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Redacción
Publicado el miércoles, 27 de agosto del 2014 a las 14:00
Saltillo, Coah.- Desde la enseñanza primaria, el aprender Historia Patria, de la época prehispánica solo oímos de los aztecas, mayas, tarascos, etc., avanzadas civilizaciones todas ellas, que conocían la agricultura, sociedades seculares refinadas, que hacía ya mucho tiempo habían superado el
nomadismo.
En cambio, sobre las tribus regionales del norte del país poco sabemos el común de la gente, lo anterior sin embargo no quiere decir que no existan obras y tratados sobre el tema, lo que sucede es que en los programas de educación se soslaya el asunto o de plano se le pasa por alto más o menos pudieron asegurar una coexistencia entre los grupos
distintos.
Entrando en materia comentaremos que los primitivos habitantes del Valle de Saltillo, eran dos parcialidades del gran grupo, chichimeca, denominado guachichiles y borrados, los primeros habitaban el sur y el poniente del Valle, y los segundos el norte y el oriente del mismo, su estado cultural era el nomadismo, pues no llevaban vida sedentaria, nunca conocieron la agricultura y vivían de la caza y la recolección, según las estaciones del año.
La visión de la cultura occidental sobre ellos se ha traducido en muchos y variados clichés; “diestros”, “belicosos”, “contumaces”, “feroces”, etc. en estos calificativos han caído incluso casi todos los historiadores y cronistas, la verdad es que se nos ha estado escapando la posibilidad de reflexionar que en la época prehispánica, bien pudieron existir formas y actitudes de convivencia casi pacíficas, ahora que por descontado se da que el choque con la civilización hispánica produjo en estas tribus una conmoción tal, que los llevó a defenderse no ya con arcos y flechas, sino hasta con las uñas, como a veces decimos.
Lo que es más, la mera existencia de pictogramas (grabados en piedra) realizados por los aborígenes, nos dan una idea de que por lo menos dedicaron un tiempo aparte para esos trabajos, y no andar permanentemente acuchillando y quebrando cabezas a sus congéneres. Las huellas de la existencia de los guachichiles se encuentran dentro del municipio, al poniente en un cerro de la ranchería El Chiflón y al sur cerca del poblado La Ventura existen otros petroglifos.
Todos esos ideogramas grabados sobre piedra, de diferentes lugares de la región, pudieron ser señalamientos comunes para todas las tribus y parcialidades, sobre los tipos de caza existentes, frutos de la estación, y tal vez orientaciones de las delimitaciones territoriales, sobre esto último bien pudieron haber acuerdos y tratados que más o menos pudieron asegurar una coexistencia entre los grupos distintos.
Colonia y conquista
La región que actualmente ocupa la ciudad de San Luis Potosí era, hasta antes de la llegada de los españoles, un puesto guachichil-chichimeca.
Desde 1550 se empezaron a registrar asaltos guachichiles, guamares y otros chichimecas, por lo que el virrey don Luis II de Velasco, comisionó a Herrera para castigar a los salteadores. Así se inició la más cruenta y extensa de todas empresas españolas en América.
Pedro de Anda funda el Real del Cerro de San Pedro y Minas del Potosí el 4 de marzo de 1592. Ante la falta de agua en el lugar, fue necesario localizar un territorio próximo que sí la tuviera para respaldar la estadía humana. El lugar se localizó al este de la mesa del Anáhuac.
Para que los españoles se asentaran ampliamente, los guachichiles del lugar y los tlaxcaltecas fueron desplazados. La hostilidad de los tlaxcaltecas, respaldados por los españoles, contra los guachichiles, no tardaría en manifestarse.
La comunidad de San Luis Potosí se originó con la reunión bien diferenciada de guachichiles, tlaxcaltecas, tarascos, zacatecas chichimecas, chichimecas-pames de Santa María del Río, otomíes y de españoles extremeños o de procedencia incierta.
Al amparo de la riqueza minera nace la ciudad de San Luis Potosí en noviembre de 1592 y su fundación se da al rendirse el feroz indio cuachichil de nombre Moquamalto ante fray Diego de la Magdalena, y el capitán Miguel Caldera, en el lugar que ahora conocemos como Plaza de los Fundadores. Al señuelo del oro acudieron grandes gentes de muchas ciudades y reales de minas, lo que dio lugar a una cultura singular y se sumaron a la presencia de los guachichiles, españoles, otomíes, tarascos, mulatos, negros y tlaxcaltecas, creando así un mestizaje único en México.
Últimos asentamientos
Actualmente, en el municipio de Arteaga en el estado de Coahuila, cerca de Saltillo, por la carretera 57, rumbo a Matehuala, San Luis Potosí, existe una población llamada El Huachichil, lugar donde, se dice, quedaron asentados los últimos indios guachichiles. Esto indicaría que los habitantes actuales de la población son descendientes directos de los chichimeca-guachichiles. Es una zona boscosa donde abunda la caza y los frutos regionales (dátiles, flor de palma, cabuches, nopales,
etcétera).
Etimología
Cuachíchitl es un vocablo náhuatl (kwal-) que significa gorrión; de cuáitl, cabeza y chichiltic, cosa colorada o bermeja.1 Se les llamó así porque con frecuencia se pintaban la cabeza de colorado; había algunos que usaban unos bonetes puntiagudos de cuero colorado que les daban apariencia de gorrión.
El vocablo quachíchitl, con la conquista derivó hacia los de: cuachichil, guachichil, o huachichil (en náhuatl: cabeza pintada de rojo), como se conoce hoy en día.
Organización política
La organización política de los guachichiles era muy rudimentaria al llegar los españoles. Era patriarcal y consistía en que el guerrero más poderoso y que lograra derrocar al cacique que gobernara en ese momento sería cacique. Si no lograba derrocar al cacique, se separaba de la tribu con algunas familias y se asentaban en otro lugar.
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