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Coahuila

Los que vinieron de Oriente

Por Carlos Gaytán Dávila

Hace 10 horas

Hombres y mujeres por el destino y su afán de progreso
“Traían sus venas una sangre valiente y amorosa. Decían que el cedro no era más que una madera preciosa, era una preciosa sombra, un techo para los juegos de los niños, un regalo para el adolescente.

Aquí encontraron el dolor, la nostalgia, los sueños. Se hicieron hombres como se hace una espada, a fuerza de golpes. Fueron agredidos por el desprecio y la soberbia de los tontos. Pero no alimentaron rencor ni odio. Adoptaron este país como adoptar a un padre”.

Así, en unas cuantas sinceras y valiosas palabras, resume el poeta Jaime Sabines, hijo de padres libaneses, a este grupo de seres extraordinarios que llegaron a México.

Hombres y mujeres marcados por el destino y por su afán de progreso que se embarcaron a América sin ni siquiera conocer el idioma. Eran descendientes directos de los campeones del comercio: los fenicios. Todos con un espíritu muy emprendedor, que supieron hacer familia y fortuna en nuestras tierras.

Sirios, libaneses, palestinos, árabes, israelíes, entre otras etnias, descendientes de fenicios, asirios, egipcios, griegos, romanos y turcos, que formó parte con Siria del imperio otomano.

Seguramente quienes formaron el mayor número de inmigrantes a Coahuila fueron los maronitas, adjetivo que se les daba a los cristianos del monte de Líbano.

Los mal llamados “árabes”, nómadas por naturaleza, no podían faltar en la corriente migratoria hacia el nuevo mundo.

Su espíritu explorador, romántico y aventurero los hizo tomar rumbo a América, siendo su primera escala México, a donde arribaron por el puerto de Veracruz. Las primeras familias llegaron a principios del siglo pasado y se establecieron a lo largo y ancho de esta hospitalaria nación mexicana. Coahuila fue atractivo para los emigrantes, principalmente en las regiones agrícolas de La Laguna y Carbonífera.

Al descubrirse la riqueza carbonífera en el norte del estado, se inició el desarrollo económico de pueblos y villas que acarreó un auge comercial que atrajo a los árabes sirio-libaneses (maronitas), llegados del Medio Oriente, cuya peculiar idiosincrasia los distingue por su manera de luchar por la vida, por su carácter hábil y capaz para el comercio, sobretodo con prendas de vestir, telas y calzado.

Esto que relato es lo que mi memoria guarda de aquellas amenas y largas charlas de un viejo inmigrante: don José Tobías.

Entre estos buscadores de nuevos horizontes y tierras promisorias llegaron en su peregrinar sirios libaneses y palestinos, quienes no arribaron a México como conquistadores, eran pacíficos; nunca intervinieron ni se relacionaron con los conflictos armados, ellos vinieron a trabajar y crear fuerza de su espíritu emprendedor y laborioso. Lograban con asombrosa rapidez el dominio del idioma español, que al hablarlo se dejaba sentir su acento árabe y su defectuosa sintaxis que los hacía objeto de bromas y escarnios, pero a la vez despertaba gran simpatía de la sociedad mexicana, a la que se integraron armoniosamente.

Eran precavidos y, para no correr el riesgo de ser timados y perder su patrimonio, se volvieron expertos analizadores de las monedas de oro, que con sólo hincarle el diente detectaban su legitimidad.

Actualmente, la mayor parte de los descendientes de estos emigrantes del Medio Oriente son altamente productivos en la economía coahuilense, participan en todos los ámbitos de la vida social: económica, empresarial, profesional y política.

En Coahuila son comunes los apellidos Kuri, Trad, Name, Aviv, Yutani, Saade, Karam, Nicolás, Abugaber, Chamoun, Tafich, Marcos, Charur, Abugarade, Yapur, Tanus y Matouk.

En la actualidad los descendientes de estos maronitas están bien integrados entre nosotros, son orgullosamente saltillenses, coahuilenses y mexicanos. Dicen que esta gran nación es su patria, donde la raza árabe se fue amalgamando. “Coahuila es nuestra tierra donde vivimos y vivirá nuestra descendencia, conocer nuestras raíces nos da identidad y nos enorgullece al recordar a nuestros padres y abuelos como gente trabajadora, altamente productiva, amantes de la unión familiar y generosos, que supieron cumplir con México. Y finalmente, qué decir de los exquisitos platillos árabes, de gran aceptación en el gusto de los mexicanos”.

Los libaneses, recuerda Salvador José Rodríguez, llegaban en barco a América, pero no tenían la noción del continente y lo inmenso de la tierra a la que para ellos era la prometida.

Por ese motivo hay familias completas diseminadas en diversos países del continente, como la de los José, cuyos parientes radican en Brasil, mientras que los Mery forman actualmente una gran comunidad judía en el sur de Texas, en los Estados Unidos.

Llegaron para quedarse y hacer lo que saben hacer bien: el comercio.

 

Los primeros negocios

Los José, por ejemplo, dieron a Saltillo una fábrica de ropa conocida como La Favorita, y luego se integraron al ramo Mueblera. Los Mery establecieron una fábrica de petacas para consumo local y posteriormente nacional, mientras que los Karam se dedicaron al comercio en Nueva Rosita.

Actualmente, en Coahuila, los descendientes de libaneses mantienen un lugar reconocido en la sociedad. Son comerciantes aún y, al igual que en otras partes del país, han ingresado a la modernidad y sólo se identifican, en algunos casos, por los apellidos.

Desde Líbano llegó de todo, desde aquellos emprendedores, hasta quienes simplemente se integraron a la sociedad como trabajadores. La llegada de algunos libaneses al puerto de Veracruz con pasaportes escritos en un turco antiguo, a principios del siglo pasado, causó que algunos perdieran sus nombres originales.

Salvador José Nacif, padre de los empresarios saltillenses de apellidos José Rodríguez, estuvo en ese caso. Su nombre original, que años después lograron descifrar del pasaporte original, era Abdo Fadoul Nacif, quien llegó en 1906 a Veracruz; de ahí se trasladó a la ciudad de México con el patriarca de los libaneses, Domingo Kuri, quien los guiaba hacia donde había familiares, amistades, o bien, personas de la región de donde provenían.

En su viaje al interior del país, Salvador José llegó primero a Saltillo, donde estaba ya instalados su tío Felipe J. Mery, también reconocido en esta ciudad por su dedicación al mutualismo.

Una vez instalados, la familia inicia un negocio en El Salvador, Zacatecas. El espíritu emprendedor los lleva a iniciar la fábrica de ropa La Saltillera, que tuvo auge de 1945 a 1955.

A partir de que La Saltillera deja de producir, inician su actividad en muebles con Muebles Modernos

de Saltillo y de donde se derivaron otras, como Grupo José, Antons, La Bodega y Hosmanns. Felipe J. Mery, un hombre inquieto al que se recuerda por su enorme cultura y su activismo como fundador del mutualismo.

Felipe J. Mery y María Heljach formaron una de las familias libanesas de más prestigio en el norte de México. Él estudió en un colegio jesuita y poco antes de ordenarse sacerdote conoció a quien fue su esposa.

La primera sorpresa que se llevó en su vida Don José Tobías Barún, fue el inicio de la prolongada guerra étnica-religiosa en Líbano, su país natal. Su nieto Francisco Tobías Hernández comenta que su abuelito se escondió detrás de una nopalera para estar a salvo de los disparos de los fúsiles.

Cabe señalar que Líbano vivía una hambruna terrible. El joven José Tobías Barún y otros paisanos decidieron emigrar hacia América, y tras la travesía de más de 40 días en barco, en condiciones muy difíciles, llegaron a Matehuala, San Luis Potosí.

Y la primera comida que probó en suelo mexicano fue nopalitos guisados con cebolla y ajo. Allá en Líbano no se sabía o no se sabe que los nopalitos también los consume el ser humano. Don José Tobías Barún conoció a la que sería su esposa para siempre, otra libanesa de nombre Malaque Mahub Bojaido, en Matehuala.

Su nieto Francisco Tobías dice que ellos “hasta que Dios los separó” hablaban más en árabe que en español. Es más, el día de la muerte de don José, Doña Malaque le dio el último adiós en lengua arábiga. En Matehuala, por cuestiones de seguridad, Don José tuvo que cambiarse su primer apellido Aaun por el de Tobías para darle más “mexicanidad”. Llegó a tierra potosina cuando estaba por concluir la Revolución y aquí también tuvo que enfrentar, peligros y problemas, pues siendo tejedor y vendedor de calcetines, medias, etc., de las llamadas de popotillo, los villistas lo sorprendieron en una ranchería y una buena señora, lo escondió bajo sus nahuas, prácticamente se sentó encima de don José, pero le salvó la vida. Los villistas no querían a los extranjeros, acuérdese usted de la matazón de chinos en la Comarca Lagunera.

De Matehuala viajaron a Nueva Rosita, y de allá el matrimonio Tobías Mahub se traslada a Saltillo, donde les gustó para vivir por siempre. Aquí don José reinicia la fabricación de calcetas, calcetines, medias de popotillo, y se dedica a la venta de esos productos.

Tuvieron que pasar mil y un sacrificios, pero a base de trabajo, tesón y ahorro, como que son libaneses, lograron reunir dinero suficiente y pasando el tiempo, instalan una fábrica de ropa Saibot (que es Tobías al revés), donde se confeccionaban pantalones de mezclilla y camisa vaquera. La fábrica Saibot maquiló por muchos años el famoso pantalón Liváis.

Luego se dedicó al comercio netamente a partir de la Zapatería y Camisería D’Varón y la tienda Flor de Lis, na a cargo de Rebeca y de Sara Tobías Mahub. Doña Málaque Mahub Bojaido fue la última libanesa de esa colonia de extranjeros en Saltillo en fallecer. Nunca más volvieron a Líbano, aunque tuvieron el dinero suficiente para ello, pero por cuestiones políticas y religiosas no quisieron arriesgarse.

Los descendientes de don José y doña Málaque, fueron Enrique, Rebeca, Sara, Salma, Lila, Jesús, Salim y Francisco. Salim no se llama Salim, más bien se llama José Salomón Tobías Mahub, pero todo mundo que lo conocemos le decimos Salim.

De hecho, en el testamento los señores Tobías Mahub, colocaron el nombre de José Salomón como Salim, y hubo dificultades al tiempo de repartir la herencia y tuvo que llevarse a cabo un juicio civil para aportar testimoniales que Salim y José Salomón eran la misma persona.

Casi todos los descendientes de este gran matrimonio fueron comerciantes, a excepción de Jesús, que es cardiólogo, y Francisco que es químico.

Siempre he sostenido que hubo un Saltillo antes y después de la llegada de los sirios, libaneses, palestinos, árabes, israelíes, pues impulsaron el comercio y la industrialización de la ciudad en un periodo en que los saltillenses “escapaban” a otras latitudes en busca de empleo.

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