores más pobres de la población mexicana, donde se mantienen con más fuerza las tradiciones católicas, los dadores de regalos son por antonomasia los Santos Reyes. El festejo de los Reyes Magos tiene un sentido popular en nuestro país, que está en buena medida ausente de la celebración más comercial en que hemos convertido el festejo navideño con su jocoso protagonista nórdico. Quizá en ello radica finalmente su fuerza. Aunque en el norte esta costumbre no tenga tanto arraigo como en el sur de nuestro país.
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